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La cifra de habitantes de Tucumán creció censo a censo desde 1914, con la excepción del retroceso registrado en 1970, pero no lo hizo tan rápido como creció el número de mujeres en el mismo período.

Una revisión de los datos oficiales de esta provincia revela que mientras el conteo de habitantes se quintuplicó (hoy es 5,1 veces más grande), la de mujeres se multiplicó por seis (5,9 veces para ser más precisos) desde comienzos del siglo XX.

En el censo de 1914 había aproximadamente 333.000 tucumanos de ambos sexos: el del año pasado contó 1,7 millones. Más de un siglo atrás, las mujeres eran una minoría: apenas 148.000. Ahora pasaron a sumar 877.000 integrantes en 2022 (constituyendo el 51,56% del conjunto) y, además, mantienen su condición de mayoría desde hace medio siglo.

El punto de inflexión se ubica entre 1960 y 1970. Hasta ese momento, la tasa de masculinidad superaba a la de feminidad en Tucumán, al igual que en el resto del país. La sociedad cambió en aquella década de un modo significativo.

A principios de los 70 no sólo se estancó la velocidad de crecimiento de la población total llegando a contraerse ligeramente (se contabilizaron alrededor de 8.000 habitantes menos), sino que también se alteró bruscamente la composición por sexos.

En aquel contexto de depresión demográfica relacionada con el cierre de los ingenios azucareros en 1966 y la consecuente migración de obreros desempleados, poco más de 340 mujeres adicionales detectadas entre los censos comenzaron a marcar la diferencia.

En 1970 había 384.665 tucumanas contra las 384.323 de 1960, pero, como consecuencia de la crisis industrial y de otras circunstancias socioeconómicas negativas, en el mismo tiempo los varones quedaron reducidos a 381.297 individuos y, si bien luego hubo una recuperación, nunca más pudieron superar a las mujeres.

¿La superioridad de las tucumanas es uniforme en toda la provincia? No en realidad. En cuatro de los 17 departamentos tucumanos aún prevalecen los hombres, de acuerdo con los resultados provisorios del censo de 2022.

Graneros, Trancas, Simoca y Burruyacu tienen más varones que mujeres. Pero la serie histórica alimenta la convicción de que estos bastiones de la masculinidad caerán en el mediano plazo. ¿Por qué? Censo a censo se ve cómo las mujeres avanzan cuantitativa y geográficamente.

Por caso, en 2010, también había más varones en Tafí del Valle, Leales y La Cocha. Y en el censo de 2001 la prevalencia masculina se extendía por más de la mitad de las unidades territoriales de Tucumán: a los siete de 2010 se sumaban Chicligasta y Famaillá. En los 20 años que sigueron, las mujeres se impusieron en la mitad de ese subconjunto de departamentos.

La superioridad del número de hombres que sobrevive en Graneros, Trancas, Simoca y Burruyacu se sostiene por brechas mínimas, que se reducen década a década. Siempre según los datos provisorios de 2022 publicados por el Indec, en Simoca hay 17.574 varones y 17.474 mujeres: 100 personas de distancia entre ambos grupos.

En Burruyacu, la diferencia a favor de la población masculina radica en 250 personas y en Trancas, en 133. En Graneros hay 98 varones más que mujeres.

Pese a las vicisitudes que impulsaron su multiplicación, las tucumanas están, en términos porcentuales, levemente por abajo de la cantidad de argentinas registradas en el censo de 2022. Según esa medición del Indec, el 51,76% de la población es femenina en la Argentina (en la provincia, como ya se dijo, este sexo alcanza al 51,56% del total).

El incremento de la tasa de feminidad -en contraposición con el descenso de la de masculinidad- es una constante a partir de la integración de los extranjeros que llegaron al país entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX.

Como describen los informes demográficos de la época, aquellos inmigrantes solían viajar solos en oleadas de alto impacto para el tamaño reducido de la población de destino, y, con el tiempo, terminaban trayendo a las familias que habían dejado o formando otras en su patria nueva.

“La clasificación más importante y al mismo tiempo la más simple que se presenta al efectuarse un censo de población es la de dividir a esta en dos grandes grupos, integrados por los varones y las mujeres que la componen. La experiencia enseña que, por regla general, estos dos grupos tienden a equilibrarse numéricamente en un proceso natural que se inicia en el momento mismo de la concepción del ser humano”, advierte el informe del censo de 1947 (por primera vez en la historia, la encuesta poblacional de 2022 incluyó a quienes no se identifican con ninguno de los dos sexos: el 0,02% en el total del país y de Tucumán). Y añade: “a la par de que el número de varones concebidos es mucho mayor que el de las mujeres, la mortalidad de los primeros es también mucho más frecuente”.

La muerte fue históricamente “el factor de igualamiento” numérico de los sexos. ¿Qué ocurría? Los fallecimientos corregían el excedente masculino hasta llegar a una cierta paridad entre los 15 y los 25 años de edad. A partir de esa franja etaria, comenzaba un desequilibrio inverso, es decir, prevalecían las mujeres sobre los varones, en particular en los centros urbanos.

Los fenómenos contemporáneos desafían los criterios aplicados al análisis y la comprensión de la composición de la población por sexo, perspectivas que se están adaptando al aumento generalizado de la expectativa de vida; al impacto de la tecnología; a los reclamos de las minorías y a la transformación del rol de la mujer.

El avance de la tasa de feminidad es sorprendente si se considera un dato del censo de 1980: sólo el 34% de las mujeres solteras trabajan o buscan trabajo en la Argentina. Además, ocho de cada 10 que habían constituido un matrimonio se dedicaban a la atención de sus casas. “Entre las casadas, el 20% del total forma parte de la población económicamente activa: las otras 4.213.000 no trabajan”, precisaba el informe redactado hace 42 años.

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