Un Día del Padre especial | Compartimos la publicación virtual de la compilación “Papá, te digo…” concretada por la escritora y presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE-Tucumán), Alejandra Burzac Sáenz. Trabajos poéticos.

En el prólogo de la compilación, Burzac Sáenz señala que “estamos sumidos en este tiempo en el que elabrazo, el beso, el simple roce de las manos es peligroso. Un tiempo en el que la vida se re significa porque el mundo está amenazado de muerte en todo el globo terráqueo. Desde el confinamiento obligado por una tragedia mundial, una triste pandemia,
convoque a los escritores a re pensarnos. Detenernos a descubrir quienes somos. De donde venimos y hacia donde vamos. Esta es la búsqueda que tuvieron tienen y tendrán los grandes pensadores, filósofos y escritores, el tema que llenará páginas sin que vislumbremos una respuesta cierta”.
“Y aparece el génesis, el principio. Esos dos elementos necesarios para que seamos una posibilidad, una potencialidad, una aventura universal, Papá y Mamá son más que necesarios. Sabemos que todas las palabras están pobladas de subjetividad. Está construida por la emoción que rememora. La palabra: Papá, por lo tanto, es un cúmulo de significados que van desde lo más visceral, profundo y puro a lo más obscuro, tormentoso y cargado de resentimiento, según quien la pronuncie y quien la reciba. La palabra Papá es una multiplicidad de voces golpeando en cada escritor y en cada “Papá te digo…”
lector de una manera diferente. Con su propia fuerza vital y su propio ritmo. Duele o ilumina. Ata o libera”, agrega.
Sobre el trabajo señala que “hemos propuesto este papá, te digo… para que nos expresemos desde donde podamos y exorcicemos sus demonios o plasmemos ángeles y dioses. Lo blanco y lo negro. Lo bueno y lo malo… Sin olvidar que todo es relativo, que siempre eso que emocionalmente nos une al vocablo es personal y distinto”.
“Trabajé esta compilación sin juicio ni apología. Solo intentando dejar fluir lo que nuestra expresividad derrame. Y que salga a La Luz el grito de agradecimiento o de reclamo. Pero las voces se unieron para dar gracias, para trascender desde el amor y encontrarse con esta parte fundamental del ser que es nuestro Padre”, expresa la compiladora antes de dejarnos a las puertas del deleite literario.

Poesía

El Alquimista – Alejandra Burzac Sáenz (San Miguel de Tucumán)

A Víctor A. Burzac, In Memoriam
Cuando digo papá, digo ternura.
Eran tiernos tus ojos y tus manos.
Manos de herrero, de alquimista
manos de hierro al rojo vivo sobre el yunque.
Manos de masa, golpe preciso
que moldeaba el metal y la esperanza.
Padre ¿acaso el alquimista
que logro el oro de su ancestral simiente?
¿acaso un buscador inacabable
que dominó el misterio de las llamas?
Y aquí estoy, padre, como aquel metal
sobre ese yunque, a golpe de martillo
buscando el brillo, la esmeralda
midiendo el tino y el aplomo
para ser la pieza sagrada que soñaste.
Padre, semen, vida,
Gran Maestro
que me mostraste la ciencia oculta
de la flama
en el simple girar
de aquella fragua
que en rítmico movimiento predicaba
que vencer el fuego es transmutar
y dejar que los golpes del martillo
den la forma exacta a nuestra alma.

Solo por contar estrellas – Carlos Monteros (Metán, Salta)

