Rusia y Arabia Saudita rompen el fuego al mediodía de una fiesta que monta el país más grande del mundo y que mantiene atenta al universo.
Se espera, se siente, se vive. Ahora, por fin, se juega. Es la fiesta universal del fútbol que atrapa a todos, inclusive a aquellos que durante cuatro años ignoran y hasta menosprecian a este fantástico juego de la pelota, especialista en disparar pasiones aquí, allá en la Argentina, en cada rincón del planeta. Empieza otro Mundial.
A prepararse para disfrutar y sorprenderse. Detrás del telón que se levantará esta tarde moscovita, a partir de las 18 (justo al mediodía de nuestro país), aparecerán Rusia y Arabia Saudita para redondear el simbólico primer partido, con dos argentinos como atractivo singular, con Néstor Pitana con el honor de ser el árbitro del choque inaugural y con Juan Antonio Pizzi como el DT que buscará amargar amargar al anfitrión.
¿El despido del técnico de una selección candidata como España, que debutará este viernes contra Portugal, será un adelanto de un Mundial raro, extraño, decidido a asombrar desde cualquier lugar? Fue echado Julen Lopetegui, el arquitecto de esa misma España que a fines de marzo arrasó a Argentina con un 6-1 impiadoso en Madrid y que se insinuaba híper organizada. A partir de ahí, hay que creer que todo es posible. Entonces, es cuando comienza a latir con mayor fuerza el sueño celeste y blanco de Argentina.
Es esa ilusión que a puro grito aquí muchos argentinos de los 30 mil que se esperan ya cantan con toda la fuerza en la zona “caliente” de la Plaza Roja y expanden ese sentimiento tan singular revoleando sus remeras. Es la misma esperanza que envuelven los que no pudieron viajar, los que mirarán por tele desde nuestro país y desde cualquier otro rincón del mundo.
A Lionel Messi, a Jorge Sampaoli y compañía les conviene que sea el Mundial más inesperado de todos. Así, por ejemplo, podría pensarse en una Selección campeona del mundo a pesar de sus múltiples inconvenientes y desprolijidades, más allá de los tres técnicos y de los tres presidentes de la AFA en cuatro años. Dio demasiadas ventajas Argentina y en un contexto lejano a la lógica es donde más fuerte puede hacerse.
Dependerá de la fantasía de Messi. ¿Será por fin el Mundial de Leo? En el imaginario duelo de los futbolistas, de las estrellas, Leo debatirá con Neymar, contenido por un Brasil cada vez más sólido y confiable, y con Cristiano Ronaldo, parte de una Portugal a la que en los Mundiales suele faltarle consistencia. Que alguien a Messi lo ayude. Que se destapen en esta competición máxima de una vez por todas Sergio Agüero o Gonzalo Higuaín.
Aquellos que a lo mejor preguntan cuándo juegan Holanda e Italia, sin saber que esos dos gigantes no pudieron atravesar las Eliminatorias, son los que también exaltarán o condenarán a Messi según la victoria o la derrota.
Lo provoca un Mundial. La FIFA vaya si sabe el negocio fantástico que se genera alrededor de esta aventura resumida en un mes y en un día. Suenan ostentosos los 800 millones de dólares que repartirá en premios entre todas las selecciones participantes. Sin embargo, es una cifra ínfima comparado con lo aquí se mueve. Por eso no se conforma la FIFA con aumentar la cantidad de equipos de 32 a 48 a partir de 2026, en Estados Unidos, Canadá y México. Tratará de hacerlo a partir de Qatar 2022.
Todos los Mundiales son únicos. Sin embargo, este de Rusia será recordado como el primer Mundial de una FIFA que pretende mostrarse renovada, diferente, pulcra, tras los escándalos por corrupción que hundieron a Joseph Blatter. Es un mensaje de transparencia que trata de bajar el presidente Gianni Infantino inclusive al mismo juego. Por algo aquí debutará el VAR, el sistema de videoarbitraje para reducir los errores arbitrales. Pronto se sabrá si las polémicas se reducen o no.
Rusia no quiere fallar. Es también el Mundial de Vladimir Putin, decidido a demostrarle al planeta sus criticables fortalezas también alrededor de esta fiesta futbolera. No es casual que el presupuesto del gobierno se haya ampliado con otros 350 millones de dólares. ¡La inversión ya trepó a 10.800 millones!
En esa búsqueda del Mundial perfecto, aquí quieren que todo suceda en paz. Por eso la seguridad es extrema. De las amenazas terroristas de ISIS casi no se habla: se fueron atenuando en los últimos días. ¿De las andanzas de barras argentinos se hablará? ¿Hasta dónde se animarán aquí, donde son duros de verdad, donde hay penas que incluyen prisión de 8 a 15 años y multas de 3 mil a 20 mil euros?
Empieza otro Mundial. Pasa aquí, en este imponente estadio Luzhniki, que conserva la fachada desde que nació en 1956; que fue reciclado con una inversión de 350 millones de dólares; que luce a Lenin, el papá de la revolución rusa, mirando todo en la entrada desde una estatua mezclada, vaya paradoja, entre las exposiciones de los diversos sponsors de la FIFA.
Después de una ceremonia de apertura que arrancará a las 17.30 (11.30 de Argentina) y que promete ser cautivante, comenzarán a jugar Rusia y Arabia Saudita. Pero en realidad jugarán todos en todo el mundo. Y está muy bien. Así debe ser. Se trata de una fiesta universal. Eso sí, que al final sólo se hable con admiración de la Selección y de Messi.
fuente: clarín