Se define como obesidad a una acumulación anormal de grasa corporal que puede producir otras enfermedades que son nocivas para el organismo. Así, la obesidad es el paso inicial para otras patologías como hipertensión arterial, diabetes tipo II, índices elevados de colesterol y triglicéridos, problemas osteoarticulares, riesgo de padecer cáncer, apnea del sueño y problemas cardiovasculares.
En la actualidad esta situación se ha convertido en una verdadera epidemia, triplicando los valores que existían hasta los años 70. A nivel mundial, censos y cifras posteriores al año 2017 indican que al menos 1900 millones de adultos, así como 340 millones de niños y adolescentes, padecen de obesidad.
En Argentina, la obesidad adquirió proporciones preocupantes: el 23% de los adultos y más del 10% de los niños son hoy obesos. Con un 9,9%, nuestro país tiene la segunda tasa más alta de sobrepeso en menores de 5 años de América Latina y el Caribe, según datos recientes de Unicef.
Y según los resultados finales de la cuarta Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) efectuada en 2018 y que difundió sus datos finales el Indec el mes pasado, el sobrepeso y la obesidad aumentaron del 49% a 61,6% entre el 2005 y el 2018.
El informe completo de la 4° ENFR analizó la respuesta de más de 29.000 individuos mayores de 18 años de todo el país y arroja información sobre los factores de riesgo de las Enfermedades No Transmisibles (ENT) tales como: consumo de tabaco, exposición al humo de tabaco ajeno, consumo de alcohol, alimentación inadecuada, actividad física insuficiente, presión arterial elevada, glucemia elevada o diabetes y sobrepeso y obesidad.
Según el informe, el exceso de peso (que suma el sobrepeso y la obesidad) aumentó de modo continuo a lo largo de las cuatro ediciones que se realizó la encuesta: 49% en 2005, 53,4% en 2009, 57,9% en 2013 y 61,6% en 2018.
La obesidad aumentó casi un 75% entre 2005 y 2018 y según las mediciones el sobrepeso y la obesidad fueron mayores en los varones (68,5%) que en las mujeres (55%). Además, las personas que padecen diabetes o glucemia elevada por sobrepeso u obesidad también aumentaron de 9,8% a 12,7% entre 2013 y 2018.
En esta edición, por primera vez, la ENFR incorporó la toma de mediciones objetivas físicas y bioquímicas, enmarcándose en el diseño estandarizado STEPS de la Organización Mundial de la Salud que incluye 3 etapas: relevamiento mediante un cuestionario de autorreporte; mediciones físicas en el domicilio: presión arterial, el peso, la talla y el perímetro de la cintura; y mediciones bioquímicas en el domicilio a través de digitopunción, medición de glucemia capilar y de colesterol total en ayunas.
“Gracias a la incorporación de las mediciones objetivas, pudo establecerse una estimación más cercana a la realidad, que puso de manifiesto el gran porcentaje de subdiagnóstico de hipertensión”, explicó la directora nacional de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades No Transmisibles, Verónica Schoj, quien agregó que “estamos implementando un plan nacional de hipertensión arterial para mejorar el diagnóstico y tratamiento de esta condición silenciosa que representa una de las principales causas de muerte en nuestro país”.
Mónica Katz, médica especialista en Nutrición y presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) resaltó: “La obesidad es una enfermedad y para tratarla se deberían realizar campañas educativas masivas y transversales en diferentes contextos como en la escuela, la comunidad, los medios, la familia y el trabajo”. Además, sostuvo que se debería “desincentivar el consumo excesivo de alimentos que contengan exceso de nutrientes críticos e incentivar los más saludables”.
“Para los humanos, la comida, además de fuente de nutrientes y calorías, representa un pretexto para socializar; un recurso identitario; un determinante de la calidad de vida; una fuente de placer; una estrategia de afrontamiento emocional; una certeza accesible; el principal comportamiento durante el tiempo de vigilia; y el rubro de gasto en el que más dinero se invierte”, explicó también la experta y recomendó no realizar dietas extremas.
Para determinar si una persona tiene sobrepeso, se utiliza el índice de masa corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso en Kg por el cuadrado de la altura en metros (IMC= peso (Kg)/altura (m²). Si este índice es igual o mayor de 30, se considera que presenta obesidad. En Argentina, según la Secretaría de Salud de la Nación, el 61,6% de la población tiene exceso de peso y la prevalencia de obesidad pasó a ser de un 14,6% al 25,4% en el año 2018.
Para poder bajar de peso, es imprescindible hacer cambios en el estilo de vida; mejorar el patrón alimentario sin prohibiciones que puedan disparar un descontrol y adoptar simultáneamente actividad física habitual con pequeñas modificaciones en la vida cotidiana. Además, existe evidencia de que 10 mil pasos por día en una persona adulta pueden hacer una enorme diferencia en salud y por último se debe aprender a gestionar las emociones y el estrés sin utilizar comida.
“La obesidad debe ser tratada como una enfermedad compleja y multifactorial. La Asociación Argentina de Cirugía resalta la importancia de llevar a cabo intervenciones tempranas en los niños, modificando sus hábitos de alimentación y sus patrones de actividad física. Es preciso disminuir la exposición de los niños y adolescentes a la comida ultraprocesada, con exceso de azúcares, sal y grasas, fomentar el consumo de frutas y verduras, además del ejercicio diario, para evitar tanto el sobrepeso como así también la obesidad”, indicó el doctor Alejandro Menant (MN 108434), médico cirujano miembro de la Comisión de Cirugía Bariátrica y Metabólica de la Asociación Argentina de Cirugía (MAAC).
¿Cómo se trata la obesidad?