Caminaba y camino sin apuro
a campo abierto en las noches estrelladas,
para qué apurar el paso
si el cielo es inamovible.
Cuando niño me dijeron
tu papá se fue para el cielo
ahora es una estrella.
Siempre me faltó una voz
una sombra algunos pasos
una risa un ronquido
que lindo hubiera sido que no
te fueras para el cielo
tan temprano.
Entonces hoy si hoy
no ayer ni mañana hoy
me puse a fabricar un papá
lo hago tal cual me lo contaron
mi mamá y los hermanos mayores.
Desde mi altura al andar
en primera clase en el cajón
de manzanas, tirado por las hermanas
recorrer varias cuadras
por la inmensidad del patio,
comer cocos, higos y nísperos
que por maduros caían
para qué pelarlos si estaba limpia la tierra.
Crecí como muchacho
como hombre un hombre
y ahora por estos años
ya camino como anciano
mi espalda está encorvada
por los calores los dolores los fríos
las penas las alegrías
las ausencias
que se colgaron de mi alma.
Nunca te extrañé papá
jamás dejé de buscarte
aún en las madrugadas
mirando hacia el cielo siempre
por las dudas te encontraba.
Si alguien quiere saber porque
salgo a caminar
mirando el cielo en las noches,
yo solamente respondo es
Solo por contar estrellas.

A Joaquín Fernando González Torriglia – Cecilia Glanzmann (Trelew, Chubut)

A Horacio, mi hermano.
Un día como hoy te fuiste, papá,
te fuiste fugaz, calladamente.
Te llevaron los ángeles azules
que te vistieron de luz
para el repentino viaje.
Un día como hoy te fuiste, papá,
pero quedó tu esencia
con nosotros.
Ya más de medio siglo…
y tu mirada es nuestro universo
para el cielo de estrellas que nos guían,
para el trigal maduro semillando en otros
y en cada uno
los caminos…
Un día como hoy,
poeta de ternuras y de juegos,
de dolores ardientes por tan humanos yerros,
Joaquín Fernando amado y bueno,
cáliz de valores límpidos
y de amor en dimensiones
te fuiste
te fuiste para darnos
la libertad de las pruebas,
para que te encontremos siempre
allí, donde nos esperas.

El hincha – Cristina Kreczman, (Yerba Buena, Tucumán)

Cuando cumplió ocho años
pintó su corazón… la mitad,
de arriba abajo
con un tinte de carbón
de su Colón adorado.
Asistió los partidos,
los escuchó por la radio,
leía la formación,
consultaba resultados.
Los miro por la tele
por un tiempo largo, muy largo.
Después de los ‘95
su vista se fue apagando.
Y hoy (una vez identificados)
mira los bultitos
que, con igual pasión van llevando
entre gambetas y pases
el balón hacia el arco.
Y si la suerte acompaña
y corona el “esfuerzazo”
grita fuerte, dos veces
¡Gol de Colón!
¡Gol de Colón!
Y completa su ovación
en perfecto castellano
con un soberbio, estruendoso
visceral y firme
¡Carajo!
El hincha tiene arrebol, una magia sincera…
y rituales que despliega…
Y repite mi papá,
un hincha de pura cepa,
besando tres estampitas, cerrando los ojos
(mientras reza)
—Yo siempre pido lo mismo
que gane o empate
pero… ¡por favor!..¡que nunca pierda!

Una carta al más allá – Elba Susana Juárez (Lomas de Tafí, Tucumán)

Estoy sola y casi en penumbras mi habitación,
no quiero encender la luz,
pienso que así es más hermoso recordarte querido
papá.
Recuerdo aquella mañana que me dijiste:
—¡No me lo saques, déjalo ahí!
Te referías a ese catre
que construiste con tus propias manos
y yo quería regalar.
¡Hay papito! ¡Porque no darme cuenta
que allí eras feliz!
Que desde allí disfrutabas tu mundo,
ese maravilloso mundo que vivías sin fin
¡Hay papito! Cómo no volver a esos tiempos
cuando te podía contemplar….
Y dejar que posaras tu cuerpo cansado,
después de un arduo día de trabajo,
en ese catre que tanto amabas.
Se lo mucho que te gustaba tumbarte en él,
para leer
cualquier papel que encontrabas en el paso.
Ahora que no estás aquí,
ahora que no te tengo,
quiero decirte cuánto te extraño, cuánto te amo,
que sigues estando en mis sonrisas,
en mis silencios,
en mis caricias,
en mis descontentos,
Siempre presente,
siempre muy dentro de mi corazón.

