Por Manuel Ernesto Rivas (Director). Es artista, libre pensador, docente por instinto y forjador de nuevos valores. Su taller es una verdadera usina que produce nuevos valores en el ámbito artístico tucumano. “Mis alumnos son artistas en potencia, aunque sólo quieran cantar y tocar en los asados familiares”, sostiene Anselmo Lago.

“El propósito de mi existencia es unir todas las dimensiones del universo. De a poco fui encontrando las maneras de comunicarme. Hoy, a más de 30 años de mi primera canción, puedo comprender que todo lo vivido fue la preparación. La dimensión de un artista se determina por su obra. Todavía tengo mucho por hacer y es así que me puedo definir como un libre pensador y autodidacta maestro de sueños que se hacen realidad”. Esas eran las expresiones que utilizaba Anselmo Lago en una publicación de 2010, en ocasión de la presentación del trabajo de sus alumnos en el Teatro Alberdi de la Universidad Nacional de Tucumán. Esa completa definición nos abre las puertas de este diálogo que mantuvo el artista, que comparte con nosotros una labor de 35 años de su taller de enseñanza.

-¿Cómo se puede armar un artista?
– El artista que cada uno tenemos dentro sale a través de un ambiente de estímulo, que genere la posibilidad de acompañar un proceso. Es fundamental la mirada artística de su maestro. Se puede aprender por ejemplo a ejecutar un instrumento como la guitarra, pero eso no es arte. Sólo se estaría formando un ejecutante instrumental sin tener en cuenta sus condiciones para el arte musical. Para ser artista se necesita una mirada interdisciplinaria. La historia está plagada de espejos en el que mirarnos, como Leonardo Da Vinci.

-¿Qué tenía Da Vinci para seguir siendo ejemplo hasta el presente?
-Él dominaba muchas artes. En ese desarrollo y expansión capta la mirada de los demás. Se trata de una búsqueda que se renueva permanentemente, pero que no está excenta de críticas o de temor ante lo nuevo por parte del resto de la sociedad. Hay que creer en ese arte para alcanzar un camino particular y único. A Salvador Dalí no le importaba que le gustara sus pinturas a la gente. A Astor Piazzola tampoco le interesaba que lo trataran de loco, y con todo eso impuso un estilo que perdura.

-¿Qué necesita un artista?
-El artista debe contar con mucho de metafísica y estímulo del entorno para no correr el riesgo de ser atomizado. Se lo moldea con su participación, instinto y esencia. De lo contrario caeríamos en el pecado del sistema. Por ejemplo, el Estado no produce artistas. Acá hay que hacer algo para forjar artistas, que no es sólo sacarlos de gira.

-¿Qué se debería hacer?
-Hay que estimular a nuestros valores con la edición de sus trabajos, para que su producción y talento llegue a la mayor cantidad posible de personas. Sería una manera de no perder esa capacidad que tienen muchos tucumanos y que quedan en el silencio del olvido de aquellos que tienen la posibilidad de tomar decisiones y establecer políticas que cambien el rumbo.

-¿Cómo trabaja en su taller para la creación de artistas?
-Hace más de treinta y cinco años que tengo una fábrica de artistas. Estimulo a mis alumnos con un criterio de libertad y expresión, en síntesis, creamos un espacio de crecimiento en el que pasan por el aprendizaje de ocho instrumentos. La idea es que cada uno de ellos autogestione su obra y que el canto esté presente.

-¿Por qué es importante el canto?
-Quien canta debe conocer muy bien los instrumentos, porque de lo contrario corre el riesgo de destruir su voz. De ese modo no es esclavo de los músicos y puede dar las directivas específicas para que todo suene en perfecta armonía. Además los voy pasando por todos los géneros, desde el folclore, en todas sus variantes, la balada, bolero y tangos, hasta la salsa. En todo eso también interviene el teatro.

-¿Con qué finalidad?
-Es de vital importancia para la construcción del intérprete. Es importante contar con las técnicas teatrales, que se conjugan para interpretar mejor la historia que toda canción tiene para contar.

-¿Además del teatro hay otras cuestiones a tener en cuenta?
-El artista es un alquimista que se nutre de diversas fuentes. Les pido a mis alumnos que lean libros, que indaguen sobre el hecho artístico, que vean películas, documentales, escuchen distintos géneros, artistas que no conocen y que marcaron una época. Es importante que acumulen conocimiento de lo existente para desde su óptica personal puedan crear cosas nuevas. Mis alumnos producen hechos artísticos. Hace treinta y cinco años que enseño y veinte que no paro de convertir a mis estudiantes en artistas.

