Señales al peronismo y los límites del kirchnerismo. En el Gobierno consideran que para que la candidatura tenga sustento es fundamental la gestión económica de los próximos doce meses. El armado en proceso del albertismo, el lugar de La Cámpora y la necesidad de construir poder.
La idea está. La decisión, también. Lo que falta es que el tiempo de gestión se empiece a consumir y que en el camino la situación económica de la Argentina mejore lentamente. Sobre todo los altos niveles de inflación que sacuden a la sociedad. Alberto Fernández tiene decidido competir por la reelección en el 2023 y, lejos de esconderlo, empezó a dar algunas señales más concretas.
La última fue su expresión en un acto que encabezó en José C. Paz sobre que está transitando su “primer mandato”. En su entorno dicen que no estuvo preparado y que no fue un anuncio. Se le vino a la cabeza y lo dijo. Lo cierto es que expuso con claridad su decisión de quedarse por 4 años más en la Casa Rosada a partir del 2023.
Ir por la reelección
“Hace tiempo que ya no hay dudas de su vocación para ir por la reelección”, indicó a Infobae un funcionario de trato fluido con el Presidente. En los últimos meses el primer mandatario le dijo a algunos dirigentes de confianza que tiene ganas de pelear por la reelección. Ya no hay dudas.
Fernández propone que haya unas PASO en el peronismo y que no ocurra lo mismo que en el 2019, cuando fue Cristina Kirchner, con su dedo poderoso, la que lo designó como candidato a presidente y vértice de la construcción del Frente de Todos. Que todos compitan y los votos decidan el mejor postulante para enfrentar a Juntos por el Cambio. Es lo que cree.
Sería un fenómeno raro dentro del peronismo que alguien se anime a jugarle una interna al jefe de Estado, pero, como dijo un funcionario de su confianza, “en Argentina todo es posible”. En el Gobierno nadie sabe qué puede hacer el kirchnerismo cuando llegue la época de las definiciones electorales. ¿Jugará con un candidato propio? ¿Será parte de un frente único? ¿Se encolumnará detrás de la candidatura de Fernández?
En el peronismo tomaron las palabras en José C. Paz como una señal más que clara de la vocación presidencial. Por más de que no lo diga explícitamente, no es la primera vez que hace alusión a la posibilidad de tener otro mandato. Sus anteriores intervenciones fueron similares. Dijo sin decir, sin ser concreto y específico.
En diciembre, durante una entrevista, aseguró: “Para lo que voy a trabajar es para lo mismo que 2019: para estar unidos y que presentemos la fórmula más competitiva para ganar. Y hacerlo democráticamente con la participación ciudadana en una PASO. Si da, voy y si sirve, voy, pero no voy a priorizar mi interés sino el del Frente”.
Ese tipo de señales son las que esperaban en el albertismo para avanzar en la construcción de un esquema político nuevo y sólido que sirva para sostener la candidatura, además de buscar que haya un equilibrio de poder con el kirchnerismo en el tiempo que le queda a la gestión.
También las esperaban gobernadores e intendentes, que quieren tener mayor claridad sobre el mapa político del peronismo. Sobre todo, teniendo en cuenta que muchos de los mandatarios provinciales van a desdoblar elecciones y empezarán a diseñar su camino electoral en el final de este año.
Salvo unos pocos, en el peronismo nadie duda de que el único camino para poder ser competitivos es mantener la unidad del Frente de Todos. El gran problema es cómo, ya que la relación interna de la coalición está muy desgastada y es difícil pensar que funcione un esquema similar al que está vigente.
Mucho más después de la votación en contra del acuerdo con el FMI que hizo La Cámpora en la Cámara de Diputados. El rechazo parlamentario provocó que la Casa Rosada se convirtiera en una olla a presión llena de reproches contra la agrupación de Máximo Kirchner. Una sola frase de un albertista puro sirve para graficar el enojo: “Son la oposición. Votaron en contra de las medidas del Gobierno. Es una cuenta fácil”.
Para seguir adelante se debe volver a discutir poder y ver quiénes lideran el peronismo a partir del 2023. Un ejercicio que no ocurrió en el 2019, cuando fue Cristina Kirchner la que decidió y, en ese movimiento, encolumnó a la mayor parte del espacio político y, al mismo tiempo, concentró poder de fuego.
Además, el Presidente debe definir el rumbo de la gestión y cómo convivirá con el kirchnerismo duro. Los límites de un vínculo desgastado que ya no genera credibilidad de cara a la sociedad.
Dentro del esquema albertista hay quienes le piden al Presidente que le marque la cancha a La Cámpora y trate de ganarles terreno dentro de la estructura estatal. El objetivo es que se convierta en un gesto de autoridad que lo empodere y que sacuda la interna con el kirchnerismo de una vez por todas. Los leales le piden que le facture a Cristina Kirchner el rechazo camporista y saque de los lugares de privilegio a algunos de sus dirigentes.
Sin embargo, hasta el momento, Fernández siempre ha evitado realizar cualquier movimiento que genere confrontación o que lo lleve a protagonizar una batalla sin trinchera. De todas formas, el escenario parece haber cambiado, una vez más, después de la votación en Diputados.
