La enfermedad transmitida por un ratón conocido en la zona como “colilargo”, con síntomas similares a la gripe, ya se cobró 9 muertes desde que se detectó el primer caso, a fines de noviembre en Epuyén. Todo el mundo allí usa barbijos y tiene mucha precaución.
A primera vista, Epuyén no parece un pueblo en cuarentena. A pocos metros, en una estación de servicio, un playero despacha combustible y saluda con amabilidad. No hay vallas, bloqueos de ruta, retenes sanitarios, presencia de la policía o de Gendarmería. Apenas el movimiento habitual de una ruta que conecta los principales destinos turísticos del norte de Chubut y sur de Río Negro.
Un lugar encantador, pero…
Sin embargo, a medida que uno avanza aparecen indicios de que algo distinto está pasando. En la oficina de turismo, ubicada a la vera de la ruta, un empleado municipal le explica a dos turistas los atractivos del lugar. Sería una escena normal para cualquiera de estos pueblos que en verano desbordan de visitantes en busca del encanto de los lagos del sur sino fuera por el empleado que usa barbijo y se enjuaga obsesivamente las manos con alcohol en gel.
No se trata de un trastorno obsesivo-compulsivo: es una orden municipal firmada hace dos días como parte de las medidas dispuestas para contener un nuevo brote letal de hantavirus. La enfermedad transmitida por un ratón conocido en la zona como “colilargo”, con síntomas similares a la gripe, ya se cobró 9 muertes desde que se detectó el primer caso, a fines de noviembre.
Pocos habitantes
En el corazón de esta pequeña comunidad de 4.000 habitantes dedicada principalmente al turismo, la sensación de crisis es notoria: la gente usa barbijo para ir al mercado, para pagar los impuestos, para sacar dinero del único cajero automático del pueblo.
“Es una preocupación grande, hay mucha gente conocida que falleció”, dice Laura, tía de una de las víctimas fatales, mientras paga una boleta. “Acá todos nos conocemos”.
Precisamente ese carácter de pueblo chico haya sido quizá la principal causa de este nuevo brote, luego del primero, ocurrido en 1996. Esta vez el contagio de persona a persona ocurrió a una velocidad que superó la previsión de las autoridades y que tuvo un origen en apariencia ingenuo: una fiesta de 15.
El primer caso
La celebración fue el 3 de noviembre de 2018 en el salón Peumayén, cerca de la costa del lago, un lugar prolijo rodeado de un jardín con flores y césped bien cortado.
Hay varias versiones sobre la aparición del primer caso, el llamado “caso índice”: algunos dicen que el primer infectado se contagió mientras recogía hongos en el bosque y entró en contacto con las esporas del virus, presente en las heces del “colilargo”; otros, que se contaminó mientras barría un galpón.
La versión más fehaciente, reconstruida por los epidemiólogos que trabajan en la zona desde la aparición del brote y relatada por autoridades municipales, es que se contagió mientras cortaba leña en una zona rural.
Lo cierto es que el hombre acudió a la la fiesta y de ahí el virus se propagó entre los allegados. Él sobrevivió, pero la enfermedad acabó con la vida de 9 familiares y vecinos, entre ellos una niña de 14 años, amiga de la cumpleañera, y otra de 16.
Preocupación
La angustia que causa el brote entre los pobladores no tiene edad. “Estoy preocupado”, dice Junior, de 11 años, parado con los pies en el asfalto sobre su bicicleta a metros del hospital local, que no atiende pacientes afectados por hantavirus, ya que todos son derivados a centros de mayor complejidad en Esquel y Bariloche: “Capaz puede morir alguien de mi familia”, concluye el niño.
Juliana, que atiende una oficina de venta de boletos de colectivos, asegura que ya no se venden pasajes y que la empresa para la que trabaja le adelantó que van a cerrar el servicio. Los campings están vacíos y hasta un polirrubro camino al lago ya puso un lúgubre aviso: “Liquidación por cierre”.
El intendente de Epuyén, Antonio Reato, reconoce que la situación es “complicada” y que los barbijos “asustan un poco”. Sin embargo, dice que su uso es preventivo y que sólo es obligatorio para quienes estén sospechados de portar el virus o para quienes estén efectivamente infectados.
Al evaluar el impacto a nivel económico de la crisis, no titubea: “Estamos peor que en el peor mes del año cuando no hay turismo”. Pese a la crisis que lo rodea, se muestra optimista: “Hace siete días que no se detectan casos sospechosos dentro de Epuyén”, dice. Pero como los períodos de incubación del virus son de entre 7 y 30 días, aún es difícil determinar si el ciclo del brote está cerca del final.
fuente. infobae