-¿Qué opina del karaoke?
-Es de terror. Respeto que se use para diversión, pero sólo logra el efecto de destruir la calidad artística. Imagine que a una persona le toque cantar un tema de Valeria Lynch, una pista hecha para ella y con las dificultades propias de lograr imitar. Eso es destruir la voz. La imitación nunca será el camino para hacer nacer al artista que está dentro. Para ello hay que poner en juego todos los recursos que permitan liberar las emociones y la creatividad a partir de ellas. De lo contrario estaríamos haciendo hamburguesas en serie o enlatados, por hacer una comparación con lo que todos conocemos.

-¿Cuál es su primer recuerdo con la música?
-Mi mamá sintonizaba Radio Nacional y desde mi nacimiento escuchaba muy buena música de los 60 desde mi cuna. Iba creciendo dentro de esa musicalidad y cuando tenía cuatro o cinco años los regalos que recibía eran instrumentos musicales, como quenas, bombos y guitarras. Recuerdo que un tío me regaló una armónica y aprendí con ellas melodías de mis ancestros alemanes. A los 7 u 8 años una señora que también enseñaba Inglés, me enseñó guitarra. En apenas unos meses aprendí.

-¿Cuándo comenzó a tener contacto con el público?
-Todos los domingos de asados en familia repasaba mi repertorio. Más tarde, con unos vecinos de mi edad que también tenían inclinaciones musicales, formamos una especie de conjunto musical. A los 11 años ya tuvimos algunas presentaciones formales en el club de abuelos, en donde comíamos pizzas gratis. También hice presentaciones en la primaria y en la secundaria, un período de cambios en el que sufrí la muerte de mi padre.

-¿Cómo vivió ese hecho?
-Tomaba un mayor contacto con la música y, en paralelo, leía e indagaba sobre la muerte. Leí a Herman Hesse y profundizaba en la incipiente producción del rock nacional. Entraba y salía del Conservatorio de Música. De cada intento rescataba lo que me necesitaba. Hice cursos de teatro y me relacioné con bandas de músicos de mi edad y más grandes, con un algo nivel poético musical. A los 17 años protagonicé dos comedias musicales como cantante, tipo Cabaret Concert, en el Teatro San Martín. Después tuve una experiencia al hacer la música de sextetos con contenido político de un personaje de TV, Don Argentino. Allí aprendí producción televisiva con Marcelo Di Benedetto y pude entender la televisión.

-¿Recuerda el aporte de alguien más en su formación?
-Tuve un aprendizaje valioso con el maestro Salvador Rimaudo, creador de la Camerata Alter. Gracias a él extendí mi registro y aprendí muchas técnicas vocales. Fueron tres años en los que participaba de los ensayos. Nunca me presenté con ellos. Fuí suplente de barítono y bajo luego de participar de una selección de 40 personas, de las cuales quedamos tres. Para Rimaudo su formación coral estaba concebida como el ensamble de doce solistas.

-¿Cómo comenzó su vocación por la enseñanza?
-De casualidad. Un vecino que me había visto en televisión, escuchado en radio y había leído notas en el diario, me propuso que le enseñara guitarra a sus tres hijos. Cuando le dije que no sabía enseñar me retrucó: si sabés tocar, podés enseñar. Los chicos tenían cada uno un problema: afinación, ritmo y comprensión de texto. Comencé a estudiar y a trabajar en la solución de cada uno de ellos y sin saberlo, comencé mi labor de enseñanza.

-¿Desde dónde prefiere enseñar?
-Desde la filosofía oriental. Mi relación con los alumnos es maestro-discípulo. Aplico la psicología y la pedagogía, pero también prefiero basarme en la sabiduría popular y, por eso, tengo como frases de cabecera dos dichos alemanes: “cuesta el mismo tiempo hacer las cosas bien que hacerlas mal” y “lento pero seguro”.

-¿Qué balance hace de lo realizado en materia de enseñanza?
-Formé muchos artistas que viven de la música; otros que comprendieron que la música es muy importante para sus vidas y familias completas de músicos, que disfrutan de ese placer. En resumen, les dí las bases, ellos terminaron de formarse, de sacar al músico que tenían dentro.

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