Por Manuel Rivas* de Diario Cuarto Poder / Entrevista. La actividad de Eduardo Ceballos pareciera nunca interrumpirse, y es él mismo quien lo reconoce: “Es mi estilo, trabajo en forma permanente. No tengo estacionamiento”. Con esa expresión abre las puertas de un diálogo enriquecedor.
Hablar con Eduardo Ceballos, un gigante de la difusión cultural del Noroeste Argentino (NOA), es un verdadero privilegio, no solo por lo que representa sino por su trayectoria y la riqueza que se halla en cada una de sus vivencias y experiencia.
El autor del célebre Diccionario Cultural del NOA, fundador de la revista cultural “La Gauchita”, difusor de los autores de la región y experimentado hombre de radio y televisión, por más de medio siglo, accedió a la siguiente entrevista con Diario Cuarto Poder.
—¿Qué sensaciones lo atraviesan cuando mira hacia los inicios de una de sus creaciones, como lo es la revista cultural “La Gauchita”?
—Se trata de una historia bastante pesada, porque han sido casi 30 años de esfuerzo desde aquel 1º de abril de 1993. La hemos llevado adelante con mucha pasión, pero también a los tumbos, porque la indiferencia en el mundo actual se potencia aún más con el ámbito cultural y, muchas veces, es muy cruel. Sin embargo, eso nunca me generó desánimo, al contrario.
—Recientemente en el Encuentro de Campo Santo, en Salta, una escritora llevó el primer número de “La Gauchita” ¿Qué sintió al verlo?
—Fue emotivo. María Cecilia Mazza, que actualmente es directora de Cultura de Pampa Blanca, en la provincia de Jujuy, tuvo ese gesto de gratitud y de buena memoria. Aplaudí esa actitud y le brindé un espacio en las palabras que tenía que decir en ese encuentro literario, porque correspondía ante aquello que hoy escasea, como es el agradecimiento.
—¿No le agradecen la difusión?
—No siempre. Me sobran los dedos de la mano para contar a aquellos escritores que me agradecen, por ejemplo, la difusión que les estoy dando actualmente con La antología poética de “La Gauchita”, en donde subo a diario a mi página de Facebook, las obras de más de 300 poetas.
—¿Le duele ese tipo de actitudes?
—No me duele a mí, que soy de cemento, pero sí me duele por ellos. Uno tuvo la generosidad de nombrarlos, de incluirlos, pero la mayoría de ellos no pudo ni siquiera decir: “gracias por incluirme”.
—A lo largo de su trayectoria usted demostró gran versatilidad, ¿qué nos puede contar de sus presentaciones artísticas?
—Soy un obrero permanente de la cultura, desde hace mucho tiempo. Llevo casi 50 años en radio y televisión en la provincia de Salta; conduje por espacio de 15 años la tradicional Serenata de Cafayate; hice un unipersonal de poesía y música con Mercedes Sosa; otro con Los Chalchaleros cuando celebraban 25 años de trayectoria; actué en distintos teatros de Buenos Aires y el país con el Dúo Salteño, Zamba Quipildor y Los Cantores del Alba, entre otros grandes artistas.
—Es verdaderamente impresionante…
—Cuando uno mira hacia atrás cae en cuenta de que ha hecho mucho, pero a pesar de eso pareciera que somos nadie, porque en el presente la gente te nivela para abajo.
—¿Cómo es eso?
—Por ejemplo, hay chicos escritores que comenzaron la semana pasada y que te hablan de igual a igual, lo que democráticamente está bien. Sucede que, en mi juventud, conocí y compartí espacios con Manuel J. Castilla y César Perdiguero, pero nunca se me hubiera ocurrido nivelarme con ellos, porque sabía que había que aprender de esa gente mágica. Creo que cambió la sociedad y el país, teniendo como referencia aquellos tiempos y nuestra forma de conducirnos.
—¿Cómo ve este presente?
—El estilo de hoy es buscarse un padrino de la política y armar un proyecto, para que te editen los libros. En mi caso, nunca tuve padrinos ni los busqué, porque podían condicionarme. Siempre dije que no, porque toda la vida fui rebelde. Todo lo que hice fue con esfuerzo y sin arrodillarme a los intereses de quienes quieren manejar a su antojo a la cultura.
—¿El ámbito cultural está demasiado lleno de egos?
—Diría que está plagado de egos. Es peor que el mundial de futbol, todos son campeones. No digo que sea negativo, pero de manera exagerada es contraproducente. Siempre los artistas tuvimos un ego gigantesco, porque gracias a eso se crece y le da el valor a lo que hace, pero también puede hacerle perder el rumbo y hay que tener los pies sobre la tierra, como ocurrió con un paisano que encontré en el Congreso de la Nación, cuando presenté tres libros en los que se reflejaba la labor de autores de la provincia de Salta.
—¿Qué ocurrió?