Finitud fraterna – Elbis Gilardi (Brinkman, Córdoba)

Eran las tres de la madrugada
sin embargo logramos dialogar
al amparo de los fresnos.
Mi madre nos observaba
consternada por la hilaridad de la lluvia
que empapaba nuestras palabras.
La fraternidad entre padre e hija
imprimía arco iris a los ojos humedecidos
de la mañana en ciernes.
No lograba acostumbrarme
a observarte desde la frigidez
de lo eterno.
No en vano pasaron los años
en los sueños también se perfilan
las arrugas de la finitud.
Continuaba su diáspora
la lluvia pálida y espesa.
Con cuánto desenfado ovillaba mi madre
los instantes detrás de la ventana
–ya entornada–
Por la oscuridad de los párpados.

El retorno – Ernesto Rojas (San Miguel de Tucumán)

A mi padre
Algunas veces recuerdo el rostro adusto
de mi padre
hombre de batallas ganadas en silencio
algunas veces recuerdo que en su copa de vino
moraba la tristeza y la templanza
y en ese caballo de la misma sangre
se ahogaba un lenguaje que no entiendo
en pocas palabras había surcos
que dejaron sus heridas,
algunas veces no recuerdo
esas heridas sobre los mismos fantasmas
que alumbraron a destajo
la raíz galopando el trueno,
aunque me devuelva a mar abierto
la bruma de los años
algunas veces recuerdo
cómo construía nuestra casa
con el afán de un hornero blanco
caído de los cielos,
y debajo de su siglo cada noche moría un pájaro
que hacia saltar la sangre del mundo
en su mirada
algunas veces recuerdo que no tuve hijos
y lo que queda de mi
es eso solamente.

¿Qué pensabas? – Estela Porta (Tafí Viejo, Tucumán)

A José Ángel Porta, in memoriam.
Fuiste esa gota de padre
derramada
en el milagro cotidiano
de tus pasos hondos por la casa
esa silueta concentrada
de hombre pensante
solo
luz y sombra en el crepúsculo
del patio
y en esa hora tristona me suceden
tus ojos pardos emboscados
por pestañas largas
poco a poco cubiertas de cenizas
¿qué pensabas
mirando al sur
con tu jarro de esperanzas cocidas
olorosas a poleo y a burro?
¿qué pensabas
en la soledad de tu cuarto
de unicornios y pegasos
y los caballos reales de los indios bravos?
¿y peces voladores y duendes
de la Italia de los nonos?
tu otoño de buen tipo
nos crujía amarillo y manso
como un río de hojas melodiosas
el preludio de la sinfonía
de la nieve
sobre las ondas marcadas de tu pelo
minuto a minuto
más ensimismado
sabías que el agua tiempo
se reía de tus dedos
¡y no poder hacer nada!
el árbol de la vida resiste
se tambalea pero resiste
no quiere morirse pronto
nunca queremos morir
nunca moriste papá
mientras mi canto
te diga te pronuncie
mientras la boca te cuente
te reinvente
a los oídos del viento
en Tafí Viejo vivió José
demiurgo
que supo manejar el rojo vivo
en la Fundición de los Talleres Ferroviarios
resistiendo
hasta el final de ese cuento abierto
hasta tu último gesto de leer
esa madrugada recostado
sereno
y sigues aún leyendo
entre las nubes
esos libros que a veces
no encuentro
en los estantes ardientes
siempre se acuerda de vos
mi biblioteca
donde clavo en cruz este poema

Epístola – Fernando Salazar (Galvarino, La Araucanía. Chile)

