“Qué quilombo se armó con esto, amiga”, le escribió a Fabiola Yáñez una de las invitadas que asistió a su cumpleaños en Olivos en plena restricciones. Fue en las primeras horas del escándalo cuando salió a luz. El mismo comentario se reprodujo más tarde en un grupo de WhatsApp que comparten cerca de veinte personas. Fabiola no integra el chat, pero es como si estuviera porque se habla mucho de ella.
El grupo reúne a un vestuarista, a una abogada y a un peluquero que participaron de la celebración en Olivos y a una docena de amigos de la noche, que hace unos años iban a bailar a Tequila y hoy se juntan a cenar en restoranes donde concurre la farándula. Ese grupo es uno de los focos de preocupación de quienes monitorean las novedades del caso. Aunque en los últimos días el chat se ha mantenido casi inactivo, sus integrantes conservan fotos inéditas, videos que podrían alimentar el morbo social y hasta capturas de conversaciones que vaya a saberse a qué manos intrépidas llegaron, escribe el periodista Santiago Fioriti.
Si tienen todo eso no podrían no conocer las minucias de lo que ocurrió aquella noche del 14 de julio de 2020, cuando los argentinos estaban encerrados y en Olivos se grababa con un teléfono el rito del feliz cumpleaños, mientras Dylan ladraba. Como dice un hombre que interactúa en ese universo: para muchos fue más importante contar y mostrar en su círculo de amistades que habían ido a la Quinta Presidencial que haber participado de la fiesta.
La convocatoria había sido personal, bajo la premisa de “un festejo íntimo, para muy poquitos”. Por qué medios de transporte llegaron los invitados y con qué permiso de circulación (solo estaba permitida entonces para un reducido sector de trabajadores esenciales) es hoy parte del misterio que deberá develar la Justicia. La mayoría se enteró de que se estaban burlando todos los protocolos al atravesar los jardines de la residencia y ver el despliegue de mozos y asistentes.
Más de uno hoy está atemorizado. Existe una caza de brujas por parte de sectores vinculados a la Casa Rosada. Primero acusaron al peluquero Federico Abraham por la filtración de las fotos. Después pusieron la mira en Stefanía Domínguez, una amiga de Fabiola de la que sospechan que quiso vender material sensible. También desconfían de Sofía Pacchi, la ex modelo que concurría con frecuencia a la Quinta, sobre todo desde que se interrumpió la relación con la Primera Dama.
La pesadilla para los amigos de la pareja del primer mandatario no termina ahí. Sus familias y vecinos les hacen preguntas desfachatadas y los periodistas les escriben por Instagram y Facebook para pedir entrevistas o sacar algún dato. Días atrás, una de las jóvenes se asustó cuando un programa le mandó un móvil, sin previo aviso, a la puerta del lugar donde trabaja. Lo que parecía una noche inolvidable se ha convertido en un karma.
Ese miedo, que algunos incentivan con profusa intención, comenzó a extenderse cuando el caso llegó al plano judicial y se terminó de incrementar cuando los concurrentes al festejo recibieron el llamado de un abogado que les ofreció ayuda y asesoramiento gratuito. Hubo cruces de mensajes entre los contactados para ponerse de acuerdo sobre qué hacer. Al menos a dos les llamó la atención la insistencia del abogado por conocer con quiénes habían compartido las fotos, cuándo lo hicieron y con qué fin, y con quiénes habían hablado del tema. Más se sorprendieron ante preguntas que no hacían al asunto y sí a sus movimientos cotidianos.
La bola de nieve es gigante y podría tornarse imparable. Es parte de la explicación de por qué el Gobierno decidió filtrar los videos. En tres domingos se realizarán las elecciones. Hay quienes sostienen que fue una forma de controlar el fuego. No resultó auspiciosa para los candidatos por el momento. Los postulantes trataron de poner la mejor sonrisa en TV, pero se los notó desordenados. Victoria Tolosa Paz, la gran elegida del Frente de Todos, primero debió suspender las entrevistas y luego no pudo más que someterse a los cuestionamientos.
