Nadia (14), Mara (12) y Sofía (14) -nombres ficticios para preservar la verdadera identidad de las víctimas- se conocían desde hacía varios años.
Mujeres de bajos recursos
Eran todas vecinas del mismo barrio en Trelew y se habían hecho amigas rápidamente. Tenían también otras particularidades en común: vivían con escasos recursos económicos, todas habían abandonado en algún punto el colegio, atravesaban diversos conflictos familiares, habían vivido episodios de violencia, abusos o tenían padres fallecidos o ausentes. Las tres habían sido detenidas alguna vez y tenían problemas con el consumo abusivo de sustancias, específicamente inhalar pegamento. Vivían en una situación de completa vulnerabilidad.
María A., madre de Sofía, y su pareja Mauricio B. -también nombres ficticios para no facilitar la identificación con las menores- se dieron cuenta de esa situación: vieron en ellas una oportunidad.
Violencia familiar
María, una mujer de 39 años oriunda de Caleta Olivia, vivió en Trelew gran parte de su vida y tuvo allí a sus tres hijos: un niño hoy de 13 años alojado en un hogar infantil con una discapacidad, una hija de 18 que quedó embarazada cuando tenía 13, que la denunció a su madre por violencia y se fue de su casa, y Sofía, que abandonó sus estudios en sexto grado de la primaria cuando falleció su papá y debió vivir en un hogar también cuando su madre fue denunciada por maltratos.
Tentativa de homicidio
María también estuvo involucrada junto a otra mujer en una causa por tentativa de homicidio y, según contó ella misma ante la Justicia, cuando enviudó, a sus 25 años y sin ningún empleo fijo, empezó a prostituirse para subsistir.
Mauricio, un pintor de 44 años oriundo de Avellaneda, era su pareja desde 2015 y vivían juntos desde entonces en una casilla precaria en el barrio La Carolina en Florencio Varela.
Mentiras y engaños
El lunes 15 de agosto de 2016, María fue a buscar a su hija Sofía y a su amiga Mara a la casa de otra chica, Nadia. Allí, Nadia le preguntó a su madre delante de todos si podía ir a pasar un día con María en Puerto Madryn junto a sus amigas. La madre de Nadia dijo que sí, pero le pidió a la mujer que por favor la trajera de vuelta al día siguiente porque tenía un turno con un pediatra.
María, en realidad, le había propuesto a ella y sus amigas viajar juntas a Buenos Aires, a ir a “conocer”, “de vacaciones”.
Esclavas sexuales
Dos días después, la madre de Nadia empezó a desesperar. Su hija -que no tenía celular y se había ido solamente con 100 pesos que ella le había dado y una muda de ropa- no volvía y María, que la tenía a su cargo, no contestaba sus mensajes. Temía que su hija, en un rapto de rebeldía, se hubiera escapado como una travesura, pero Rosa, una vecina y amiga de su hija, apareció en su casa con una certeza preocupante: “La gorda (en referencia a María) se las llevó a Buenos Aires para prostituirlas”.
“El Brujo”
Rosa volvió más tarde a la casa de Nadia ese mismo día junto a Aníbal Antonio Orihuela, un ex empleado del Ministerio de Agricultura y Ganadería de Chubut de 68 años, que era conocido por las propias chicas como “El Brujo” porque, según decían y confirmó él mismo ante la Justicia, se dedicó siempre a la ciencia paranormal.
Rosa lo conocía del barrio, le contó al “Brujo” que sabía perfectamente lo que planeaba María con sus amigas: a ella misma se la había llevado a Buenos Aires en una oportunidad y la había obligado a prostituírse.
Drogas y prostitución
Orihuela incluso cruzó a María en un momento, antes de su partida y le preguntó a dónde se iban. La mujer le contestó: “Viejo de mierda, no te metas”. Vio a las chicas y, según su testimonio, parecían estar “idas”, drogadas. Otra amiga que también las cruzó y aportó fotos y videos del momento a la Justicia refirió lo mismo, que las chicas parecían estar bajo el efecto de alguna sustancia.
La denuncia
Orihuela y Rosa le propusieron a la madre de Nadia ir todos juntos a Buenos Aires a buscarla. La mujer dudó de la oferta. Buscó ayuda en el Estado, se asesoró con el Servicio de Protección de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes provincial. Finalmente, hizo la denuncia en la Comisaría N°2 de Trelew.
