-¡¡¡Eduard querido!!! ¿Qué hace haciendo panqueques acá en la mesa del bar? ¿Acaso encontró algún laburito en el rubro gastronómico?
-¡Cállese! Y haga el favor de pasarme el dulce de leche artesanal que conseguí en Choromoro.
-Bueno, no se me lo sulfure. Ahí le paso, ¿le saco la tapita, Eduard?
-Sipi.
-¡Qué calidad que tiene para dar vueltas los panqueques, mi querido amigo…!
-Con esa misma calidad se dan vuelta los políticos, mi estimado amigo.
-¿En serio?
-Claro.
-Deme algún ejemplo cercano.
-Por ejemplo un concejal de Yerba Buena que le gusta andar en moto y en taxi.
-¿En ambos vehículos?
-Sipi.
-¿Es panqueque?
-Estuvo criticando con dureza al intendente Campero, se fue a los EE.UU a buscar la dirección de una consultora que contrató el municipio y ahora es más buenito que Lassie atada con Camperito.
-¿Se dio vuelta?
-Como dicen ustedes los tucumanos: -vo vé…
-¡Qué decepción!
-¿Por qué? Este caso no es novedad.
-Ah, ¿no?
-Nopo.
-¿Por qué dice eso?
-También era crítico de Toledo, hasta que cerró una licencia de taxi y otros beneficios.
-Ah, entonces es funcional al poder.
-No lo diga con palabras educadas. Eso es un panqueque acá y en la China.
-¿Y eso traerá consecuencias?
-Puede ser eyectado de su banca.
-¿Por qué?
-Por violar disposiciones y beneficiarse económicamente su familia con ordenanzas aprobadas por él.
-No me diga. ¡Qué barbaridad!
-Usted lo dijo, mi estimado amigo.
-¿No me invita uno de esos panqueques?
-Sipi, si usted se paga un cafecito doble.
-¿No quiere un jugo de naranja y ensalada de frutas también?
-Ya que invita, como no…
-¡¡¡Ya me jodió de nuevo!!!