Pablo Pérez clavó el 2-1 ante Talleres en tiempo de descuento y el equipo del Mellizo sacó nueve puntos de ventaja en la cima.

El mazazo de River; una colección de lesionados; un rendimiento con demasiados altibajos; el misterioso desgarro del referente; la apretada de la barra; sus propios hinchas, nerviosos, insultando al capitán.

Boca es puntero hace 472 días, pero camina entre las brasas del exitismo. Consciente de que la Copa Libertadores es su obsesión, como exige la tribuna, pero el bicampeonato es una obligación. Entonces, se consumen los minutos en la Bombonera y el empate tiene un agrio sabor. Aunque el punto no sea nada despreciable porque enfrente está su inmediato perseguidor, lo impulsa la necesidad de terminar con la Superliga.

Y el líder va con todo a la última pelota. Pablo Guiñazú, incansable, también. Pero llega tarde al cruce y levanta por el aire a Emmanuel Reynoso. Y el propio Bebelo remata el tiro libre. La baja Lisandro Magallán, controla Wanchope Abila y mete una puñalada en el corazón del área. Y ahí está Pablo Pérez, todavía con jet lag por el viaje con la Selección. Para empujarla a la red. Para una descarga emocional cuestionable, de frente a una platea con muy poca paciencia, pero entendible por la coyuntura. Para marcar un gol de campeonato y terminar con la ilusión de los cordobeses. Para ajustar el resultado a una realidad, la de un equipo con muchos claroscuros, pero tozudez para buscar la victoria entre tantas de las dificultades, las propias y las que le proponía Talleres, ese incómodo rival.

Boca volvió a mostrar problemas de funcionamiento, pero con su jerarquía individual volcó el partido a su favor. Cristian Pavón dejó claro que puede ser una excelente alternativa para la Selección si Jorge Sampaoli no decide su ingreso con el partido liquidado, como sucedió ante España. Cuando se multiplicaban los volantes de Talleres para bloquear los circuitos del puntero, rompió por afuera con su notable capacidad de desequilibrio. Se sacó cuatro adversarios de encima con un slalom de setenta metros, penetró en el área y le sirvió el gol a Walter Bou. Los cordobeses protestaron airadamente. En la jugada previa hubo una falta de Wilmar Barrios sobre Aldo Araujo que Federico Beligoy omitió.

Un rato antes, Pavón había sacudido el arco de Guido Herrera con un remate a colocar que pegó en el travesaño. Fue después de esos primeros veinte minutos en los que Boca y Talleres se midieron pero no se lastimaron. No encontraba espacios el campeón vigente y su escolta manejaba la pelota con criterio hasta tres cuartos con Juan Ramírez, especialmente, aunque sin profundidad.

Sin embargo, halló una pelota parada sobre el cierre de la primera etapa y no perdonó. El uruguayo Lucas Olaza metió un tiro libre picante, peinó su compatriota Junior Arias y Carlos Quintana cabeceó al empate. Fue floja la respuesta de Agustín Rossi.

A bordo de un 4-3-1-2, Boca repartió el medio, estuvo discontinuo Bebelo Reynoso en el primer tiempo, pero creció muchísimo en el segundo, siempre y suelto y a pesar de que Pérez y Nahitan Nández, desaprovechado como extremo derecho, no lo acompañaron. También, los laterales. Empujaba Boca, pero no generaba situaciones claras. Anticipaban los centrales visitantes y Guiñazú, señor de casi cuatro décadas, se burlaba del DNI. Poco ambicioso resultó Talleres en el complemento. Frank Kudelka no arriesgó con los cambios. Esperó que Guillermo moviera las piezas. Y recién a la media hora del complemento mandó a la cancha a Abila. Entonces, el estratega cordobés contestó con Nicolás Giménez. Entró bien el enganche y comprometió con algunas pelotas cruzadas. Pero no fabricó un solo contragolpe certero.

Y lo pagó con el gol de Pérez, el del desahogo, ¿el del bicampeonato?

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