Tanto Mara como Nadia se comunicaron en dos o tres ocasiones con sus madres en llamados y mensajes de Facebook durante su ausencia que, supieron después, eran monitoreados por María y Mauricio. Aunque ellas decían que se encontraban bien y no revelaban lo que verdaderamente ocurría, sus familiares no lo creían y sospechaban.
Pero en una comunicación que Nadia pudo mantener a escondidas con su mamádesde el celular de Mauricio la semana siguiente, la mujer logró que su hija le dijera dónde estaba: en la villa La Carolina en Varela.
Al día siguiente, el 25 de agosto de 2016, un grupo de efectivos de la DDI de Quilmes y de la policía de Chubut junto a la Oficina de Rescate y Acompañamiento de Personas Damnificadas por el Delito de Trata de Personas, una trabajadora social y una psicóloga entraron en la madrugada a la casilla de madera, piso de cemento y techo de chapade la calle 1134 de ese barrio, un operativo bajo la firma del Juzgado Federal de Rawson.
En la parte de atrás, al calor de un brasero con fuego, la única calefacción que había en la casa en pleno invierno, estaban Nadia, Mara y Sofía junto a María, Mauricio y su hijo, el dueño de la casa. Las menores fueron contenidas de inmediato por los especialistas ytanto María como Mauricio fueron detenidos, acusados del delito de trata de personas con fines de explotación sexual.
Lo que las menores contaron con detalles luego cuando fueron entrevistadas por la psicóloga y trabajadora social develó una escabrosa mecánica de captación de menores con el fin de explotarlas sexualmente que llevaba adelante la pareja con la propia hija de María y sus amigas como víctimas.
Los testimonios fueron coincidentes: las tres relataron lo mismo.
Declararon que María A. les propuso ir a Buenos Aires “a pasear” y que viajaron a dedo desde Trelew durante un día y medio en varios camiones que paraban haciendo señas sobre la ruta.
“No sé donde bajamos, yo nunca había venido a Buenos Aires”, dijo Mara. Lo mismo dijo Nadia. Sofía ya había viajado con su madre una vez, pero igual no conocía la zona.
Una vez en Florencio Varela, las tres contaron que tomaron un remis que pagó María y que durante todo el viaje comieron alimentos que también les daba ella.
Luego, contaron que llegaron de madrugada a la casilla y se fueron a dormir para empezar lo que iban a ser, según creían ellas, sus “vacaciones”, pero que, a la mañana, la pareja las hizo levantar de la cama temprano y fueron en colectivo hasta Plaza Miserere, en el barrio de Once, acompañadas y controladas por María.
Una vez ahí, María les dijo que debían “trabajar con los hombres” en un hotel ubicado a dos cuadras de la plaza.
Las chicas no querían hacerlo y María les contestó que si no lo hacían las iban a echar de la casa.
“Más vale que hagan plata, porque acá todas hacen plata para pagar el alquiler por semana, que son 600 pesos”, las amenazó Mauricio: “De algún culo va a salir sangre”.
Las adolescentes permanecían entonces todo el día en la plaza hasta bien entrada la noche junto a María, que negociaba con los clientes el pago de la suma de 500 pesos, y a Mauricio, que las monitoreaba desde un lugar más apartado. Luego, uno de ellos las acompañaba hasta el hotel y esperaba en la esquina o en la puerta hasta que terminaran.La secuencia se repetía hasta con más de 10 hombres por día. Contaron también que trataron de evitar tener sexo en varias oportunidades y una vez, por negarse, un cliente la agarró del pelo a una de ellas y la golpeó hasta que pudo escaparse.
El dinero, por supuesto, jamás pasaba por las manos de las jóvenes y, aunque la excusa era el alquiler, todas refirieron que María y Mauricio lo gastaban principalmente en drogas (pasta base, paco, poxirran, marihuana y cocaína) que consumían diariamente. Luego las incitaban a ellas para que consumieran también. Tampoco tenían acceso a sus documentos, que María les había sacado antes del viaje. Una de ellas dijo además que Mauricio se alcoholizaba los fines de semana y que en varias oportunidades la acosaba y le pedía que le diera un beso a pesar de que ella se negaba.
Ni María ni Mauricio las proveían de preservativos y los clientes tampoco usaban. Durante el día, en todas las horas que pasaban allí, lo único que ingerían era alfajores y gaseosa que les daba María.
A la noche, si ella no tenía ganas de cocinar, las nenas no comían y cuando regresaban, además, la pareja las obligaba a realizar tareas de limpieza. Solo podían salir de la casa si les pedían que fueran a comprar algo a un kiosco cercano y además no sabían exactamente dónde estaban.