Pan amasado,
mermelada y mantequilla.
Mate amargo,
guitarra,
poesía.
Tarde,
lluvia
y rabia
inmanifiesta.
Afuera, todo
convulso,
como incubando
una revuelta,
o una amenaza
mortal
amenazase al mundo.
Tu serenidad,
contrasta con la pena
de no poder acompañarte
día a día,
porque las responsabilidades,
para no repetir patrones,
defectos
de herencia.
La jaiba y sus tenazas
no retrocede,
avanza
inmisericorde,
a pesar de tu sonrisa
y tu mirada bonachona.
Lloro solo,
a veces,
en silencio,
la impotencia no da tregua.
Tengo mis dolores, viejito,
mis penas.
Qué ganas de pedir
una guía,
un consejo.
Pero me conformo
con tomar
tus manos,
que guiaron mis pasos
y señalaron
un camino de acordes
y alegría.
El canto
no ha callado,
tampoco tu guitarra
y tu risa
sigue estando
presente en la tertulia
de los viernes.
¿Si canto?
¡¡¡Soy el hijo de Jaime!!!
¿Qué prefiere usted?
¿Una cueca?
¿una tonada?
¿Una zamba
a contrapunto?
De esas
a dos voces…
Pero no,
padre mío,
ya no hay dos voces,
Aunque
sigo
cantando
A las cosas simples,
aquellas
que dan sentido
a la vida,
sobretodo,
cuando parece
que carece de sentido
¿No te parece?
Puedes estar tranquilo,
Al parecer,
no fueron tan malas
algunas decisiones
y ahora
me siento
relativamente… piola
en esta batahola.
Tus nietas crecen
hermosas,
¿las has venido a visitar?
¿conociste ya
las faldas alpinas?
¿Jugueteaste
con los rojizos
cabellos de tu lejano Federico?
¿Arropaste por fin a tu nieto?
Hermosas comarcas,
cultura e historia, papi.
Anda, ahora puedes
dar un paseo.
Yo sigo transmitiendo
el amor
por lo que mejor me enseñaste.
Pero quisiera
una noche más.
Permíteme afeitar
tu rostro
alguna otra vez,
sólo una más,
para acariciarte
como mereces,
para poder
abrazarte y besar
tu rostro,
una vez más.
Y no me retes,
si fumo un pucho.
Prometo beber
una copa
de carmenère a tu salud,
es lo mínimo
que mereces.
Estoy bien acompañado,
mejor que nunca
y agradezco tu bendición.
Al fin saliste de la duda.
Podrías contarme
algo
desde el otro lado del río.
¿Has nacido,
como creías,
a otro estado?
La materia te ha dejado,
o has dejado la materia,
es la ley.
Pero estás tan presente.
Si hasta huelo tus asados
Y tus inigualables
guatitas a la española.
Soy un orgulloso embajador
de tu humor
diferente
y de tus inquietudes
trascendentales.
Ay, padre,
si conocieras el Templo
y sus columnas,
seguro estarías trabajando,
como siempre,
por este mundo
tan falto de amor
y no seríamos
sino hermanos.
Faltas, pero estás
en cada cosa,
cada respiro,
y en cada nota estás presente.
Podría continuar
la noche entera,
pero esperaré
a reencontrarte,
sutil,
para terminar estas palabras.
De seguro
nos volveremos a encontrar,
y espero que no sea pronto,
aún quedan cosas
por hacer,
paredes por pintar,
versos por cantar.
Cuídame,
como cuando niño
y sigue señalando el camino.
Por lo pronto,
en la mesa,
hay pan amasado,
mermelada y mantequilla.
Mate amargo,
guitarra,
poesía.
Y para el frío invierno
de La Frontera
un infaltable vino tinto
que,
con harina,
o sin ella,
beberé a tu salud.

Papá – Gloria Mazza

Por tus brazos sostenida,
siento tus cansados pasos…
Después de un día de rutina me trasladas
de tu cama a la mía.
¡Cómo me gusta sentir que llegaste!
Sentir que estoy en tu lugar.
Haces la vuelta de tu trabajo a casa
mi esperanza.
¡Gracias, papá!,
por los momentos que me regalaste…
Siempre, así
te voy a recordar,
Siempre, así
voy a estar.

