Las celebraciones de ayer por el Día del Trabajador expusieron la fragmentación del Frente de Todos. Cuatro actos en cinco días. Máximo Kirchner volvió a cargar contra la política económica y los movimientos sociales pidieron poner fin a la crisis de la coalición.
“Alberto se viene escapando de tomar decisiones, pero en algún momento va a tener que definir. Ya no hay margen para los grises, para el intermedio. O gobierna y que den un paso al costado los que no quieren este gobierno, o la llama a Cristina y arregla con ella”.
Un importante dirigente social que ayer estuvo en el acto por el Día del Trabajo que realizaron las organizaciones sociales, reflexionó en voz alta cuando la multitud de militantes empezó a desconcentrar del centro porteño. El acto fue en apoyo a Alberto Fernández, pero con un sentido crítico.
En las organizaciones que están alineadas al gobierno nacional – Movimiento Evita, Barrios de Pie, Corriente Clasista y Combativa (CCC) – sobrevive una propia interna sobre el rumbo que debe encargar el Presidente. Algunos quieren que patee el tablero y se empodere de forma definitiva para terminar su gestión con absoluta distancia del kirchnerismo.
Otros apelan a la moderación y equilibrio para intentar conservar alguna expectativa de unidad peronista de cara al 2023. Lo cierto es que en los movimientos sociales también está activa la idea que transita todas las arterias del peronismo. Esperan una decisión del Jefe de Estado respecto a la interna. Una señal clara y contundente.
Fernández ya decidió hace tiempo que seguirá adelante aunque le pongan trabas en el camino. Hubiese preferido otra forma de transitar su gobierno, pero las circunstancias lo obligaron a salir del pantano en el que quedó inmerso frente a tantos cuestionamientos a la conducción política y económica de su gestión.
¿Por qué no alcanza esa posición de “ignorar” a La Cámpora y al kirchnerismo duro? Porque en el peronismo hay quienes sienten que los boicot permanentes contra el ministro de Economía, Martín Guzmán, impactan de lleno en la estabilidad de la gestión de gobierno y en la figura presidencial. Entonces, entienden, se necesita una respuesta más contundente frente a la multiplicación de críticas.
En las últimos dos días Máximo Kirchner apuntó contra Martín Guzmán y Leopoldo Moreau, muy cercano a Cristina Kirchner, se encargó de Alberto Fernández. “¿Cómo que nuestro ministro de Economía Martín Guzmán dice que él hace su trabajo pero que no se mete en disputas de poder? ¿Y entonces qué vamos a hacer?”, lo cuestionó el líder de La Cámpora. El ministro había dicho algunas horas atrás que no se inmiscuía en las disputas de poder.
El diputado de origen radical, pero alineado al kirchnerismo, aseguró el domingo durante una entrevista radial: “Es insólito que esté dispuesto a dialogar con la UIA y no con Cristina Kirchner”. La referencia fue para el Presidente, quien ya lleva dos meses sin hablar con la Vicepresidenta.
En el peronismo que respalda a Fernández existe la sensación de que nadie respeta la investidura presidencial. Los dardos pueden llegar de cualquier lado, sin importar el volumen político de la boca desde donde salen. Por eso están sedientos de decisiones más contundentes que dejen en claro, adentro y afuera del Frente de Todos, que es el Presidente quien conduce los destinos del país y de buena parte del espacio político.
La interna se ha convertido en un círculo vicioso que condiciona los resultados positivos de la gestión. Un sector del Gobierno dice que la gestión va a andar mal, que no tiene futuro con el rumbo que eligió el Presidente y que hay que sacar al ministro de Economía. En ese contexto, generar confianza y expectativas es extremadamente difícil.
Fernández pierde autoridad política y sus seguidores – aún fieles a la institucionalidad y la necesidad de sostener al Presidente – aumentan su desconfianza sobre el camino que está dispuesto a seguir. Tal como se viene desarrollando la crisis, la historia nunca termina. Cada día vuelve a empezar, pese a la estrategia que mantienen en Balcarce 50 de no responder a las críticas e intentar encapsular el conflicto.
La interna interminable genera mucho malestar en los movimientos sociales. Sienten que la cúpula del Gobierno tiene otra agenda que va en paralelo a la del sector social que representan. En ese reproche entra, principalmente, la agenda judicial instalada por el kirchnerismo y cuestionada por la Casa Rosada.
“Con los problemas que hay en los barrios, oficialistas y opositores se ponen a debatir sobre la amplitud de la Corte y el Consejo de la Magistratura. La gente los está puteando a todos y la política no lo ve”, resumió uno de los dirigentes sociales más destacado de los que estuvieron ayer en la marcha y que vive de cerca los problemas que florecen en el sector más humilde de la sociedad.
El fastidio más marcado que hay en el seno de los movimientos sociales lo expuso el secretario gremial de la UTEP e integrante del Movimiento Evita, Gildo Onorato. El dirigente criticó con dureza la interna política que divide a Alberto Fernández de Cristina Kirchner. “Es una pelea de palacio payasesca”, aseguró.
El segundo mensaje fuerte pareció estar dirigido al kirchnerismo duro y La Cámpora: “Defendemos las investiduras, no somos funcionales a debilitar el Gobierno”. El fuego cruzado existe, es real y a veces es más implícito que explícito, aunque hay de las dos versiones.
Las celebraciones por el Día del Trabajador no hicieron más que exponer la fractura expuesta que hay en el Frente de Todos. Hubo tres celebraciones diferentes en los últimos cuatro días. El jueves Daniel Menéndez, Fernando “Chino” Navarro, Victoria Tolosa Paz, Agustín Rossi y el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, todos dirigentes cercanos al Presidente, realizaron un acto de reconocimiento a los trabajadores de Tres de Febrero.
fuente: infobae