Por Manuel Rivas* de Diario Cuarto Poder / El poder de la música. El viernes próximo, la cantante Cristina Bosñak, subirá al escenario una vez más, pero para conocerla un poco más en su intimidad, le realizamos esta entrevista en la que ilumina todo con su pasión por la música.
—¿Cómo es el espectáculo que presentarás el viernes en la Casa de la Cultura de Yerba Buena?
—Estaré acompañada por Pablo Igovich, en piano. El espectáculo tiene canciones de jazz, música de películas y algunas canciones propias, que integrarán un disco que estoy proyectando para dentro de poco. En mi carrera no hice exclusivamente jazz, todo fue como una paleta de lo popular, en donde también hubo tango y folclore, en este último, con una línea más melódica, que es lo que me atrapa.
—¿Por qué te decidiste a incluir el jazz en esta presentación?
—Tengo facilidad para hacer temas bluseros. Soy una baladista con un toque de Blues. Es como algo natural en mí, tanto la coloratura de mi voz y la versatilidad para cantar arreglos, ajustarme a la afinación y, al mismo tiempo, crear. Además incluiremos temas de películas.
—¿En qué basas la elección de temas de películas?
—En este caso el repertorio tiene que ver con la resiliencia. Por ejemplo la canción “A piece of sky”, de la película “Yentl”, en donde Barbra Streisand, interpreta a una joven ávida de conocimiento en una sociedad en donde la mujer tiene un rol secundario. Su padre le proporciona la posibilidad de acceder al saber pero, al morir, eso no puede continuar. Ella decide disfrazarse de hombre para acceder a los círculos intelectuales. La traducción del nombre de esa canción es “Un pedazo de cielo”, en donde ella ve a través de la ventana y se da cuenta de que el cielo es más amplio de lo que puede ver. Esta canción la incluí como un homenaje a mis padres.
—En cuanto a los temas propios ¿Qué es lo que dicen tus letras?
—Mis temas surgieron como una necesidad de usar el lenguaje de las palabras junto con la música, que era el ambiente en el que más cómoda me sentía. Tengo una canción que se llama “La distancia” y que tiene que ver con cómo nos sentimos en la pandemia con la distancia y el modo en que decíamos te quiero. Cómo nos arreglamos para superar esa barrera que nos imponía la situación. El otro tema se llama “Un amor así”. Soy muy romántica y la letra está relacionada a cómo concibo el amor, qué significa para mí. Para mí es el encuentro en donde se desea el bien al otro, es lo que trasladamos a las otras personas, no tiene que ver solo con el amor de pareja. Traté de decir lo que sentía en un lenguaje sencillo pero profundo. Mi intención era conmover como me conmuevo y que las personas se puedan identificar con un mensaje positivo y esperanzador.
—Entrando en tus inicios, ¿Cómo te diste cuenta que te gustaba la música?
—Tengo un recuerdo de los 4 años. Una escena que marcó mi vida para siempre. Mi abuelo era un hombre muy trabajador y sacrificado. Quizás por esa circunstancia, casi siempre estaba ofuscado. Pero un día lo vi distinto. Invitó a un amigo a escuchar a mi mamá tocar el piano. Cuando ella comenzó a ejecutar el tema “Para Elisa”, me sorprendieron dos cosas: la postura de mi mamá y sus movimientos para sacar esa hermosa melodía y la cara de alegría de mi abuelo. Ahí me decidí que quería hacer lo que hacía mi mamá, a la que hasta ese momento solo había visto en sus quehaceres, y el rostro de mi abuelo. Quería aprender eso para lograr lo otro: dar alegría. Mi primer amor fue el piano.
—¿Cómo surge tu amor por el canto?
—Tengo recuerdos de los 7 años. Escribía en la escuela o hacía las tareas en casa y tarareaba al mismo tiempo. Escuchaba algo y de inmediato lo tarareaba. Me daba cuenta de que la relación entre lo que escuchaba y lo que hacía era la misma, es decir, que percibía que el sonido estaba bien como lo estaba haciendo. Era consciente del sonido, ya estaba en mi ADN. Pronto me di cuenta de que cantar era más fácil que tocar el piano. No me requería ningún esfuerzo, escuchaba y cantaba. Y así comienzo a reproducir lo que escucho. Y lo tenía para mí, como algo mío. Me daba mucha vergüenza mostrarlo. Cantaba en casa sola, ni para la familia. Comía y canturreaba, hasta que me decían: “no se canta en la mesa”.
—¿Cuándo eso que hacías pasa a ser conocido por los demás?
—En 5º o 6º grados, una maestra me llevaba a la otra división y me hacía cantar delante de los alumnos que no eran mis compañeros. Fue como un destape. Siempre fui tímida y callada, pero desde ese momento comencé a soltarme. En la gira de 6º mis compañeros me hacían cantar en el colectivo.
—¿Y ya lograbas cambiar las caritas con tu canto?
—Ya había empezado a lograr eso, porque mis compañeros me miraban como diciendo “quién es esta persona”. Estaban absortos. Yo los miraba y cantaba. Era una linda energía que volvía. Sin darme cuenta había descubierto que lo que das, circula y vuelve.
—¿Cuándo lo haces delante de la familia?