Unidad temporal – Honoria Zelaya de Nader (San Miguel de Tucumán)

In memoriam: Francisco A. Zelaya Colombres
La mujer que hoy hilvana estos versos
lejos está de aquella niña
que en siestas obstinadas
bajo la sombra estival de una higuera
habitaba palacios orientales,
viajaba en alfombras voladoras,
interrogaba a Aladino
y sin sombras ni temores,
dueña del mundo y de milagros
abrazaba a su padre, quien
desde las almohadas de
sus brazos le enseñaba
el mágico alfabeto.
Lejos de ella también están
pero muy dentro, las láminas
de un naranjo con azahares,
la cría de gusanos de seda
en una caja verde, las ásperas
hojas de moreras, un anillo
con sello, unos ojos intensamente
azules, un andar de paso firme
con recuerdos militares,
más su lucha cotidiana por
vencerse a sí mismo.
Lejos está de aquella niña
la robusta figura de su padre
pero ¡qué cerca late hoy su legado
de credo, sangre y fortaleza.
Borges ha escrito:
la memoria es la triunfal
derrota del tiempo.

Cosecha – Imelda Trejo De Molina (Santiago del Estero)

Padre… tu me sembraste
en el surco fértil de mi madre.
Desde allí su voz varonil
con ternura se la escuchaba
meciendo con cantos improvisados
la cuna rosa idolatrada.
Donde yo, danzaba feliz
vestida de amor en las entrañas.
Con entusiasmo contabas
las nueve lunas lejanas.
Pero al final… la risa se hizo llanto.
Llanto, de lagrimas brillantes
como el sol que alumbra la mañana.
Un grito hizo eco en el silencio
de la acogedora sala.
Nació mi palomita amada.
Hoy evoco al padre mío
sin dimensión de tiempo ni distancia
porque entre nosotros
no cambio nada.
Se, que soy la savia indestructible
de tu sangre, esa que dejaste
como espejo reflexivo
en el fulgor de mi eterna mirada.

Padre pescador – José Luis Frasinetti (Gral. Belgrano, Buenos Aires)

Era de pescador
andar los pastizales por el río
con la caña en el hombro
de allí salir a un tiempo
que es sin tiempo
bajo las cinacinas
donde murmura o canta
silba bajito
buscando
algún dilema entre las hojas
era de pescador
armar la caña
el reel
poner la tanza
encarnar el anzuelo
cortar lombriz cuchillo
armar otro cigarro de rutinas
con palabras de fuego
o de ceniza
dice en tabaco
el tiempo de la espera
se fuma en espirales el cansancio
mientras vuela una garza
mientras bebe ginebra
y mira en boyas
la desazón del agua
entre los juncos
cuando llega la noche
sus pasos vuelven a orillar mi mundo
y el río hechiza en verde su mirada.

Padre, criador de gallos de riña – José Luis Frasinetti (Gral. Belgrano, Buenos Aires)

Cuando yo era un assel para tus ojos
vos andabas el patio de mi infancia
con tu estatura etérea
de calcuta
eras el macho alto que heredaba las nubes
eras un poco el árbol y la huerta
donde andaban los gatos
jugando entre un temblor de mariposas
entre las rosas lilas de mamá
no dolían tus púas
y me sentía pollo de tu abrazo
padre que andabas
limando el espolón a mi poesía
debajo de algún viejo limonero
donde silbabas
triste
una canción ignota
vos andabas la siesta
punteando los terrenos de la muerte
heredándome el cielo de tus gallos
para sentir la tierra
por tu sangre
cuando yo era un assel para tus ojos
vos andabas la vida
andabas las barrancas de tu río
con tus cañas al hombro
con el gallo de plata de la luna
volvías a la casa
y el aire olía a río
me traías el perfume de la menta
y la piedra rossetta de tus ojos profundos
y la calma infinita de los cardos
el orden más azul de las estrellas
en tus sueños de padre pescador
no dolían tus púas
sin embargo
a veces tus abrojos traducían
mi tristeza de niño
por los cuartos
la vida era tu riña con la muerte
y andabas
acechando
desafiando
y la vida era un fósforo
para entender
ay padre
lo efímero del tiempo
cómo duele el silencio de esta casa
allá
en el gallinero de otros cielos
tus gallos
me iluminan
todavía.

