En julio de 2018 el ministerio de Defensa de Rusia publicó una serie de videos propagandísticos en los que mostraba sus más recientes desarrollos en misiles balísticos y de crucero cargados con ojivas nucleares.
Estas “superarmas” de capacidades revolucionarias –cuando estén operativas– fueron celebradas en aquel momento por el presidente ruso Vladimir Putin como algo “fantástico” e “invencible”. “Nadie en el mundo tiene algo igual, por ahora. El sistema antimisiles estadounidense será inútil y no tendrá ningún sentido”, explicó.
“Antes de que tuviéramos los nuevos sistemas de armamento, nadie nos escuchaba.¡Escúchennos ahora!”, proclamaba Putin, jactándose luego de que si en un futuro algún país consiguiera desarrollar armamento como el de Rusia, y continuaba: “Para entonces, nuestros muchachos ya habrán inventado algo más”.
Las fuertes declaraciones y la exhibición fueron hechas en el contexto de una escalada de tensiones con Estados Unidos, que parece no dar tregua y que en los últimos meses ha barrido con gran parte de arquitectura jurídica de desarme nuclear que había sido instalada a fines de la Guerra Fría, dando inicio a una nueva carrera armamentística con armas de destrucción masiva.
El Tratado INF, firmado por las dos superpotencias nucleares en 1987 para limitar el desarrollo de armas atómicas de corto y largo alcance, quedó casi obsoleto tras la salida de Estados Unidos y luego de Rusia, y el New START de reducción de ojivas nucleares, firmado en 2010, está siendo también cuestionado.
Así, Rusia mostró el año pasado con gran pompa sus nuevos misiles balísticos Avangard y Sarmat, sus proyectiles hipersónicos Kinzhal y también los revolucionarios misiles de crucero de propulsión nuclear 9M730 Burevestnik, conocidos en occidente como SSC-X-9 Skyfall.
Precisamente uno de estos, Burevestnik, que están dotados, en los papeles, de un alcance ilimitado por la naturaleza de su combustible, pareciera estar involucrado en el misterioso accidente nuclear ocurrido la semana pasada en la región de Arkhangelsk, en el norte de Rusia, que dejó un saldo de siete muertos, numerosos heridos, un salto en los niveles de radiación y rumores sobre una posible evacuación de la zona.
Aunque la información provista por agencias rusas estatales y privadas de noticias fue en un comienzo contradictoria, las autoridades ya han confirmado que un pequeño reactor nuclear estalló mientras un grupo de científicos trabajaba en una base militar y centro de pruebas de misiles en Nyonoksa, un pueblo en las afueras de Severodvinsk. De acuerdo con medios rusos y con las agencias de inteligencia estadounidenses citadas por este país, se trataría del motor del nuevo Burevestnik
Cinco científicos y dos militares murieron en el acto, mientras que un número no especificado de personas resultaron heridas. Los niveles de radiación en la zona subieron a valores entre 4 y 16 veces lo normal por el espacio de 90 minutos, de acuerdo con el Servicio Federal de Hidrometeorología y Vigilancia Ambiental de Rusia (Rosgidromet) citado por la agencia TASS, antes de normalizarse.
Además, los 450 habitantes de Nyonoska recibieron la recomendación de abandonar el lugar mientras se realizaban las tareas de contención del incidente, aunque las autoridades de Arkhangelsk se esforzaron en destacar que no se trata de una evacuación, de acuerdo con la agencia Interfax.
Qué es exactamente un misil de crucero Burevestnik y por qué es revolucionario
Rusia ha estado probando esta arma que tiene la capacidad de llevar ojivas nucleares desde 2017 y aún dista de estar operativa, como evidenció el accidente del jueves.
Como otros misiles de crucero, tales como el Tomahwak estadounidense o el Kalibr ruso, se trata de un proyectil que tras ser disparado adopta una altitud y velocidad constante en su camino hasta el blanco. Pero además, estos misiles tienen una gran capacidad de maniobra, es decir, de cambiar bruscamente de curso para así evitar las defensas antiaéreas enemigas, gracias a sus motores a reacción y a sistemas avanzados de navegación. Se comportan en gran medida como aviones no tripulados, o drones,y su precisión es muy alta, aunque con un alcance limitado.
Se diferencian de esta manera de los misiles balísticos, impulsados por un motor de cohete y que tras ser lanzados alcanzan altitudes y velocidades extremas antes de comenzar el descenso sobre el blanco, describiendo una trayectoria parabólica. Estos proyectiles se basan en su inmensa velocidad, altitud y alcance para dar con sus blancos, pero tienen poca o nula capacidad de maniobra. Son, por tanto, mucho menos precisos pero de alcance potencialmente intercontinental.
Lo novedoso del Burevestnik, o Skyfall para la OTAN, es que se trata de un misil de crucero propulsado por un reactor nuclear, obteniendo así una autonomía “esencialmente ilimitada”, como ha dicho el Ministerio de Defensa de Rusia. Es una tecnología que, de ser dominada, sería única en el mundo por constituir una arma nuclear precisa e intercontinental, y que, de hecho, Estados Unidos ya intentó, sin éxito, desarrollar durante la Guerra Fría.
El alcance “ilimitado” se debe a que el material nuclear utilizado como combustible en los reactores, por ejemplo en los que ya propulsan submarinos, cruceros y portaaviones, solo está limitado por su degradación y no es “consumido” como la gasolina de los motores a reacción o los combustibles líquidos de los cohetes.
Pero pocos detalles se conocen de esta arma experimental, ni siquiera si será capaz de llevar también ojivas convencionales además de nucleares, y Rusia mostró apenas un puñado de imágenes en los que el proyectil se muestra parcialmente tapado por telas, presumiblemente para esconder su diseño.
Lo que sí parece claro, sin embargo, es que la tecnología no está aún dominada y que la propulsión nuclear de misiles no es un hito fácil de lograr, mientras la información sobre el accidente en Severodvinsk sigue siendo escasa y sus repercusiones impredecibles.