—Fue recién a los 12 o 13 años que canté en una reunión familiar. Un tío mío lloraba mientras cantaba “Todo me recuerda a ti”, una canción que había popularizado Sandra Mihanovich, porque yo jugaba con la voz y me iba más arriba con los agudos. De ahí volví a ocultarme porque una maestra de la primaria preparó a tres alumnos durante un mes, pero solo permitió que cantarán dos. Yo fui la que quedé afuera y me dio tanta bronca que decidí no cantar más.
—¿Cuánto duró ese auto castigo?
—Recién volví a cantar a los 16. Me había enojado yo solita. Elegí mal porque me enojé con la música. Las decepciones pueden golpear fuerte. Cuando nos dejamos llevar por las circunstancias, ya sea que somos felices, la rueda gira para arriba; si nos da ira y sufrimiento, la rueda gira para abajo. Vamos para donde van las circunstancias. Cuando vemos que la vida no es eso sino lo del medio, uno comienza a estar más tranquilo.
—¿Cómo levantaste tu propio castigo?
—En 3º año era el boom de Roxette y comencé a cantar en mi cuarto. Después vino Whitney Houston y Celine Dion, todas tremendas voces. En la infancia mis preferencias iban por el Puma José Luis Rodríguez, Sandra Mihanovich y otros cantantes de esa época. Generalmente copiaba los hits, pero no era una imitación sino que copiaba la música y los cantaba con mi propia voz. Tengo un recuerdo de mi voz como de niña, de adolescente. No tengo el recuerdo de esos cantantes sino de mi voz cantando esos temas. De ahí, a los 17 años, comienzo a estudiar canto con Elba Estequín, de la que absorbí todos los conocimientos y la tomé como referente, no solo por lo que transmitía sino por su forma de ser como persona. Descubrí que un buen maestro sabe sacar lo mejor de vos. También tuve una gran maestra de audio en el Conservatorio. De ella absorbí todo el lenguaje musical. Me fascinaba cómo enseñaba y absorbía su modo de hacerlo. Creo que ser docente lo saqué de ella. Ambas fueron las personas con las cuales me enamoré de la docencia y pude hacer este contraste.
—¿Fuiste directo a la música luego del secundario?
—No, anduve por otras carreras. Mi otro sueño era ser veterinaria, pero no estaba la carrera. También fui a Inglés, pero me di cuenta que todo me llevaba a la música. Así que elegí la carrera de Música con especialización en piano. Paralelamente me formé en lo coral y eso me permitió decidir más tarde seguir en la música popular. Soy una cantante popular nata. Tengo esa mixtura.
—¿Ya sabías en ese momento que eras cantante?
—Era cantante, pero en paralelo comencé otra carrera que fue la de formar mi familia. Me casé y tuve dos hijos. Mi marido también era músico. Yo cantaba, llevaba adelante mi taller y trabajaba en colegios. En esa época grabé un disco. Ahora estoy preparando un nuevo disco pero con temas propios, como te contaba al principio.
—¿Te costó hacer temas propios?
—Al principio, era como un desafío. Tiene que ver con el desafío de decir las cosas yo. Las melodías me vienen a la mente a partir de cómo percibo la realidad, pero hay una dualidad: porque también se escriben las letras. Nunca me consideré buena escribiendo. Decir lo que sentía para mi es el gran desafío de mi vida. Todo iba puertas adentro con la música. Pero decirlo con palabras siempre me costó. Hasta que me desafié a mí misma y comenzaron a salir las letras, unas veces, y otras, la música.
—¿Cómo es tu metodología creativa?
—El piano me ayuda en el proceso creativo. En la pandemia empecé a grabar las improvisaciones que antes se me perdían. En el discurso musical tengo un lenguaje y lo puedo traducir a las palabras. En el aislamiento hice como un ciclo que era cada día una canción, en donde improvisaba. No la estudiaba, solo la escuchaba, la tocaba, la cantaba y la subía. En los videos estaba cantando y parecía un prócer, porque estaba muy dura, debido a que hace mucho que no tocaba y cantaba al mismo tiempo.
—¿Has logrado que otros tarareen tus temas? ¿Qué te produce eso?
—Sí. Siento que ahí está la niña de cuatro años, ante su madre y su abuelo, con el deseo de lograr esa conexión. Es ser y transmitir eso a otras personas. La rueda de la música siempre gira hacia un lugar esperanzador y positivo, independientemente de las circunstancias. Cuando realmente lo deseamos como algo posible, el mundo se empieza a transformar. Todo comienza con disfrutar del ensayo, sin que parezca una carga, y eso lo nota el público cuando subes al escenario.
La cita de este viernes
La presentación del espectáculo titulado “Cristina Bosñak en concierto” será este viernes 8 de abril, desde las 21, en la Casa de la Cultura y del Bicentenario, en Yerba Buena, Higueritas 1850.
En la oportunidad, estará acompañada por Pablo Igovich y contará, como artistas invitados, con Guadalupe Araujo y José Asensio.
La entrada general será de $500 y se pueden conseguir por Mercadopago link en la Bio de la artista.
También al Instagram: @cristinaboznak o al celular 381-4062044
*Periodista, profesor de Letras e Historia y escritor