—Me regaló un único libro que había publicado y me prometió que me enviaría el segundo cuando lo tuviera impreso. Me dijo que me seguía desde que era jovencito y que su familia era admiradora mía. Tiempo después, me agradeció la publicación en “La Gauchita” en ediciones recibidas y me confió: “No duermo pensando en el Premio Nobel”, lo que me dejó sin palabras. No subestimo a la poesía popular, porque muchas veces hay magia en la poesía de autores sin escolaridad. No hay una medida para la expresión poética, ni una receta infalible. El crecimiento en la escritura debe ser un desafío consigo mismo.
—¿Usted se ha desafiado para llegar a dónde está?
—Permanentemente me desafío. Es mi modo de mantenerme activo y en constante evolución. Como ya lo dije, soy un obrero permanente de la cultura y aplico esa dinámica a mi escritura y a todo lo que hago. Los que me descubren en el camino van viendo lo que produzco. Recuerdo cuando tenía escritos dos libros de poemas y un monólogo, y me dije: “estos libros los voy a presentar en un teatro de Salta, pero no con entrada libre”. Plata de hoy, era el equivalente a 2 ó 3 mil pesos la entrada. Ese desafío lo hacía conmigo mismo. Parta ver si el aplauso era de verdad. El que dice que es mi admirador y pasa por boletería, realmente lo es.
—¿Cómo le fue en esa presentación?
—Nos fue muy bien. Llenamos el teatro y un hombre que tenía una fábrica de sánguches de miga, envió 100 docenas media hora antes de la presentación porque quería que la gente pudiera disfrutar del espectáculo y de paso comer algo. Así que nos aprovisionamos de gaseosas y, al final de la función, que fue un verdadero éxito, les convidamos lo que había. La gente me decía que esos libros iban a hacer historia y no se equivocaron. En el monólogo había salido vestido de frac y moñito. El público estuvo fascinado y mis hijos subieron la presentación a internet sin saber que eso nos deparaba una linda sorpresa.
—¿Qué ocurrió?
—A los 15 días, un doctor en Letras de la Universidad de Tokio, especializado en español, me llamó para decirme que estaba maravillado con mis libros y para avisarme que quería usarlos para enseñar español en esa universidad. Lo que más me sorprendió es que llegó a Salta un equipo de trabajo para filmar un documental. Hasta ese momento, pensaba que había superado todos los límites de la sorpresa, pero los japoneses, no solo me hicieron grabar el contenido de los dos libros, sino que querían que los llevara a los lugares en donde tomaba café o salía a comer en la ciudad de Salta. Estaban interesados en saber cuál era mi rutina diaria. También me sorprendió el profesionalismo que pusieron en los detalles de mi obra.
—¿Puede contarnos?
—Por ejemplo, en el monólogo hablaba mi yo consciente con mi yo inconsciente, en un diálogo conmigo mismo. Para diferenciar ambas voces, yo grabé el consciente y mi hija le puso su voz al inconsciente. Son perlitas con las que me ha honrado la vida. No busco premios, porque los premios los da la gente.
—Pudo comprobar en persona el alcance de internet…
—Es una verdadera ventana al mundo, una herramienta que normalmente no sabemos utilizar. Por ejemplo, el celular ha sido creado para comunicar a la gente y ha logrado el efecto contrario, porque la gente se aisló gracias a él.
—¿Le pasó algo más con gente del exterior?
—Una vuelta me invitaron de Italia para que vaya a presentar un libro de poemas y a participar de una reunión internacional de cultura en el norte de ese país. Me dijeron que consiguiera los pasajes y que ellos correrían con todos los gastos de estadía. No conseguí financiamiento y les avisé que me sería imposible viajar. Fue entonces que me dijeron que no pidiera nada a nadie, que ellos correrían con todos los gastos. Como consecuencia de ello, surgió la publicación de un libro de poemas bilingüe propiciado por la directora en Letras de la Universidad de Udine.
—¿Cómo se logró la publicación de tres libros en el Congreso de la Nación para difundir a poetas salteños?
—Esta historia comenzó hace 25 años, en abril de 1997. En aquella oportunidad, presenté en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso Nacional, con la participación de todo el cuerpo legislativo y de la tucumana Leda Valladares, además de historiadores y tratadistas, el libro “Poetas salteños en el Congreso Nacional”, que incluía los trabajos de nueve poetas de nuestra provincia. El Congreso corrió con todos los gastos para trasladar, agasajar y hospedar a los autores: Roberto Albeza, Raúl Aráoz Anzoátegui, José Juan Botelli, Juan José Coll, Juana Dib, José Fernández Molina, Julio Ovejero Paz, José Ríos y Sara San Martín. Ocurrió el año pasado que, tomando un café con el diputado nacional Carlos Zapata, este me preguntó si se había editado alguna vez, desde el Congreso Nacional, a escritores salteños. Le conté lo de 1997 y me propuso la reedición, pero yo le elevé la apuesta y salió la posibilidad de hacer tres libros. Vale decir que se logró reeditar “Poetas salteños en el Congreso de la Nación”, y publicar otro en el que aparecen los libros de poesía editados en Salta entre 1981 y 2022, además del “Diccionario de poetas salteños”, con más de 500 autores y que es un extracto del Diccionario Cultural del NOA.
