-¡¡¡Eduard querido!!! ¿Qué hace vestido de inspector de colectivo y con esa máquina pica boletos en la mano?
-Boletos, por favor. Boletos, por favor…
-Pero, Eduard, estamos en un bar, no en un colectivo.
-Sipi.
-Y además le cuento que ya no hay boletos, ahora se usan las tarjetas magnéticas.
-Sipi.
-Entonces puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que usted se quedó en el tiempo.
-No se haga el pendejo que también sufrió el rigor de la máquina pica boletos cuando se colaba en el colectivo.
-¿Cómo lo sabe?
-Usted es de esa clase de pillos, mi estimado.
-Bueno, pero usted por algo se vino vestido de esa manera.
-Justamente le estoy por contar un chismecito.
-¿Qué chisme?
-Desde la organización kirchnerista tendrían que haber mandado un inspector con la máquina de picar boleto.
-¿Por qué?
-Porque una organización pidió fondos para los colectivos que llevarían militantes a Comodoro Py.
-¿Y eso qué tiene?
-Para no perder la costumbre, pidieron más de los bondis que podían llenar.
-¡¡¡Jesús, qué horror!!!
-Usted lo dijo, siempre hay un pícaro que se lleva toda la plata a la casita.
-Pero, si yo no dije nada, mi querido amigo.
-No importa. Con ello no quiero decir que el acto de ayer fue un apoyo ficticio, pero estas cosas manchan el sentimiento general de la gente.
-Además que golpearon a Mercedes Ninci.
-Sipi, algo innecesario.
-Pero dígame, ¿usted no era un camporista de la primera hora?
-Nunca lo fuí ni lo volveré a ser, mi estimado.
-Y después tiene ese discurso de falsa objetividad…
-¿Qué? ¿Se comió un diccionario en el desayuno?
-No se haga el gracioso, yo también tengo un lenguaje técnico, además del tucumano básico…
-Usted sabe que lo mío es un sacerdocio.
-Si usted fuera sacerdote, ya Francisco le hubiera dado un voleo ya sabe donde.
-No creo, además que nos abrió la puerta de la Iglesia a los divorciados.
-¿Usted es divorciado?
-Todavía no, mi estimado…