Furiosa por el resultado electoral y no conforme con endosarle al Presidente el costo absoluto de la debacle, CFK decidió pasar a la acción.
A las 21.38 de este miércoles fatal, el helicóptero presidencial despegó de la Casa Rosada.
Terminó sin noticias el día más dramático de la gestión de Alberto Fernández. Sin salidas a la vista el Jefe de Estado partió hacia Olivos. Triste, solitario y final.
Una estrategia tan perversa como feroz, pergeñada en la intimidad del Patria, dejó al Presidente de frente a un precipicio.
“Nunca me voy a pelear con Cristina”. se lo escuchó repetir cual un poseso una y otra vez. “Cristina y yo somos lo mismo”, fue una letanía recurrente en los rezos albertistas.
“No voy a traicionar a Cristina, ni a Máximo, ni a Massa, no voy a traicionar al pueblo que me voto” fue tal vez la última y más extravagante plegaria que ante propios y extraños esgrimió el hombre que se supone fue elegido para ejercer el poder.
Puede que no estuviera en sus cálculos que quien decidiera cortar tan amarga relación fuera justamente ella: su genitora política. La que ideó el amañado dispositivo electoral que lo depositó en la Rosada. El hada que lo tocó con su varita mágica para llevarlo a ese sitio con el que él nunca se había atrevido ni siquiera soñar. De hada madrina a Cruella de Vil.
Furiosa por el resultado electoral y no conforme con endosarle al Presidente la responsabilidad y costo absoluto de la debacle, la jefa espiritual del kirchnerismo salió a marcarle la cancha exigiendo la lisa y llana decapitación de sus funcionarios de mayor confianza. El hombre resistió pero en cuestión de horas comenzó a tronar el escarmiento.
No pudiendo doblegar esta vez de manera inmediata la voluntad de su designado, quien emergió de la paliza comicial con atisbos de insubordinación, CFK decidió pasar a la acción.
Alicia Kirchner pidió en el lejano sur la renuncia de todo el Gabinete. Dando una clara señal de advertencia, todos los ministros del gobernador Axel Kicillof pusieron a disposición las suyas.
Pero el golpe de gracia lo dio Eduardo “Wado” de Pedro, quien apenas pasado el mediodía, y a minutos de concluir un acto en el que Alberto Fernández se presentó rodeados de sus funcionarios (esos que para CFK, no funcionan), puso a disposición del Jefe de Estado su renuncia al cargo de Ministro del Interior.
A la carta de solo dos párrafos presentada ante los medios, le siguió la resignación de sus puestos de decenas de funcionarios alineados detrás el kirchnerismo y La Cámpora. El golpe de estado institucional en el interior del palacio, ya estaba en marcha.
Sumergido en la perplejidad, Alberto Fernández, probablemente todavía afectado por el shock postraumático que dejó la paliza del domingo, convocó a los suyos a la Casa de Gobierno. Las reuniones se sucedieron desde la media tarde. Todos esperamos en vano el desenlace. AF partió a su casa sin dejar señal alguna de cómo sigue esta pesadilla.
La movida deja pocas opciones al vapuleado Presidente. Son escasas las alternativas para salir del respirador al que quedó conectado con pronóstico reservado.
O bien planta bandera, resiste la entrega de los suyos, muy especialmente la de su Ministro coordinador Santiago Cafiero y su Ministro de Economía Martín Guzmán, ambos en el podio de los señalados, y se predispone de una santa vez a ejercer por su cuenta y orden la Presidencia. O se entrega definitivamente atado de pies y manos a los designios de la lideresa K y sus lugartenientes camporistas.
Hay una tercera opción. La más extrema, renunciar.
La tremenda crisis desatada por la cólera de CFK abroquelo a los funcionarios más cercanos al Presidente que lo alentaron a resistir. Son varios los que sostenían ayer por la tarde que no hay vuelta atrás y que la situación no da para más. No bancan más sumisión.
Algunos gobernadores e intendentes ensayaron una suerte de apoyo, siempre muy cauto, a la figura presidencial. Las organizaciones sociales, las más afines a la Rosada, convocaron a marchar este jueves por las calles de la ciudad en apoyo de AF contra la brutal embestida de los K.
Todo muy lindo pero, por el momento con un final abierto. Puede que muchos terminen quedando desaireados, pataleando en el aire. De AF depende.
La idea de que la situación se desencadenó como oportunidad para empoderar al Presidente y hacerle recuperar centralidad no parece que vaya a cuajar.
Los helicópteros, son en la iconografía política argentina, temidos pájaros de mal agüero. Ver partir al Jefe de Estado más temprano que tarde, con tremenda crisis en desarrollo sin señal alguna de fumata blanca o encauzamiento solo suma incertidumbre y desasosiego.
A apenas un par de días de las PASO, cuando millones de argentinos luchan a diario contra la pobreza, la inflación, el virus, la inseguridad y el desempleo, llevar las refriegas internas del peronismo a una escena de tan fuerte dramatismo es de una tremenda desconsideración para con la sensibilidad colectiva.
Tirar por la borda al Presidente de la Nación por el hecho de haber perdido en solo dos años el diferencial de votos que acercó a CFK y dilapidado su credibilidad y confianza intentando en vano conciliar las diferencias irreconciliables que combustionan en el interior de la coalición que gobierna es absolutamente irresponsable y destituyente.
Los argentinos no nos merecemos este patético espectáculo que ofrece la dirigencia oficialista incapaz de dirimir sus asuntos sin involucrarnos en sus dificultades. Están jugando con fuego y no van a salir indemnes. Quien quiera oír que oiga.
Fuente: infobae (por Mónica Gutiérrez)