Mi quijote – José Onías Cuellár Calderón (Neiva, Colombia)

Me enseñó que el miedo no existe,
retando las aguas del río Magdalena
sumergiéndonos en sus turbulentas corrientes
y sujetado a su fuerte cuello, tenía cinco años.
Heredé su tono de voz, su mirada descubridora,
el amor por los animales, la naturaleza, la pesca,
la aventura, siempre ocupaban sus manos.
Apenas adolescente fue viajero,
retó al mundo, el Ariari, la costa,
el sur, Brasil, a Primo Carnera.
Aprendió a descubrir el universo.
Conoció a mi madre, su mayor logro,
nueve hijos, entre ellos, nací.
De su mano conocí árboles,
caminatas de historia,
amaneceres en el valle de sus andanzas.
Este, mi quijote, era fuerte, vida entera.
Amigo de los amigos
con ellos bohemio, prístino.
Con la palabra justa, de carácter,
con mi madre cinéfilos,
amantes de Evita y Gardel,
con su quena
y la zampoña decodificó el mundo
Y lo puso a mis pies para que lo tradujera.
Mi padre, mi quijote vive en mis palabras.

Tan simple y tan grandioso – Lucía, Ramírez (Juan Bautista Alberdi, Tuc.)

Dedicado a mi padre, Domingo Ramírez
¿Por qué tardé tanto en escribirte papá?
¿Será que tu partida nunca quise aceptar?
Pasaron 28 años que físicamente no estás,
fue tanta la vorágine de la vida,
que no me detuve a pensar,
como cerrar la herida que tu partida produjo
un dolor sin igual…
Y a la vez la tranquilidad de saberte en paz,
admiro tu fortaleza, para aceptar tu destino,
de no mirar para atrás,
quedaste huérfano tan pequeño
de sentir la rudeza, el maltrato y la pobreza
de confundir tus lágrimas con sonrisa
de tener la capacidad de perdonar
a quienes se apoderaron
de lo que tus padres te dejaron
tierras, casas, animales, galpones…
Porque la avaricia de arrebatadores
pudo más, que permitirse ser tus protectores
y tuviste la templanza de no darte por vencido
aunque tu piel y tu corazón estaban curtidos
por el tórrido verano y los días escarchados del invierno
pero no perdiste la esperanza
trabajador como pocos,
conciliador en las disputas
callado ante la ofensa.
Educado, respetuoso y honesto a toda prueba
hoy me taladra la idea,
al imaginar cuantas cosas callaste,
cuál fue el dolor que llevaste a la tumba
díselo al todo poderoso,
porque yo te amo y te recuerdo
como un padre, ¡tan Simple y tan Grandioso.

A mi padre – Manuel Rivas, (Las Talitas, Tucumán)

Tu risa de amigo merodea
mi recuerdo aún tangible,
todavía vivo en mi mente,
de tu persona, de tu ser.
Ya no eres, ya no estás…
Certezas firmes como sentencias,
como implacables designios
de un dios que tira sus dados.
No tendré tu abrazo paternal,
tu voz de aliento, tus palabras,
esas muletas que me sostenían,
que evitaban mis caídas.
Por eso me ato a un hilo de oro
que me sostiene desde lo alto;
sólo allí puede estar tu alma
alegre como una pirueta.
Me propongo traerte de nuevo,
recrearte en escenas, en pasajes,
en momentos de felicidad
que nos regalaste sin saber,
sin querer, porque sin culpa
viviste sin saber amar.
Improvisaste aquello que nunca
te dieron en esa simple edad
en que abundan los sueños,
como las ilusiones más grandes
que reinventan el mundo.

Ángel – María Rosa Fernández

Agosto te ha llevado.
Lentamente te entregaste,
al camino sin retorno.
Un sol radiante te acompaño.
Así fuiste vos.
Luminoso, ser querido.
Viviste intensamente,
hasta el ultimo momento.
Asombrada me quede,
del amor que tu sembraste.
Sencillo trabajador.
Creciste como pudiste.
Entre el campo y la ciudad.
Tu querido chámame,
allá arriba lo escucharas.
Mientras escribo estas líneas,
recuerdos vienen a mi.
Por ratos huérfana me siento.
Los naranjales del patio,
el gato que has dejado.
Igual que yo el te busca,
y te espera en el tejado.
No pasaremos este año nuevo
como siempre lo hacíamos.
Me dejaste un vacío.
Te guardare en mi alma,
mi lindo viejo, querido.