Las niñas contaron también que en una oportunidad le dijeron a María que querían volverse a Trelew y que su respuesta fue negativa porque -habría dicho- “me van a meter en quilombos”.
“Yo nunca pensé que nos iban a hacer estar con hombres”, dijo Nadia a las especialistas de la Oficina de Asistencia cuando fue rescatada, con vergüenza e incluso culpa por el involucramiento de la madre de su amiga, según detalló en su informe la psicóloga que las asistió.
Sofía, hija de María, primero negó que ella haya sido obligada a prostituirse pero después, en su declaración en cámara Gesell y durante el juicio en contra de María y Mauricio, terminó por confirmar que sí había ocurrido. Los expertos que intervinieron creen que se trató de “una negación relacionada con lo padecido”, aseguraron que es frecuente que esto ocurra cuando la víctima tiene un vínculo con su proxeneta.
Los informes psicológicos aseguraron que no hubo fabulación, que las menores “mantuvieron un discurso claro y coherente” todo el tiempo y un “relato preciso acerca de la oferta engañosa que recibieron”. Fueron encontradas con agotamiento físico, hambre, estrés y que les costaba por eso precisar fechas y detalles espacio-temporales. Estaban confundidas.
Durante toda la investigación, que estuvo en manos del fiscal federal Fernando Gélvez, María y Mauricio continuaron detenidos en el penal de mujeres de Ezeiza y en la Unidad Nº 6 del Servicio Penitenciario Federal en Chubut.
En Chubut también fue arrestado Aníbal Orihuela, “El Brujo”, sospechado de participar en la captación de las adolescentes junto a ellos a partir de una relación de confianza con las víctimas. Orihuela, detenido en el penal de Marcos Paz, está involucrado también en una causa de drogas y otra por abuso de menores: lo acusan de organizar fiestas sexuales con adolescentes a cambio de pegamento para inhalar, ropa, comida, alcohol, alojamiento y carga para celulares.
El fiscal Gélvez sostuvo que la materialidad del hecho estaba acreditada así como también la intervención y la responsabilidad de María y Mauricio y pidió para cada uno la pena 15 años de prisión. A Orihuela, sin embargo, no lo involucró en el delito. El juez federal Gustavo Lleral elevó finalmente la causa a juicio oral en 2017.
Mauricio declaró en indagatoria y luego ante el tribunal que él no tenía nada que ver con la causa, que “se fijaran bien”, que él era pintor. Que era cierto que tenía cuatro causas por robo previas y había estado preso pero que quería cambiar de vida. María, que se abstuvo de declarar en el juicio, dijo cuando fue detenida que la denuncia era falsa, que las madres le dieron la autorización para hacer el viaje y los documentos.
María sostuvo también que “en ningún momento explotaría a una menor porque ella conoce lo que es el maltrato” y que “siempre puso el cuerpo por sus hijos”. Que llevó a las chicas a Buenos Aires para que conocieran pero que dormían todo el día y ella no las molestaba.
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Comodoro Rivadavia, presidido por Nora María Teresa Cabrera de Monella e integrado por los jueces Jorge Enrique Guanziroli y Ana María D’alessio, no les creyó.
Así, María y Mauricio fueron condenados a 12 años de prisión el 29 de julio último por ser coautores del delito de trata de personas con fines de explotación sexual, agravado por mediar amenazas, por el número de víctimas, su situación de vulnerabilidad y por ser menores. En el caso de María, además, por el engaño y por tratarse una de ellas de su hija. Los jueces consideraron que ambos se aprovecharon de la situación personal de las chicas, de su pobreza, de su miedo, desconcierto e incertidumbre.
Orihuela, en tanto, fue absuelto porque “a pesar de que fue vinculado a las menores en extrañas circunstancias”, la falta de acusación fiscal y de pruebas que lo involucren en el hecho no alcanzaban para comprometerlo.
“Les robaron la niñez”, dijo la tía de una de las chicas ante el tribunal con atinada precisión. Las tres, ninguna aún en su mayoría de edad, debieron pasar por asistencias médicas y psicológicas tras el hecho. Sus familiares dicen que en general no quieren hablar del tema, que aún no lo superan. Una de ellas se mudó a una provincia del norte argentino.
En sus redes sociales, tres años después, ninguna habla del hecho. En sus cuentas de Facebook, las tres sonríen en fotos junto a sus amigos y familiares.