Lo bautizaron William y hasta hace pocos meses le decían Bill. Vivió con su secreto siete décadas hasta que lo confesó a su esposa e hijos. Qué sentía y el proceso interno que lo llevó a operarse
Su niñez fue confusa. Su pubertad, una tortura. Sentía las hormonas que se manifestaban en su cuerpo. Evitaba mirarse en el espejo, aún para peinarse. Pero cada día, él intentaba ser el mejor y más típico niño que podría ser. Creció en el suburbio de Fanwood, en Nueva Jersey. Jugaba deportes y estudiaba duro. Y a pesar de que sentía que Dios no hacía caso a sus plegarias, acompañaba a sus padres cada domingo a la iglesia.
Cuando se convirtió en un hombre, a los 20 se casó con su amor, Linda. Se graduó en Princeton y comenzó un posgrado en ingeniería mecánica. En la escuela de medicina se convirtió en un cirujano ortopédico y un ejecutivo de negocios. Trabajaba 18 horas al día. Daba seminarios alrededor del mundo, patentaba nuevas prótesis para rodillas e iniciaba su familia.
Todos esos años nunca dejó de pensar en lo que enterró. Tampoco qué pasaría si… Pero al mismo tiempo, sabía que era un secreto que nunca saldría a la luz. Le costaría todo lo que había logrado
Hoy, los médicos y científicos descartan la idae del ambiente en que crece un niño como condicionante para que una persona sea transgénero. La mayoría concuerda en que la anatomía sexual, la orientación sexual y la identidad de género son el resultado de un proceso de desarrollo en el cerebro del feto. Las hormonas, en apariencia, juegan un papel esencial.
Bill Rohr conocía esa diferencia. Se sentía mujer, creía que era mujer, pero también se sentía atraído por las mujeres, razón por la cual se cruzó con Linda Sue Schwingel. Vivían a tres kilómetros de distancia en Fanwood e iban a la misma escuela secundaria. Bill invitó a Linda a su baile de promoción. Pero debieron pasar varios años para que estuvieran juntos de nuevo.
Durante años tomó el suplemento de hormonas, pero entendió que sus reacciones tenían que ver con la evidencia de que él era transgénero. Entonces tomó una decisión drástica: dejó de tomarlas. Y fue más allá: comenzó a suministrarse hormonas femeninas, estrógeno y progesterona, sin decirle nada a su médico o a Linda. Todos a su lado notaron el cambio.
El 17 de febrero, Kate Rohr finalmente se operó. Hizo lo que deseó durante toda su vida. Cambió la anatomía externa de su cuerpo de hombre a mujer. Fue el cinco por ciento del viaje, pero un cinco por ciento muy importante.