El Presidente partió hacia Chile enojado con lo que había sucedido. En la Casa Rosada esperaban una abstención del camporismo, lógica después de las pocas, pero consistentes, señales que habían dado. Pero nunca pensaron en que voten en contra, al igual que la Izquierda y los libertarios. En la agrupación intentaron poner paños fríos: “Hay que desdramatizar la situación”. No pensaban lo mismo al otro lado del mostrador.
En la Casa Rosada empezaron a reproducirse los rumores de un cambio de Gabinete una vez que el acuerdo con el FMI pase el filtro del Senado. Si así sucede, ese podría ser el punto de partida de una nueva etapa de Fernández. La decisión está en él.
Ese movimiento, entienden, sería una reacción frente al desaire ultra K. Mostrar que está dispuesto a concentrar el poder y hacerlo valer en el último tramo de su gestión. Si no hay un gesto de autoridad, los propios empezarán a mirarlo de reojo y el proyecto de reelección 2023 se desinflará en poco tiempo. Hay mucho cansancio en el el peronismo del interior y en el círculo albertista.
En el Gobierno asumen la fractura interna existe y que dificulta mucho la gestión, pero que no hay futuro electoral sin la unidad a cualquier precio. Mantener el cascarón institucional es parte de una estrategia de supervivencia. Necesitan estar unidos para llegar al final del mandato sin que explote el gobierno y, al mismo tiempo, con posibilidades de ser competitivos frente a Juntos por el Cambio. Una tarea extremadamente difícil.
“Sin el peronismo unido sería muy difícil ser competitivos”, reflexionó un dirigente de confianza del Presidente ante la consulta de este medio. Aún queda mucho tiempo. De todas formas, a un año y medio de la próxima elección, ya hay nombres propios que empiezan a aparecer con la chapa de presidenciables.
Uno de ellos es el actual embajador en Brasil, Daniel Scioli. El ex candidato a presidente del peronismo tiene el deseo de volver a competir en el 2023 y está dispuesto a enfrentar unas PASO. Pero solo lo hará con una condición: si Alberto Fernández no compite. En ese caso, acompañará la candidatura del Presidente. No es opción hacerle una interna.
Otro que aparece en el radar de los presidenciables es el gobernador de San Juan, Sergio Uñac. Cercano a Fernández, ya ha dejado entrever sus ganas de ser presidente en varias oportunidades. Es, de los gobernadores actuales, el único que ha sido explícito. En su entorno dicen que quiere ser prudente, pero que esa vocación sigue estando viva.
Desde hace muchos años se sabe del deseo de Sergio Massa por ser presidente de la Nación. Pero desde que asumió la conducción de la Cámara de Diputados no se ha vuelto a referir a esa vocación. Adentro del peronismo nadie lo descarta como una opción viable para encausar las diferencias que hoy existen en la coalición oficialista,
Por el lado del kirchnerismo aparecen tres nombres que siempre giran en los despachos del Estado: Máximo Kirchner, Axel Kicillof y, recientemente, Eduardo “Wado” de Pedro.
En las últimas semanas se agrandaron los rumores de la construcción de un perfil presidencial del ministro del Interior, que se muestra moderado, nuevamente cercano al Presidente, con vocación de diálogo y con el respaldo político de la Vicepresidenta.
“Máximo presidente” es la bandera que sueñan en La Cámpora, pero dentro de la propia agrupación hay quienes dicen que es un proyecto a largo plazo. ¿La fecha? 2027. La renuncia del líder camporista a la bancada oficialista en la Cámara baja desató un sinfín de especulaciones en el peronismo anti K.
¿Cuáles? Una de ellas es que Máximo quiso desmarcarse del gobierno de Fernández y del acuerdo con el FMI pensando en su proyecto propio para el 2023. Mostrar que no tiene nada que ver con un posible fracaso de la gestión actual cuando el Gobierno deba cumplir con el acuerdo cerrado con el organismo internacional. Su futuro es una incógnita.
Kicillof es uno de los que mejor mide dentro del esquema K, aunque también ha sufrido un desgaste durante la gestión bonaerense. Aparece en el mapa electoral que ya se empezó a armar como el mimado por Cristina Kirchner con alto conocimiento en todo el país y con una indudable impronta kirchnerista.
Nombres hay. Pero las elecciones aún están lejos. El Presidente ya dio luz verde para que una vez que pase la novela del acuerdo con el FMI, sus dirigentes más cercanos tejan alianzas y construyan una estructura que lo tenga en la cima. Ese trabajo está en marcha, pero una posible fractura en el Congreso por la votación podría acelerar los tiempos.
En el Gobierno reconocen que, en gran medida, la postulación de Alberto Fernández depende de la situación económica que tenga el país en el primer trimestre del año que viene. Si Argentina sigue soportando 50 puntos de inflación anuales, será difícil que las encuestas le den bien al Jefe de Estado y que pueda consolidar una candidatura.
“Lo que importa es la inflación, que es lo que le interesa a la gente”, sostuvieron en la Casa Rosada. Es una realidad. Ningún proyecto presidencial es viable si la situación económica es crítica. El sueño de Fernández dependerá de los resultados de su gestión y de los rivales que tenga que enfrentar, tanto afuera como adentro del oficialismo.
fuente: infobae