A mi padre – María Rosa Ledesma (Santiago e Estero)

Con el tiempo detenido
en la sombra del parral
anuncias el aperitivo.
Pones en la mesa el pan, el queso
el jugo de las uvas maduras
la fruta de los olivos
–rituales inigualables–
Y repartes la alegría de la vida
en tu voz serena confiada del deber cumplido
mástil que nos afianza en tempestades.
El aroma a comida devela
los secretos ancestrales de mi madre.
Marco de la postal perfecta.
Tu juego preferido
el silencio ajedrezado
tu templo
tiempo interminable de lectura
tu disfrute
acunar los nietos en tus brazos.
Y fue por la tarde
que elegiste cantar con otros pájaros.
Cuidarnos desde otro lado.
Hoy deseo nadar
en el sosiego celestino de sus ojos,
palpar en domingo sus preferidas melodías
Mozart, Beethoven o Vivaldi.
Quiero sentir abrazos
del perfume de sus árboles cuidados,
mandarinos limoneros naranjos.
Celebración de la vida
por la dicha de la herencia recibida.

Enero 2019 – María Rosa Ledesma (Santiago e Estero)

A mi padre
Enero abierto a fucilazos de sol
partido por estruendos de tormenta
Y mi corazón pariendo
–como cae el lloro del árbol–
a quien fuera su padre
Vivificando horas calladas
descubriendo secretos fantásticos
reafirmando su bonhomía
en la oralidad de un amigo
Su guitarra inseparable incita los versos
Voz de azahares sobrevuelan catedrales
aguamarina mirada puebla los cielos
Enero de albricias
Resurrección de los rostros amados.

Día Del Padre – Mirta Sema (San Miguel de Tucumán)

Hoy no cortarás las rosas del jardín
enfadadas de espinas, para tu padre
y yo, que me siento una leve flor bajo el garrotillo
no elegí un regalo para vos
en las tiendas de moda,
no pregunté por tu perfume
que huele a rosa de campo, canela y cuero,
el del frasco zafiro azul,
no almorzaremos juntos
sobre manteles navegantes de incierto rumbo
ni reiremos de nuestros espejos refractarios,
ni de tus cuentos únicos,
no llegaré a tiempo a tu celebración de ángeles
en las catedrales
con las estampitas de oraciones en tu obituario
porque me demoro en las calles
buscando tus ojos en otros ojos
y el tiempo se me escapa fugitivo
esperando la noche
para encontrarte
en la constelación que inventamos
en el incendio de la sangre.

Mi querido viejo – Mónica Nieto (Florencio Varela – Buenos Aires)

Con tus ojos de cielo
y tu paso lento,
te nos ibas yendo,
mi querido viejo.
Sin saber quién eras,
ignorando el tiempo,
impaciente de esperas.
Sin un sueño nuevo.
Ebrio de recuerdos.
El pucho encendido,
mil lunas de fuego
y soles tan fríos.
Dolores añejos
y olvidos nuevos,
te nos ibas yendo,
con tu paso lento.
En un crudo invierno,
nos dijiste adiós.
Y aunque no te vemos,
ni se oye tu voz,
siempre estas presente,
mi querido viejo,
mi rayo de sol.

Eres – Norma Cañizares, (Tafí Viejo –Tucumán)

Papá:
Todavía eres azahar brillante.
He dejado sobre el papel, el brillo
de todas las miradas luminosas,
con la caricia inalterable.
La compañía indiscutible
con toda expresiva libertad,
desde la gélida ausencia y
todavía te digo, Papá.
Y sí, he sido tan rebelde
pero cuando los veía bailar tango…
Alguien me preguntaba mirándolos
¿A quién quieres parecerte?
Respondí: a los dos sin dudas.
Sí, he sido tan inocente
hasta cuando caminaba a tu lado
y consultaba sobre mis abuelos…
Y vos cultivabas, “viejito querido”
los cálices variables…
Y me respondías: busca en los papeles…
Toma una dalia amarilla,
guarda sus pétalos en un diccionario.
Papá, te digo:
Crecí, lo sé.
Dilo, escucho.
¡Te he perdonado!
Te digo Papá: Siempre te extrañaré.
Hoy, tendrías noventa calendarios
y te recuerdo sincrónicamente.