Hizo malabares para defender la figura presidencial y no quedar salpicada. Se la notó expuesta frente a preguntas sencillas. Por ejemplo: ¿Usted sabe que el Presidente cometió un delito? Sus colaboradores, incluido su pareja, Enrique “Pepe” Albistur, imploran que el escándalo se detenga. Difícil. Incluso en el Conurbano profundo se habla de “las fotos” y “los videos” y los títulos en los portales de noticias ganan audiencia. Las encuestas desnudaron que más del 92% de la gente se enteró del affaire. Son más conocidas las fotos que las caras de los candidatos.
Para la oposición es una tentación irresistible. Los que decían que solo se iban a concentrar en propuestas, que son los mismos que evitaron castigar al Gobierno durante un año y medio, ahora aprovechan. Horacio Rodríguez Larreta es uno. María Eugenia Vidal, otra. La dupla trabaja con una fuerte presión. No tiene excusas para no hacer una gran elección. El alcalde eligió a sus candidatos en la Provincia y en la Ciudad y generó una serie de cimbronazos internos, en especial con la UCR, que le reprochó haber privilegiado su plan presidencial por encima del armado legislativo.
En tierra bonaerense la campaña marcha bien, según sondeos del equipo larretista, y hablan de un empate virtual. En el distrito porteño, sin embargo, Vidal no estaría recogiendo las adhesiones que pensaba cuando le dijo adiós a la Provincia. Por supuesto, tiene todo para ganar por amplia diferencia, pero la interna con Ricardo López Murphy y Adolfo Rubinstein -que parecían candidatos marginales- la complica. Hay muchos porteños dispuestos a penar su salto y su ausencia en el escenario político durante tanto tiempo. Vino a la Ciudad para arrasar en las urnas. Se verá si lo logra. Las comparaciones con elecciones anteriores serán odiosas.
Para intentar revertir la situación, hubo un ligero cambio de estrategia. A su comando de campaña solo le faltó ir a Ezeiza a recibir a Macri con pancartas de “perdón, Mauricio”. Lo querían lejos de la campaña y celebraban su viaje a Europa. En su momento hubieran preferido que no regresara. Error de cálculo. Hoy lo necesitan para retener al votante macrista tradicional y, a la vez, al que nunca se sintió enamorado por el ex presidente, pero que le reconoce haber estado parado siempre en el mismo lugar, frente a los zigzagueos de otros actores del espacio. Las fotos con Macri y con Patricia Bullrich así lo demuestran. Habrá más.
Mientras en Juntos por el Cambio crece el optimismo, en el oficialismo asoman nubarrones negros. Cristina fue la primera en advertirlo, pero Alberto es el más nervioso. No quiere ni pensar lo que serían sus últimos dos años de mandato si se produjera un revés en las urnas. “Ella está dos pasos adelante de Alberto. Nos ordena y encima ahora está poniendo la cara”, se sincera un dirigente que trabaja para que el Presidente se recupere. Salvando la distancia, a la vice le pasa como a Macri. La querían jubilar, pero sigue vivita y coleando.
La vicepresidenta mantiene su voracidad. Acaba de decir que se necesitan varios gobiernos para salir de la crisis. Por eso, aunque está enojada con Alberto y diga cosas tremendas en privado, prioriza las elecciones. Y le marca la cancha al Presidente delante de los ojos de los principales protagonistas de la coalición. “Ordená lo que tengas que ordenar”, planteó. Cristina reiteró lo que ya había dicho otras veces. Que Alberto tiene que hacer cambios en su entorno.
La diferencia es que ahora hunde el cuchillo porque ve que hay menos margen para que le digan que no. Su lupa está colocada en el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; en el vocero presidencial, Juan Pablo Biondi; y en el secretario General de la Presidencia, Julio Vitobello. Se habla poco de Gustavo Beliz. Está en el top 3 de personas que sabe todo lo que pasa en Olivos. Por eso le tiene tanto pavor a las fotos (a las fotos de la gestión, no confundir con las otras) y se escapa siempre que puede. No quiere ni que lo nombren en los diarios.
Cristina refuerza su presión para que Alberto despida a alguien pronto, como hizo con el Vacunatorio VIP. Alberto se resiste. Se ha resistido también en otras ocasiones. Hasta que lo pensó mejor y dejó de resistirse.
fuente: clarin