Por Gustavo Díaz Arias* para Diario Cuarto Poder / La magia del teatro. Recuerdo que tenía diecisiete años cuando mi hermana mayor me llevó a hacer teatro con Rafael Nofal, ella aducía que era el mejor modo de perder mi timidez. Pasé dos hermosos años con Nofal, pero nunca me animé a salir en público.
A los veinte años estaba viviendo en Buenos Aires, retomé mis clases con un profesor en la Avenida Dorrego, en Chacarita, lo hice por un corto período de tiempo. Al mudarme a New York estudié durante otro año más con un profesor de Brooklyn.
Cuarenta y dos años después vuelvo a las andadas, y estoy con alguien que me está trasmitiendo paz, seguridad, confianza, y una alegría que antes no la había experimentado. Me pregunto si esta vez lograré vencer mis propios demonios y presentarme en público.
No lo sé, lo que sí sé, es que deseo que conozcan a la persona que me está haciendo disfrutar de unas maravillosas clases de teatro. Los dejo con el actor, profesor y director responsable de ‘Jardín Florido (lo que subyace)’, la obra que está en escena en la sociedad Francesa, él es Carlos Correa.
—”Jardín Florido (lo que subyace)” se presenta por última vez el sábado 16 de abril alas 22:00h en la sociedad Francesa. Seguramente tuviste un objetivo el día de su estreno: ¿Pudiste alcanzarlo? ¿Qué sensación te queda ahora que está llegando al final?
—Un proceso creativo, en el teatro, casi siempre comienza con una intención o algunas ideas, y a veces eso va mutando con el correr del tiempo. Yo empecé, a mediados de 2020, a juntar material sobre los años 70 en nuestro país, para su posterior escritura, pero lo que escribía me parecía acotado para lo que quería expresar.
Entonces tome de base un texto que ya había trabajado hace muchos años donde hablaba sobre los desaparecidos, con un artículo sobre prótesis ortopédicas, seleccionando las frases necesarias.
A este texto le agregue otros, siguiendo el mismo procedimiento. Convoqué al elenco 8 meses después, cuando ya tenía un borrador del texto, un recorrido del relato. Luego siguieron 6 meses de ensayos, hasta llegar al estreno. Si bien tenía la intención de conmover desde que comencé en 2020, como hacerlo dependería de los recursos teatrales que se probarían en los ensayos.
Finalmente descarté una gran cantidad de texto, elementos y acciones que probamos, porque el relato fue comprimiéndose en pos de una mayor efectividad en lo que queríamos expresar.
Paralelamente, el espacio escénico fue abriéndose cada vez más y dando más contundencia aun al relato principal de la obra. Pero lo que más se trabajó fueron las actuaciones, Alejandra Páez Salas y Martín Lombardelli debían sostener cinco tipos de actuaciones en distintos tonos, para dar cuenta de los diferentes discursos sociales que componen la obra. Esos tonos actorales fue lo que más se sometió a prueba. Había que construirlos en su decir y en su gestualidad.
El objetivo al llegar el estreno era que todo el conjunto: Espacio, texto y actuaciones pudieran conmover, recurriendo a la pura metáfora. Por la devolución del público eso se logró con gran intensidad.
Mi sensación en este final de temporada es de una enorme satisfacción por haber encontrado un elenco sensible y muy dedicado, muy comprometido con el trabajo, con el que di vida a estos personajes. Disfruto mucho verlos en escena haciendo lo que nos propusimos, y disfruto mucho la reacción del público ante eso.
—La obra ha sido un éxito todos estos meses, por qué se levanta. Existe la posibilidad de vuelva a estar en escena.
—Paramos por unos meses por compromisos laborales del elenco. Vamos a volver en cualquier momento.
—¿Qué deja “Jardín Florido (lo que subyace)” en tu vida?
—El haber expresado, a través del arte, mi opinión con respecto a una etapa nefasta de nuestra historia nacional.
Además, la construcción de la realidad, y la subjetividad, que se nos impone con el fin de asegurar un modelo social basado en la desigualdad. Desde mi punto de vista, se adiestra un individualismo ciego capaz de masacrar todo aquello que le resulte ajeno a sus intereses.
Esta construcción perversa, cuyo grado más alto se dio en la década que relatamos, cambió de forma, sin perder sustancia, en la actualidad. La nominación del otro como culpable de nuestros males sigue tranquilizando algunas conciencias, en la idea de que al nombrarlo me diferencio y no soy eso.
Pero esa diferencia solo existe en miserables modos de confort, o en infantiles e inquebrantables nociones de patria, familia y religión, que dan sensación de pertenencia a un sector de gente “de bien”, que “hace lo que tiene que hacer”, o sea obedecer.