“El mejor abordaje terapéutico para un paciente con sobrepeso y obesidad es iniciar y no dejar de concurrir a una terapéutica multimodal con equipos de profesionales certificados, y específicamente capacitados para el manejo de este tipo de patología. El grupo de profesionales en general está compuesto por: nutricionistas, psicólogos, psiquiatras, médicos clínicos, endocrinólogos, pediatras, diabetólogos, neumonólogos, gastroenterólogos, deportólogos, profesores de educación física y cirujanos bariátricos”, destacó Menant.
El experto señaló que la Cirugía Bariátrica y Metabólica es el tratamiento más eficaz y seguro para la obesidad clínicamente grave, con evidencia que demuestra reducción de la mortalidad y mejoría en la expectativa de vida y la calidad de vida de los pacientes.
En la actualidad, las técnicas más frecuentes son el by pass gástrico y la manga gástrica, consiguiendo una tasa de éxito a largo plazo superior al 70% comparada con el 3% que arrojan otros tratamientos médicos convencionales.
“Para poder realizarse esta cirugía es necesario tener un Índice de Masa Corporal (IMC) mayor a 40 (obesos mórbidos) o de entre 35 y 40 (obesos “severos”) con una o dos enfermedades asociadas”, precisó y concluyó que la mejor opción para un paciente adulto o pediátrico, con sobrepeso, obesidad, diabetes o enfermedades metabólicas relacionadas a éstas, es consultar, buscar opciones y estrategias terapéuticas tendientes a cambios de hábitos de vida saludable, dieta sana, actividad física y la contención y el acompañamiento de los profesionales idóneos en esta materia.
“Se trata de cambiar hábitos y costumbres poco saludables en la alimentación y el sedentarismo. Por eso, es recomendable que los pacientes con estas características consulten y pidan información a su profesional de confianza, de este modo una decisión oportuna y a tiempo podrá lograr una mejor calidad de vida”, concluyó el especialista.
Para prevenir esta afección que deteriora el estado de salud de los niños, como la educación y su calidad de vida y promover habitos alimenticios saludables, la licenciada Sandra Costa (MN: 1199), nutricionista del Área de Nutrición del Centro Terapéutico Dr. Máximo Ravenna, recomienda:
– Servir porciones con un tamaño previamente estipulado por un especialista.
– Reducir la alimentación basada en un consumo excesivo de grasas saturadas, azúcares refinados, harinas refinadas o golosinas.
– Cambiar las bebidas con alto aporte calórico por agua o jugos naturales.
– Incorporar 5 porciones de frutas y verduras de manera diaria. Pueden ser ofrecidas en el postre de cada comida y el resto de las porciones puede incluirse en el desayuno y/o la merienda (por ejemplo los licuados con leche), como colaciones a media mañana o media tarde, o jugos exprimidos. Por el lado de las verduras, pueden acompañar una porción de carne en cada comida ya sea como ensaladas, verduras cocidas, hervidas o grilladas.
– Incluir leche y productos lácteos bajos en grasa o descremados. Se recomiendan tres porciones por día, una taza, tanto en el desayuno como en la merienda, y una tercera porción que puede incorporarse a partir de postres (flanes, arroz con leche).
– Cambiar las golosinas por yogurts, frutas, ensalada de frutas, barras de cereal, galletitas con cereales integrales, alfajores a base de galletas de arroz, galletitas dulces en envases individuales (no sólo se debe tener en cuenta el tipo de alimento sino también la cantidad), frutas disecadas y frutos secos.
– Optar por carnes magras, aves, pescado, lentejas y porotos para ingerir proteínas.
A su vez, la Licenciada Costa advierte: “Los chicos pasan la mayor parte de los días inmóviles, sentados en el colegio y, después, mirando la televisión, frente a la computadora o los videojuegos durante varias horas”. Para revertir esa situación, recomienda:
– Practicar deportes como futbol o natación.
– Dar un paseo por el barrio.
– Hacer concursos de baile
– Volver del colegio caminando o andando en bicicleta, patines o monopatín
– Jugar juegos que impliquen movimientos de los niños: caminar a paso rápido, correr para que no me alcancen, saltar la soga.
“En momentos de crisis como los actuales, siempre es recomendable sugerir, en particular a las familias con niños pequeños, la priorización de los mejores alimentos, aquellos de mejor calidad. En ese grupo están las verduras, frutas frescas, la leche, el yogur y el queso, las legumbres, el arroz integral, las pastas de sémola, las carnes y los huevos”, expresó Sergio Britos, nutricionista, profesor de UBA y director del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía Alimentaria (CEPEA).
En ese sentido, agregó: “Contrariamente a lo que a veces se cree, no son necesarias las grandes cantidades de carnes. Si los alimentos anteriormente mencionados se consumen en pequeñas cantidades, y no precisamente todos los días, seguramente se estarán cubriendo las recomendaciones de los distintos nutrientes”.
“Estos alimentos son importantes por su calidad nutricional, sus aportes de nutrientes esenciales en etapas de crecimiento y desarrollo. Además, suelen tener bajas cantidades de nutrientes como azúcares o sodio, que se consideran críticos. Al consumirlos aportamos una buena calidad y mantenemos una estrategia muy efectiva para lograr un buen estado de salud y prevenir enfermedades crónicas como la obesidad, diabetes e hipertensión, entre otras”, sostuvo.
Las causas de la obesidad o el sobrepeso son múltiples pero las dos principales son la ingesta de alimentos de alto contenido calórico en porciones muy grandes junto la escasa actividad física. Por eso es imprescindible comenzar por cambiar las conductas diarias a fin de tener un mejor bienestar y figura.