Estaba todo preparado: la mesa y sillas pequeñas, la torta con crema y confites de colores, las bolsitas de souvenirs y la ansiedad de la nena por el inicio de su fiesta. No pudo festejar como había soñado. Con tristeza en la voz, Selena Ferreyra (21), la mamá de Francesca (6), recordó el dificil momento que atravesó su hija el pasado domingo cuando, vestida de fiesta y sin entender lo que pasaba, entendió que ningún niño del primer grado iba a llegar.
“Cuando llegó el momento de irnos y levantar las bolsitas que eran para los nenes me dijo: ‘¡No, mamá! ¡Ya van a venir!’… Tuve que explicarle que no lo harían. Verla así me rompió el corazón“, dijo Selena.
Aún angustiada por ese duro momento, con la voz entrecortada, la mujer agregó: “Las madres de los nenes nos discriminan por ser pobres. Yo soy ama de casa y mi marido es mecánico, ellas son esposas de abogados, médicos y cirujanos”.
Selena dice que la suya es una familia humilde y que al momento de hacer su descargo en su perfil de Facebook muchas otras personas, varias desconocidas, le escribieron mensajes de aliento para su hija y además contaron que también se habían sentido discriminados por su situación económica.
—¿Qué pasó el día del cumpleaños de Francesca?
—Francesca inició este año el primer grado. Arrancó las clases el 6 de marzo, repartió las tarjetitas de su cumpleaños el miércoles y el domingo 17 cumplió los 6. Los padres me dijeron que sí iban a llevar a sus hijos a la fiestita, los que avisaron que no irían eran familiares míos. El domingo llegó el día del cumpleaños y no apareció absolutamente nadie. Invitamos a todos los nenes del primer grado y no llevaron a ninguno.
—¿Les costó mucho organizar esa fiesta?
—¡Si! Hicimos mucho esfuerzo para armar la fiesta, nos costó mucho. Toda la comida la hice yo, en el salón nos hicieron precio porque la dueña es amiga de mi mamá, sin embargo gasté $ 10 mil en todo. Pero pudimos hacerlo porque es nuestra única hija y valía el sacrificio. Tal vez si tuviera otro hijo no hubiera podido festejarle sus 6 añitos. También tuve la ayuda de toda mi familia y amigos, lo que agradezco mucho. Hubo gente que no pudo ir, pero estuvo presente mandando saludos—se emociona— Eso también lo agradezco.
—¿Pudiste hablar de esto en la escuela?
—Cuando fui a la escuela para saber qué estaba pasando me dijeron que no podían hacer nada fuera de la institución, pese a ser una escuela inclusiva. Dijeron que de las puertas para afuera no se pueden responsabilizar por lo que pase, que mi hija es una nena dulce, que no tiene problemas con sus compañeros, que no es agresiva como la quisieron pintar, que no golpea sino todo lo contrario… Yo sé que la escuela no tiene nada que ver y cuando la nombré (en el descargo de las redes) fue para identificar a un grupo de padres porque no sé sus nombres.
—¿Alguien dijo que la nena es agresiva?
—Si. Escribieron esos comentarios en el descargo que hice en mi Facebook. Pero no es así, es muy inquieta, pero nunca peleó con sus compañeros.
—¿Cómo siguió sus días en la escuela?
—Tuve que retirar a mi hija de esa escuela. El martes fui a Inspección (de escuelas) y la inspectora de primaria me recibió muy amablemente, buscó una nueva escuela para ella y este jueves mi hija arrancó el primer grado en una escuela pública.
—¿Por qué tomaste esa decisión?
—Retire a mi hija del colegio porque ni siquiera me dio la opción de una reunión de padres, cosa que ofrecí, pero me dijeron que no porque la demás madres no querían. Con decirte que ni siquiera me dejaron que el martes llevara una torta al salón para que comparta con los compañeros. Pese a lo que había pasado y para que ella se sienta bien hacía el esfuerzo yo hubiera preparado otra torta, pero no me dejaron.
—¿Por qué crees que las familias no llevaron a sus hijos al cumpleaños de Francesca?
—Me dejaron muy en claro que es por mi situación económica. En comparación con ellos yo soy una mujer pobre. Mi marido es un empleado en un taller mecánico y yo soy ama de casa. Ellas, en cambio, son las mujeres de abogados, de médicos, de cirujanos… Son de renombre. Ni siquiera me agregaron al grupo de WhathsApp que tienen las mamis.
—De todas maneras, pudieron festejar…
—¡Si! Con gente grande porque en mi familia no hay nenes chiquitos de la edad de Francesca porque la tuve siendo muy joven, a los 15 años, mis primos son todos adolescentes y por ende no tienen hijos. Ella es la más chica de la familia, por eso invitamos a todos los compañeros de la escuela porque eran los únicos nenes que iban a ir.
—¿Cómo reaccionó la nena cuando se dio cuenta de que los compañeritos no iban a ir a su cumpleaños?
—En el momento que tocaba guardar la bolsita no quería guardarlas y seguía esperándolos pensando que en algún momento llegarían. “¡No, mami! Ya van a venir!”, me decía. Y tuve que explicarle que no iban a llegar. Me partió el corazón. Cuando llegamos a casa se puso muy mal, se largó a llorar…—se quiebra y sigue—Por cuestiones de su vida que no vienen al caso ella va a la psicóloga y el lunes tuvo sesión. Cuando salió la terapeuta me dijo que lloró mucho y sintiéndose culpable; decía de que los compañeritos no habían ido por su culpa, lo que no es cierto. ¡Fue terrible para ella! Pero a pesar de todo, gracias a Dios se adaptó muy bien al cambio de escuela. Creo que fue algo para bien.
Francesca está contenta con el cambio de escuela. Se está adaptando y la están ayudando a sentirse bien en el nuevo grupo. “La directora y la maestra la están conteniendo. Y lo mejor es que las madres nos dieron la bienvenida a las dos. A muchas las conozco porque son del barrio“, contó Selena.
—¿Pese a todo estás conforme?
—Creo que esta escuela pública va a ser diferente porque queda a 5 cuadras de mi casa y nos conocemos entre todas las madres. Sé que son gente muy humilde como nosotros y lo único que pretenden es que sus hijos tengan un estudio, como yo pretendo para mi hija.
—¿Qué reflexión podés hacer después de lo que les pasó?
—Yo estoy con un chico que trabaja en un taller mecánico de lunes a sábados, es empleado y vivimos en una casa que es nuestra pero que necesita muchas remodelaciones. Sin embargo, soy feliz y mi hija también. Cuando fui chica tuve todo, ahora no y soy feliz. Ella también tuvo las mejores cosas del mundo y también tuvo necesidades. Lo que me duele es darme cuenta que se perdió el valor de agradecer las cosas que nos pasan. Acá lamentablemente discriminan la pobreza, pero siento que mi descargo sirvió para que otras personas cuenten lo que vivieron en esa y en otras escuelas. Ahora al menos se habla del tema. Esta ciudad tiene cosas maravillosas y también esto. Hoy agradezco que esta situación haya pasado ahora y no más adelante cuando a ella le podría afectar más… La verdad, si un padre enseña a discriminar a sus hijos ese no me parecen un buen ambiente para una criatura, para mi hija.
Mientras se producía la comunicación telefónica para esta entrevista se escuchaba que Francesca, fanática de Topa, reclamaba por su mamá. Una mujer que valientemente salió a defender a su hija que al sentirse discriminada se puso muy triste. Ahora una nueva vida escolar y social la espera.