A mi padre – Ricardo Bocos, (San Miguel de Tucumán)

Estoy bien aquí, sobre tus hombros.
Vamos de viaje hacia una misma esencia
porque soy el último suspiro de tu sangre
que descalzo anda por los campos de luz.
Eran tus palabras cargadas de presente
visitando los pasillos del ayer,
olorosos de jazmines y jarras de vino
en fiestas que no sucederían.
Esas tierras no fueron tuyas pero sí lo eran tus
cuentos,
tus fábulas y esas cantantes de voces tan distintas,
con nombres diferentes descendiendo sobre el amor
mientras madre esperaba tu regreso muy de madrugada.
Eras un Adán con dos paraísos repletos de alegría
una calle que se rompía en silencio hacia el crepúsculo
y las charlas de la noche abriéndose en mi corazón.
Al partir te igualaste a los pájaros, ligero y
frágil,
león que nos rugía sólo para acariciarnos
brevemente
como el roce del ala de una golondrina,
como una escalera acercada al cielo,
como quien en silencio deja sus afectos
luego de una comida en el desierto.

Cuando vuelva – Reina Toledo

Cuando vuelva a Tucumán
quizás yo no pueda llorar
tal vez tampoco cantar
pero cuando regrese Tucumán
llevaré en letra la palabra
que recuerde tu nombre papá.

A mi padre – Sergio Núñez (Las Talitas, Tucumán)

Estás allí. Parado frente a mí. Años atrás.
No me ves. Parado frente a ti. Pues ya no estás.
Solo queda el recuerdo de tu breve estadía.
Incansable viajero… transitas otras vías.
¡No sabes cuánto siento haber perdido
tu tiempo… mi tiempo… el tiempo que es olvido!
¡Si supieras que ahora estás siempre conmigo
cuando mis hijos niegan las palabras que digo!
¡Esas mismas palabras que yo negué contigo!
Tu figura se agranda mientras pasan los años.
Miro atrás y me veo sumido en el engaño
de la soberbia necia de la que soy testigo.
¿Oh padre!… ¿Qué tarde es!… ¡Cuánta falta me haces!
Ahora que ya es tiempo de que hagamos las paces.
Ahora dimensiono el valor de tu nombre.
El niño te comprende convertido en un hombre
Hoy… me encuentro con mis hijos, mi familia y mi
hogar
y la pregunta surge: ¿qué harías en mi lugar?

Ausencias – Silvia Gómez, (Vº Carmela – Tucumán)

Nunca supe si mi padre fue feliz
si sus pasos despejaron el hollín de los ingenios
cuando la tierra sudaba tabaco y caña de azúcar.
Nunca supe si dijo plegarias
si cantó canciones
si vivió destierros.
Nunca supe si lloró una ausencia
si esperó la muerte
si enterró algún hijo.
Y ahora, cuando los pájaros sobrevuelan estos días
del otoño
me pregunto ¿qué pensará mi padre?
mientras mira la vida sentado en la plaza
de un pueblo que huele a acequias
y a trenes vacíos.

Padre – Susana Noé, (San Miguel de Tucumán)

Llueve y evoco tus paseos
junto al malecón, por Santa Clara.
Me inunda el asombro por haber encontrado
perdida en los planos, la antigua calleja.
Padre:
así te recuerdo, caminando
por las sierras de Valparaíso.
Paseando tu estampa por El Callao,
comiendo sandías en calles de Esmirna
y tomando sopa con mucho limón.
Crecí pensando que lo que contabas
era producto de ensoñaciones o fantasías,
tus relatos de mi infancia cobraron vida
cuando recorrí tu ruta.
En el viejo malecón de la Habana
nos reencontramos, Padre.

Comments

Comentarios