Por Fabián Seidán – Diario Cuarto Poder / El gobierno y los frigoríficos firmaron un acta compromiso para garantizar el abastecimiento en el mercado interno de 5 cortes de carne parrilleros, a precios accesibles, de cara a las celebraciones de Navidad y Año Nuevo. Pero desde la semana pasada que las costillas y el vacío prácticamente desaparecieron de las góndolas. En su lugar, pusieron cortes económicos de muy baja calidad.
Precio o calidad, no ambas
La inflación no da tregua en el país, al punto de que hoy pisa los 50 puntos interanuales, contando desde diciembre 2020. Los que más la sufren (a la inflación) son los pobres, los desocupados, los jubilados, asalariados en negro y los cuentapropistas. El resto, mal que mal, se da maña para zafar y poder llevar a la mesa productos alimenticios más decentes y de calidad durante el año.
Todos sabemos que en nuestro país rige la ley de mercado, de la oferta y la demanda; por lo que los precios varían mucho según el consumo. Y en diciembre -que es un mes de buenas ventas, porque hay mucho dinero en circulación por el pago de sueldos, medio aguinaldo, bonos y subsidios- muchos comerciantes aprovechan para retocar los precios y así tratar de “salvar el año”.
Acuerdos y controles
Para evitar eso, sobre todo con los productos de primera necesidad -como lo son los alimentos-, el gobierno nacional viene desde hace un rato tratando de acordar precios de referencias con los supermercados y mayoristas, para evitar la disparada de los productos básicos y esenciales. Sin embargo, hay algunos que se les escapan, al ser de difícil control, gran demanda y difícil ejecución.
Es el caso de la carne de vaca (principalmente de novillo) se buscó llevar a la mesa de los argentinos 5 cortes para asado para estas fiestas de Navidad y Año Nuevo; pero apenas se alcanzó a cubrir una mínima demanda, casi efímera; y cuya calidad distó siempre de ser buena.
Por supuesto, no se puede exigir que alguien trabaje o venda a pérdida algo sin que haya consecuencias. No se pude pedir que un kilo de costilla para asado cueste 550 pesos, cuando en las carnicerías de barrio el valor se ubica entre los 900 y 1.100 pesos (según la calidad). Tampoco que el kilo de vacío se venda a 600 pesos, cuando en cualquier carnicería ronda los 1.000 pesos.
Sin aplausos para el asador
Por eso, es normal que en las góndolas de los supermercados, la carne para asado que ofrecieron a bajo precio desapareció rápidamente y no alcanzó a cubrir la gran demanda. En su lugar se colocó más tarde carne de baja calidad: mucha grasa, hueso grande y gorda. El que conoce de asado, sabe que esos cortes no terminan con el clásico: “Un aplauso para el asador”.
Y es porque el gobierno prácticamente obligó a los frigoríficos y las cadenas de supermercados a acordar para no tener que recurrir a otras medidas, más drásticas. Los precios fijados fueron: costilla de asado a $549 el kilogramo; matambre, a $599 el kilo; vacío, a $599 el kilogramo; tapa de asado, a $499 el kilogramo; y falda parrillera, a $399 el kilo.
Pero todos saben que esos precios no son reales y que desde hace un rato largo, un kilo de carne para asado pasó a ser un lujo.
En nuestro país las carnicerías concentran el 70% del consumo y son las que no bajan sus precios. Ahí no hay acuerdo que funcione: el kilo de los cortes más demandados se venden a $1.000 desde noviembre. En tanto, los supermercados venden apenas el 30%.
“Plata no hay para comprar carne, menos para asado, así que la venta se va a retraer. No creo que el precio siga aumentando como algunos creen. De todos modos, es un mercado que se maneja por la oferta y la demanda y nunca nadie lo pudo controlar”, sostiene un carnicero que conoce el paño y que sabe que para comer un buen asado hay que pagar el precio.
La culpable es la inflación
La inflación está haciendo estragos en nuestro país. Nadie sabe cómo detenerla. O mejor dicho, sí saben, pero el costo político que acarrea, podría ser peor (para el gobierno), si se asumen las medidas necesarias. De ahí que se demoren tanto en acordar el pago de la deuda con el Fondo Monetario Internacional, como en aprobar el Presupuesto, o en pensar en devaluar la moneda.
Por lo pronto, lo único que sí se van a animan a implementar en 2022 es una suba tarifaria en los servicios básico como luz, gas, telefonía móvil, Internet y combustibles; y en los impuestos, como Ingresos Brutos, Inmobiliario y Automotor. En promedio sería desde los 10 a 20 puntos.
Sucede que estas medidas (subir impuestos y servicios), si bien resultan odiosas, no afectan a todos por igual, sino que castigan a los que más tienen o más consumen. Es por segmento. Por lo tanto, habrá margen para maniobrar.