Lo que muchos aseguraban que fue una estrategia de marketing lanzada durante las semanas previas a la Navidad con el objetivo de generar cobertura mediática sobre los juguetes inteligentes conectados a la red, meses después ha tomado un tinte más oscuro luego de las medidas tomadas por el Gobierno alemán sobre una aparentemente inocente muñeca de cabello platinado.
El escándalo que involucró a Mi Amiga Cayla, del fabricante Genesis Toys, con base en Hong Kong —envuelta en una investigación llevada adelante por el Departamento de Justicia de los EEUU y la Unión Europea por la supuesta recolección ilegal de datos personales de millones de niños que mantienen “conversaciones” con ellos— tomó otro calibre al compartirse que autoridades alemanas emitieron una alerta a los miles de padres que habían comprado la muñeca a sus hijas.
Una advertencia originada en Berlín y enviada por correo a miles de hogares dentro del territorio alemán instruye a los padres a tomar cartas en el asunto, ordenándoles que destruyan “con un martillo” a la muñeca en cuestión, hoy catalogada como un artículo de espionaje ilegal, luego de una exhaustiva investigación.
El pasado 17 de febrero, el Organismo Federal Alemán de Control de Redes, considerado el órgano mayor de control de telecomunicaciones del país, emitió una orden de destrucción de Mi Amiga Cayla, a la vez que prohibió su venta, compra y posesión.
Según reportes del Wall Street Journal, Jochen Homman, presidente del organismo conocido como Bundesnetzagentur, aseguró que la medida busca “proteger a los más indefensos” de la sociedad. Alemania se caracteriza por sus estrictas reglas en lo que hace a la protección de la privacidad, en parte debido a su pasado reciente, en el que el espionaje afectaba a ciudadanos en ambos lados del muro durante la era donde el país se dividía en dos.
El organismo ha puesto recientemente el foco en una nueva generación de juguetes que aparentemente todo lo ven y todo lo escuchan, en muchas ocasiones sin el consentimiento de sus usuarios o sin que estos lo sepan. Osos de peluche, autos a control remoto y robots aparentemente han invadido las habitaciones de millones de niños dentro de Alemania —y el resto del mundo— algo que ha activado las alarmas de las autoridades.
Con el objetivo de dejar bien en claro la gravedad de la situación, la Bundesnetzagentur ha alertado a quienes ignoren las instrucciones de destrucción de la muñeca en cuestión que serán multados con hasta 25.000 euros y dos años de prisión bajo el párrafo 90 de la ley de telecomunicaciones alemana.
Los padres que tengan al juguete en cuestión cohabitando su hogar deberán enviar a las autoridades correspondientes pruebas de la destrucción de la muñeca, junto con un certificado que debe ser completado por los mayores a cargo y luego firmado por una compañía designada para la recolección de los “residuos”.
Mientras que otros fabricantes de juguetes inteligentes como Mattel Inc. y CogniToys quedaron fuera de la lista negra dado que sus productos alertan a sus usuarios sobre micrófonos encendidos, la muñeca en el ojo de la tormenta permite que las grabaciones de audio sean fácilmente obtenibles por terceros con el consecuente riesgo de la privacidad.
Vivid GmbH, el distribuidor de Cayla en Alemania, asegura que la muñeca cumple con las normas de privacidad vigentes y afirma que no existen motivos para destruirla o regalarla, dado que no es un dispositivo de espionaje. El fabricante de la muñeca Genesis Toys no respondió a los pedidos del Wall Street Journal por una declaración oficial.
Algunos ejemplares de Cayla han sido donados al Museo Alemán de Espionaje en Berlín, el cual se mostró interesado en la muñeca y su posible significado histórico a futuro. La institución alberga una colección de dispositivos utilizados a lo largo de la historia para espiar, como el sistema de encriptación nazi bautizado Enigma y el Fotosnaiper, una cámara utilizada para tomar fotografías a larga distancia.
Cayla se convirtió en el primer juguete en ser incorporado al museo enfocado en el intrigante mundo del espionaje, pero expertos aseguran que seguramente no será el último.