—Para los que aún no la vieron, una reseña de lo que es “Jardín Florido (lo que subyace)”
—Es una obra que apunta a la emoción, a producir distintos estados en el público, a través de las imágenes, el ritmo, el texto y el espacio. La obra construye su dramaturgia con extractos de un manual de jardinería y un artículo sobre prótesis ortopédicas, publicidades, letras de canciones, recetas de cocina y leyendas urbanas de la década de los 70. Un conjunto de textos que no tienen origen dramático, pero habilitan un “atajo poético” para describir el horror, acudiendo a distintos lenguajes de actuación, que dan cuenta de los diferentes discursos sociales de esos años. Estas actuaciones, además, construyen múltiples espacios, cargándolos de simbolismos.
—¿Cómo afectó la pandemia en tu trabajo?
—En principio como a todo el mundo, tenía que quedarme en casa, y si bien tenía la posibilidad de escribir, necesitaba el encuentro con mis compañeros, necesitaba poner a prueba las hipótesis del texto y al no poder hacerlo eso me produjo ansiedad. Lo que hice fue armar algunos proyectos, como para pasar el tiempo, pero necesitaba, y extrañaba, la ejecución de esas ideas.
—Vamos a otra cosa. Cómo es vivir la mitad del tiempo en Buenos Aires y la otra aquí en Tucumán. Si tuvieras que elegir, dónde te quedarías.
—Cada vez más fácil, lo vivo con naturalidad. Mi plan es quedarme a vivir en San Telmo (C.A.B.A.) definitivamente.
—¿Estás preparando algo para presentar en teatro?
—Quizá reponga La lechera, que es una obra que disfrutamos mucho.
—Sé que más que actuar o la docencia, te gusta dirigir, entonces, cómo es que de pronto estás dando clases de teatro en la Casa de la Cultura de Tafí Viejo.
—Me atrajo el proyecto, terminar los tres meses de clases con una obra de 20 minutos, me gusta mucho dirigir. Además las clases sirven para desarrollar conceptos.
—¿Tenés algún método especial de trabajo?
—En principio, hago que los actores se relajen y se alejen de sus primeras composiciones. Tengo mucho cuidado en esta etapa, porque la sensación de exposición suele ser muy grande, trabajo mucho la confianza que deben tener con la dirección, sobre el vínculo que establecemos. Yo dirijo principalmente actuaciones, es mi principal ocupación, la gestualidad, el ritmo, el goce en el juego. El trabajo sobre el espacio se va armando paralelamente en mi cabeza, como así también la iluminación que la escena necesita, su musicalidad y su musicalización, sus colores.
—¿Qué directores admiras de Tucumán o de Buenos Aires?
—Trabajé con Pompeyo Audivert, lo vi armar una puesta en escena desde cero, porque actué a su lado y bajo su dirección, además de haber estado cinco años actuando en su estudio, adhiero a su forma de producir teatro, a su poesía en escena. Ricardo Bartís, por su intensidad, su talento creativo y su dominio de la escena. Ruben Szuchmacher, con quien estudié y me aportó su prolijidad y minuciosidad en el trabajo de puesta en escena.
—Cómo escritor, sobre qué temas te interesa escribir.
—El deterioro que produce el paso del tiempo, la muerte, la desidia, el querer ser y no poder, el deseo, el amor, la soledad, el vacío.
—Una obra de teatro que le recomendarías leer a todo el mundo
—“Un tranvía llamado deseo” de Tennessee Willams, y “Los derechos de la salud” de Florencio Sánchez.
—Para los que no se quieran perder la última presentación de Jardín Florido, que seguramente será a sala llena, como viene sucediendo, dónde pueden comprar sus entradas
—Felizmente, ya están agotadas.
Datos del autor
Carlos Correa es autor de “Las quietudes” 1° Premio Dramaturgia Regional INT, “Las calles laterales” Mención del jurado Nexo 2004, “Garabatos” 1° Premio Bernardo Canal Feijoo, “La duda” Mención del Jurado Dramaturgos NOA, “La lechera” obra ganadora Fiesta Provincial del Teatro Tucumán 2015 y otros textos.
Estudió con Pompeyo Audivert, Ricardo Bartís, Dramaturgia con Patricia Zangaro y Puesta en escena con Rubén Szuchmacher. Cursó el Taller de Artes Plásticas y la Carrera de Teatro de la Facultad de Artes-UNT. Realizó seminarios de perfeccionamiento con Mauricio Kartun, Ricardo Monti, Marcelo Bertuccio, Marco Antonio de la Parra, Alejandro Tantanián y Norberto Laino, entre otros. Inicio su actividad teatral con Raúl Reyes.
Sus trabajos recientes como actor fueron Muñeca, de Armando Discépolo, y “Urdaestallido”, sobre textos de Alejandro Urdapilleta, ambas con dirección de Pompeyo Audivert. Dirigió la mayoría de sus textos y de otros autores como Roberto Arlt, Florencio Sánchez, Armando Discepolo, W. Shakespeare, y otros. Participó en Festivales nacionales e internacionales. Realizó teatro escuelas urbanas y de montaña de todo el NOA. Enseño teatro a chicos en situación de calle, en centros vecinales y en internados de menores. Realizó Intervenciones Artísticas en distintos espacios públicos. Publicó sus textos en diferentes ediciones, como así también artículos sobre teatro.
*Escritor