Bautista, con apenas 8 años, es sobreviviente del horror. Despertó en su habitación con los gritos del padre de su hermanita, Daniel Gonzalo Zalazar (30), instructor de artes marciales, en medio de una masacre. Fue testigo del asesinato de su mamá, Claudia Lorena Arias, de su tía que lo cuidaba desde bebé, Marta Susana Ortiz (45), y de su biabuela Silda Vicenta Díaz (90). Dos de sus hermanos, Lucas, de 11 años, y Mía, de 10 meses, también fueron atacados por este hombre y están graves, peleando por sus vidas. El agresor fue detenido cuando fue a atenderse de las heridas que le provocaron las víctimas en el intento de defenderse. El fiscal de la causa lo imputó por el femicidio de Arias, los homicidios simples de Ortiz y Díaz, y las tentativas de homicidio agravado por alevosía de los dos menores, en el caso de la beba calificado también por el vínculo.

Bautista apeló a su instinto para escapar de la muerte. Alzó a “Coco”, el perro callejero que era la mascota de la familia, y juntos se escondieron en el baúl del auto de la tía asesinada. Pasaron minutos interminables en los que Bautista quedó mudo, aterrorizado, en el habitáculo oscuro de la cochera. Tiempo después, tal vez una hora, pudo salir del baúl que había quedado entreabierto. Fue el primero que avisó del triple femicidio. Habló con un teléfono celular a su otra abuela, Mirta: “Llamá a cinco ambulancias. El Daniel mató a mi mamá”.

El llamado de la abuela al 911 ingresó a las 8.30 de ayer. Los vecinos del barrio Trapiche de Godoy Cruz, de clase media en el oeste del Gran Mendoza, oyeron las sirenas. Zulma, la primera vecina que salió a la calle, cuenta que vio a Bautista en una camioneta policial. Estaba totalmente shockeado. “No lloraba pero se lo veía como ido, callado”, describió entre sollozos la mujer.

Todo el barrio está conmocionado. “Era una excelente familia. Al asesino no lo habíamos visto, no convivía con la madre de los chicos, ni siquiera había reconocido a la beba”, dijeron vecinos. La abuela que recibió el llamado de auxilio, comentó a una vecina que el principal acusado era el padre de la bebé y que él había vuelto porque “pensaba reconocerla como propia”. Pero los investigadores sospechan que Zalazar nunca estuvo dispuesto a aceptar su paternidad. “El hombre y la mamá de los chicos discutieron, aparentemente, porque él no quería reconocer a su hija”, es la principal hipótesis que maneja la Fiscalía.

Susana, la tía soltera asesinada, a quien los chicos cariñosamente llamaban “Tuti”, se desvivía por los cuatro hijos de Claudia. Les había dado albergue en su casa y cuidaba de ellos y su mamá, la abuela “Doña Ñata”, recién operada de la cadera y que casi no podía moverse. Las tres mujeres con las que vivían los chicos fueron asesinadas. Bautista y su hermana de 13 años, que no estaba en la casa en el momento de la masacre, están a salvo y sin lesiones. El perrito Coco también salió ileso. Fue rescatado del auto por los policías que ingresaron a la casa y encontraron la escena dantesca. “El cuadro es bastante impresionante”, señaló el fiscal Santiago Garay al salir de la vivienda de Entre Ríos 1837 de Godoy Cruz.

Los peritos creen que el hombre utilizó sus conocimientos de artes marciales –es instructor de taekwondo–, para someter a sus víctimas. Primero atacó con furia a Claudia, la mujer con la que había tenido una hija hace 10 meses. Luego descargó su odio contra Susana, tía de su ex pareja que había intentado frenarlo. Y ni siquiera tuvo piedad con “Doña Ñata”, la abuela de Claudia, que estaba en su cama.

Pero para Zalazar, un santacruceño que hace 10 años se había instalado en Mendoza, asesinar a tres mujeres no fue suficiente. Por eso también hirió a su propia hija y al medio hermano de ella, de 11 años. El hombre utilizó un cuchillo que aún no fue encontrado para cometer el brutal ataque. Las tres mujeres se defendieron como pudieron y lograron lesionarlo. Por eso, terminó con los tendones de su brazo derecho cortados. Esa herida fue clave para que lo detuvieran porque, después de los asesinatos, el hombre se subió a un Volkswagen Gol gris y fue a buscar asistencia al Hospital Central de la capital provincial. Cuando llegó al centro asistencial, la Policía ya lo buscaba. Zalazar intentó burlar a los agentes apostados en el lugar y se dirigió directamente a los médicos, sin pasar por la guardia, a quienes les relató que había sido herido por delincuentes que intentaron asaltarlo. Los profesionales no le creyeron la versión, avisaron a la Policía e inmediatamente fue arrestado.

Claudia fue apuñalada en el cuello y murió desangrada. Su cuerpo quedó tendido en uno de los pasillos de la casa. Susana intentó reaccionar, pero Zalazar no le dio oportunidades: la golpeó en el rostro, la apuñaló y la dejó tirada a pocos metros de su sobrina. Finalmente el asesino fue en busca de la abuela, a la que degolló en su cama.

Aún no se pudo determinar en qué momento atacó a la bebé y al nene de 11 años, a quien apuñaló varias veces. Los dos permanecían al cierre de esta edición internados en grave estado, ambos en terapia intensiva. La beba recibió transfusiones de sangre y el nene fue operado durante más de tres horas, ya que tenía heridas en la zonas gástrica y hepática.

Sí se sabe, por las manchas de sangre que aparecieron en la casa, que el homicida buscó intensamente a Bautista, pero no lo encontró. El siguiente paso del plan macabro fue abrir las perillas de la cocina para dejar circular el gas y encender una vela. Pensó que podía explotar la casa para borrar las huellas o provocar un incendio para que las llamas calcinaran los cuerpos. Pero Bautista, escondido en el baúl del auto, ya había logrado comunicarse con su abuela y relatar el espanto.

Fuente: Clarín

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