Fue 1 a 0 con gol de Carlos Tevez a los dos minutos del partido.
Boca gana. Un domingo sí y el siguiente también. Por ese lado hay poco y nada que objetar. No golea, aunque en este punto tiene la coartada de la ausencia de Benedetto, su máxima referencia rematadora. Pero lo que no hace de ninguna manera, se mire por donde se mire y por mayor buena voluntad que se ponga, es gustar. Ni a propios, cuyas únicas alegrías son mirar la tabla de posiciones y relojear los problemas ajenos; ni a extraños, que se aburren soberanamente asistiendo cada semana a exhibiciones magras, casi inaceptables para un plantel al que se supone mucha más jerarquía.
“Necesitamos más fútbol”, se sinceró Guillermo hace ochos días tras el triunfo ante Temperley. Una manera como cualquier otra de decir que ni siquiera a él le satisface lo que ve. La cuestión es cómo y dónde encontrar el fútbol que desapareció con las lesiones de Fernando Gago y Pablo Pérez.
Saben perfectamente los responsables técnicos xeneizes que por nombre, situación en el campeonato, historia, presupuesto y potencial, Boca está condenado a ir a buscar los partidos. Caben en los dedos de una mano los rivales en el fútbol local que van a presentarle luchas de igual a igual. Lo normal es y será encontrarse con adversarios que planteen los encuentros con la premisa de anularlo, ya sea a partir de la presión, el agrupamiento, la espera, el esfuerzo colectivo o la combinación de varios de estos argumentos. Así, las obligaciones para abrir los caminos y darle al juego variedad, continuidad, eficacia, y por qué no también algunos toques de brillantez caen todas en las mochilas boquenses. Y sin embargo, el único punto G que el equipo logra garantizar últimamente es el que otorga la victoria.
Esta vez, ante un Banfield tan juvenil como impetuoso, tan atrevido como inocente, los Mellizos vieron en la inclusión de Bebelo Reynoso la fórmula para encontrar el fútbol perdido. A priori había poco que discutir, dadas las condiciones técnicas del cordobés, ideales para aportar buen toque de pelota, creatividad y capacidad de asociación con jugadores que hablan su mismo idioma, como Tevez, Cardona e incluso Fabra.
Lo que ya no estaba tan claro, incluso antes de asistir a la decepcionante presentación del ex Talleres, era si el reemplazado debía ser Bou. No tanto por sus rendimientos precedentes sino por una cuestión de posición y funcionamiento. Fue Tevez a estacionarse como 9, y puede decirse que cumplió ya que anotó el 1-0 en su primera aparición en el área, pero Boca continuó padeciendo la mismafalta de fluidez que arrastra desde que empezó el año.
Las razones habrá que buscarlas entonces por otro lado. Por ejemplo, en las dificultades que tiene el equipo para sacar la pelota desde el fondo con la ventaja suficiente como para que los creativos puedan disponer de segundos para pensar, cambiar el ritmo y tomar buenas decisiones. Son poco dúctiles para ello Goltz y Magallán, incapaces de romper líneas con un pase en profundidad, y algo semejante puede decirse de Nández y Barrios, impecables en el fervor defensivo pero sin participación destacable en el armado y desarrollo del juego.
Si a ese déficit se suman la superposición de funciones de Cardona y Reynoso, las intermitencias de Pavón y la desidia que expone Tevez durante lapsos excesivamente prolongados de los partidos es fácil explicar los porqué de actuaciones tan pálidas.
En su visita al Sur lo acompañó a Boca la fortuna de toparse con un Banfield en el peor momento posible para recibir la visita del puntero. Justo en medio de la serie ante Nacional de Montevideo que decidirá su ingreso o no a la Libertadores, pero además, con la perturbación que crea en el ánimo general el estado de salud de Julio César Falcioni, y una racha muy adversa de resultados. Sumando Superliga y Copa, el Taladro ganó uno solo de sus últimos diez partidos oficiales (a Tigre en Victoria, el día que se reanudó el torneo). Una estadística que deja intuir una actualidad futbolísticamente complicada, más allá de que pisen la cancha los titulares o los suplentes.
Aun así, los pibes se las ingeniaron para complicarle la noche al equipo más poderoso del país. Perdieron, porque entraron con el respeto que imponen la camiseta y los nombres que tenían enfrente. Boca aprovechó ese susto inicial, apretó el acelerador y acertó con el arco de Altamirano.
Suficiente para cumplir con la G que agrega tres unidades a la balanza y permite ver el futuro con total tranquilidad. De los otros dos puntos G, golear y gustar, por el momento ni hablemos.