—¿Qué nos puede decir, justamente, de esa monumental obra que es el Diccionario Cultural del NOA?
—Muchos los llaman “el libro gordo de Ceballos” (ríe con ganas). Tiene un total de 840 páginas. Fue un trabajo que me llevó 40 años. En el libro hay más de 4 mil escritores de la región. Están los amigos, lo no tan amigos y los históricos, muchos de los cuales no tuve el placer de conocer. Realizando esta tarea tuve la suerte de llegar a La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy para visitar a los autores en sus casas y lograr un intercambio de opiniones. Uno de los más queridos escritores a quien visité, miserablemente olvidado, fue Dionisio Campos, que me entregó una bellísima antología de Tucumán. Me la dio sin tapa, porque no quería que me fuera de la provincia sin ella. También tengo muy buenos recuerdos de Gustavo Bravo Figueroa, Augusto Moreno, Arturo Álvarez Sosa y María Elvira Juárez.
—¿Qué recuerda de María Elvira Juárez?
—La visité en su casa en Tucumán en varias oportunidades. Era de trato afable y excelente anfitriona. Formó parte de ese gran movimiento cultural llamado La Carpa y culturalmente hablando, no tenía mácula. Tengo todos sus libros, de los cuales el que más me impactó fue “El hierofante”, que le publicó la Universidad Nacional de Tucumán en 1985.
—Cuéntenos cómo fue el espectáculo que hizo con Mercedes Sosa y cómo fue su relación con ella.
—Nos juntamos con Mercedes Sosa allá por el año 1973, para hacer un espectáculo poético musical en el Salta Club, un lugar que ya no existe. Ella cantaba una canción y yo recitaba un poema. De ese modo íbamos alternando cada una de nuestras especialidades. De ahí creció una linda amistad y solía visitarla en su casa de la Carlos Pellegrini, en Capital Federal. Allí se juntaban músicos de todo el país.
—¿Tiene alguna anécdota con ella?
—Varias, pero una que siempre tengo presente, por lo impactante que fue en ese momento. Me presentaba en la Universidad de San Luis, con el Grupo Markama, en donde ellos mostraban la parte instrumental y yo explicaba la historia de los ritmos, el origen de los instrumentos y la relación con el pueblo. Después de esa presentación teníamos que ir a Mendoza. A la mañana nos buscó el colectivo de la Universidad, pero yo no encontraba mi cartera de mano con toda la documentación personal. Me puse nervioso y le dije a los muchachos de Markama que se fueran hasta que solucionara ese problema y que los alcanzaría para la presentación. Cuando el colectivo dobló la esquina, se detuvo un auto del que bajaron dos hombres que me dijeron que tenía que acompañarlos. Se imagina el miedo que tuve, porque era el año 1977 y había perdido varios amigos a manos de la dictadura. Me llevaron a una casa de familia en San Luis y me encerraron en una pieza. Uno de ellos se quedó conmigo y trataba de darme charla, pero me mantuve hosco. Hasta que tocaron la puerta avisando que podían sacarme. Al salir, vi una mesa larga debajo de la galería, en cuya cabecera estaba Mercedes Sosa. Ella les había dicho a dos colaboradores que “me secuestraran” del hotel porque quería comer un asado conmigo. Lo pasamos muy bien y ella insistía en que me quedara más porque quería seguir charlando. Finalmente, me llevó en persona, manejando su auto, hasta Mendoza. Éramos muy amigos, al punto que, al ver a mi esposa embarazada del segundo vástago, me propuso ser la madrina. No pudo ser, porque tuvo que escaparse, pero nuestra amistad siempre siguió siendo fuerte.
—¿Cuál fue el más grande poeta que conoció?
—Sin dudarlo, el más grande fue Manuel J. Castilla. Un hombre pura sangre, identificado con el pueblo y con la tierra. Desde la humildad, supo leer la historia de los humildes, los oficios, la memoria popular, habló de los árboles, su fragancia, sus frutos, su vinculación con el mundo circundante. Hoy todo es de plástico y estamos lejos de las cosas en esencia importantes. Él fue quien descubrió la ternura en Eulogia Tapia, pero también la dejó viva para siempre, le dio eternidad en esa composición llamada “La Pomeña”.
—¿A quién admira de la literatura universal?
—No sé si hay alguien que se destaque del resto en mis preferencias, pero me gustan Walt Whitman, Pablo Neruda, César Vallejo, Federico García Lorca, Nicolás Guillén, José Martí, y uno que anduvo muy bien en la música popular de Uruguay, como Aníbal Sampayo, autor de “Garzas viajeras”. Para mí, Sampayo es un decidor profundo que perdió popularidad.
—¿Cómo logró llegar hasta este presente?
—Voltaire dijo: “si quieres tener poder, mueve la voluntad”. Tengo 38 libros publicados, la mayoría de ellos con gran esfuerzo e imaginación, pero siempre apoyado en la perseverancia, la constancia y la voluntad.