Del final de los panchuques, un amague de control y la tormenta política nacional

—¡¡¡Eduard querido!!! ¿Qué hace con ese puesto de panchuques acá en el bar? ¿No tiene miedo de que nos desalojen?
—¡No se alarme! No somos competencia del bar.
—¿Cómo que no somos competencia?
—No, mi estimado, vamos 50 y 50 con el dueño del bar.
—Ah, ya me parecía que usted no iba a ir en contra del lugar en el que mantenemos nuestra charla sobre política.
—Justamente, este puesto de panchuques tiene que ver con el proyecto del Loco Monedita de hacer un shopping en el ex Mercado del Norte.
—¿No es algo definitivo?
—Sipi, pero puede sufrir una demora.
—¿Qué demora?
—Los concejales pidieron informes sobre lo definido.
—¿Eso hace peligrar la cosa?
—No se crea.
—¿Por qué?
—Si se piden informes, del modo que quiera el intendente, y no se dan plazos claros, es una simple expresión que no genera presión alguna.
—Será entonces como los fuegos artificiales del 9 de Julio.
—Usted lo dijo.
—¿Qué me dice de la situación nacional?
—Hay que esperar que pase la tormenta.
—¿Se solucionará algo de lo que está ocurriendo?
—Creo que, si se dejan de sacar chispas los integrantes del binomio, la cosa puede mejorar.
—¿Y acá en Tucumán?
—Ya lo dije. No le saque la mira a la posibilidad de mantener el binomio oficialista provincial, pero en otro orden.
—¿Osvaldo primero y Juan de copiloto?
—Ya lo dijo primero Mansilla, después Leito, y lo seguirán repitiendo.
—En eso tiene razón, Eduard.
—Por supuesto ¿Quiere que le venda un panchuque calentito?
—Como dice usted: sipi.
—¿Qué le pone?
—Solo mayonesa.
—¡Servido amigo!
—¿No me lo va a cobrar?
—Solo la mitad, el resto se lo anoto en la cuenta del bar, como siempre.
—¡¡¡Ya me jodió de nuevo…!!!

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