Ante el desafío secesionista en Cataluña, la UE volvió a recordar que el día de la hipotética independencia los tratados europeos dejarían de aplicarse en el territorio del nuevo país.
El independentismo catalán no tiene ni un aliado en las cancillerías del bloque europeo ni en las instituciones comunitarias. A pesar de las promesas de los líderes independentistas catalanes, una hipotética independencia de la región española la dejaría automáticamente fuera del bloque y perdería desde la moneda (el euro) hasta el mercado europeo pasando por la libre circulación de personas, mercancías, servicios y capitales.
Ante el recrudecimiento del desafío secesionista en Cataluña, las instituciones del bloque volvieron a recordar durante la semana pasada que el día de la hipotética independencia los tratados europeos dejarían de aplicarse en el territorio del nuevo país.
El portavoz jefe de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, dijo el viernes que “sobre el procedimiento de cuando una región se convierte en independiente, cómo se sitúa ante la UE, nuestra posición, que es bien conocida, es la de 2004”. Schinas se refería a la llamada “doctrina Prodi” por el entonces presidente de la Comisión Europea.
Un grupo de manifestantes muestra su disconformidad en la Plaza Paeria de Lleida con el alcalde de la ciudad, Àngel Ros, que no quiere ceder espacios municipales para realizar el referéndum del 1° de Octubre.
Prodi explicó en 2004 y los siguientes presidentes del Ejecutivo comunitario José Manuel Durao Barroso y Jean-Claude Juncker repitieron después, que una Cataluña independiente se convertiría en un territorio externo al bloque y tendría que pedir su adhesión al mismo. En ese paso, cualquier país de la UE, incluida España, podría vetar indefinidamente su adhesión.
La frase que suele usar la Comisión Europea cuando algún eurodiputado pregunta es: “cuando una parte del territorio de un Estado miembro dejara de pertenecer al Estado en cuestión, por ejemplo porque se convirtiera en un país independiente, los Tratados cesarían de aplicarse en ese territorio”.
Schinas lo explicó diciendo que “la entidad o territorio que sale de uno de nuestros Estados miembros que ha firmado el Tratado de adhesión debe introducir una petición de adhesión a la UE como candidato y todos los procedimientos se aplican”.
El presidente del Parlamento Europeo, el conservador italiano Antonio Tajani, fue aún más explícito y recordó a los independentistas catalanes que desafiar la legislación española supone también desafiar la europeo: “cualquier acción contra la Constitución de un Estado miembro es una acción contra el marco legal de la Unión Europea”.
Las instituciones del bloque se limitan a ese recordatorio y aseguran que el contencioso entre el independentismo catalán y el gobierno español es un asunto de orden interno español en el que no quieren mezclarse. Tajani dijo la semana pasada que “las cuestiones constitucionales españolas son asunto de las autoridades y el pueblo español”.
A la Cataluña independentista le gusta mirarse en el espejo escocés pero este le devuelve una imagen deformada. Mientras una Cataluña independiente quedaría fuera de la UE, cuando Escocia rechazó en referéndum en septiembre de 2014 su independencia todas las puertas europeas las tenía abiertas.
La diferencia estriba en que el referéndum escocés se hizo de acuerdo con la legislación británica y tras una negociación con Londres. Una Escocia independiente hubiera tenido que aplicar para entrar en la UE, pero al haber respetado el ordenamiento jurídico británico hubiera tenido las puertas del bloque abiertas, sobre todo después de que el 23 de junio del año pasado los británicos decidieran también en referéndum sacar a su país de la UE.
Mientras los dirigentes nacionalistas escoceses son recibidos en Bruselas por los líderes de las instituciones del bloque, el presidente catalán Carles Puigdemont y su antecesor Artur Mas nunca consiguieron esa foto más allá de reuniones en el Parlamento Europeo organizadas por su propio partido político.
Fuente: Clarín