El oficialismo y los bloques aliados avanzaron en rubros clave como jubilaciones, retenciones y privatizaciones de cara a la posible sesión de la semana próxima. La influencia de Santiago Caputo y la construcción del relato oficial.
Si no fue una negociación, un término prohibido en el guion oficial, la dinámica de esta semana y, en especial, de estas últimas 24 horas, se le pareció bastante. El proceso de toma de decisiones del gobierno libertario es un tema recurrente de conversación que desorienta al círculo rojo. No así la construcción de un relato efectista e inflexible ejecutado a diario por Javier Milei, que reniega del sistema político, a pesar de que anoche las tratativas parlamentarias en torno al proyecto de Ley Ómnibus, mientras el presidente volaba de regreso al país, se intensificaban en el despacho de Martín Menem, el titular de la Cámara baja.
Santiago Caputo, el cada vez más influyente amigo presidencial, el cerebro de ese relato oficial al que Milei le dedica buena parte del día, se instaló ayer en la oficina de Menem y acaparó, para asombro de varios de los legisladores de los bloques aliados que desfilaron por ese despacho, y por encima de Menem y el ministro Guillermo Francos, el centro de las negociaciones, aun cuando exhibió cierto desconocimiento técnico en algunos de los capítulos más sensibles de la llamada Ley Ómnibus.
“Era la voz del presidente. Habló casi todo él. Menem y Francos solo acotaron”, reflexionó a última hora un jefe de bloque que abandonó el Congreso pasadas las 23.
Anoche, en los bloques aliados -el PRO, la UCR y Hacemos Cambio Federal, la bancada que combina a resabios del PRO, el peronismo no K y la Coalición Cívica- se preguntaban hasta qué punto el gobierno había acordado en torno al extensísimo proyecto de ley en debate de cara a la media sanción que Milei pretende tener la semana próxima en Diputados, y qué guion construiría la administración libertaria alrededor de una iniciativa que, por el resultado de las negociaciones, permite inferir una serie de modificaciones que no se condicen con ese libreto.
El gobierno tiene una evidente debilidad parlamentaria: solo 38 legisladores. Y necesita de esos bloques -entre los cuatro espacios suman 132 legisladores- para el éxito parlamentario. En ese plano, la irreverencia pública de Milei es una estrategia difícil de comprender en las bancadas aliadas.
De hecho, Caputo blanqueó la idea de dictaminar el lunes y convocar al recinto el martes, en una sesión que se prevé maratónica y que podría durar casi 48 horas, es decir hasta el miércoles 24, el día del paro y la movilización de la CGT y el peronismo. Una estudiada puesta en escena que, según confiaron, fue rechazada por algunos integrantes del bloque presidido por Miguel Ángel Pichetto, entre ellos Emilio Monzó y Juan Manuel López.
Ayer, según las fuentes consultadas, trascendió que el gobierno había aceptado retroceder en la iniciativa original en varios de los puntos más relevantes, y volver a enviar el texto con las correcciones este mediodía.
La eliminación de la fórmula jubilatoria es uno de esos aspectos. El Ejecutivo propuso en el proyecto ajustar los haberes de manera discrecional por tiempo indeterminado, y ayer se consensuó, en principio, actualizar en base al Índice de Precios al Consumidor pero a partir de marzo, es decir con la inflación de febrero. La modificación no terminó de convencer a todos los presentes.
En el capítulo retenciones, La Libertad Avanza aceptó anular cualquier tipo de incremento impositivo en las economías regionales, pero avaló aumentos en carne y otros commodities. Quedó pendiente la suba del 15% a las exportaciones industriales, que esta semana tuvo una fuerte resistencia pública por parte de la UIA.
Con el régimen de biocombustibles y de pesca, la Casa Rosada ya había aceptado volver atrás con las modificaciones por presión de los gobernadores. También en la eliminación del trazo grueso de la reforma electoral -un capítulo al que Santiago Caputo le dedicó en una de las reuniones especial interés- y en la emergencia y la delegación de facultades del Congreso al Ejecutivo, con la promesa de reenviar en estas horas los cambios por escrito.
En el rubro privatizaciones, se acordó excluir a YPF del extenso listado de empresas estatales con potencial de venta. En los bloques aliados creen que, en verdad, el gobierno nunca tuvo la intención real de privatizar la petrolera estatal y sí otras compañías como ARSAT o el Banco Nación. Sí se habrían desechado los cambios en el código civil y la ratificación del DNU 70 que ideó Federico Sturzenegger -de bajísimo perfil por estos días, en contraposición a la aceleración de las negociaciones de esta última semana- propuesto en el artículo 1 de la Ley Ómnibus.
Para el Fondo de Garantías de Sustentabilidad (FGS) de la ANSES todavía no había consenso: la Casa Rosada promocionó la posibilidad de implementar una especie de control a la propuesta original de traspasar el fondo al Tesoro, es decir al ministro Luis “Toto” Caputo.
El nivel y la magnitud de las modificaciones aceptadas por el oficialismo era anoche motivo de debate interno en los bloques aliados, en medio de una cada vez más compleja convivencia política. Este viernes, Milei debía terminar de confirmar, o no, la viabilidad de los cambios.
El jefe de Estado está ensimismado con su libreto, fascinado con el furor libertario de las redes sociales -atravesado este jueves por las repercusiones de su exposición en el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza- que el presidente alimenta personalmente con un aluvión de comentarios, adhesiones, opiniones y ofensas a la que solo en estas últimas horas, antes de embarcarse de vuelta a Buenos Aires, le había dedicado una buena cantidad de horas.
En el país, mientras tanto, las negociaciones parlamentarias se vigorizaron en estos últimos días. El miércoles a la tarde noche, por ejemplo, Francos y Cristian Ritondo, uno de los referentes legislativos del PRO, se encontraron a solas en el bar de un hotel sobre la calle Posadas, en el bajo porteño, para tratar de reencauzar las tratativas, una información publicada por el diario La Nación. Horas después, tras su habitual conferencia matutina, el vocero presidencial, Manuel Adorni, insistió en declaraciones a CNN Radio: “Acá no hay una negociación, lo que se está haciendo es explicar los puntos de la ley”.
Durante la semana, por caso, en el despacho de Menem se habían habilitado por primera vez negociaciones formales entre los aliados del PRO, la UCR y Hacemos Cambio Federal. Una mesa de trabajo que esos bloques reclamaban a gritos.
El lunes, la Casa Rosada envió a funcionarios técnicos de la Presidencia y la Jefatura de Gabinete. El martes, a Pablo Quirno y Carlos Guberman, dos de los colaboradores del ministro Caputo. En una de esas reuniones en el despacho de la Presidencia de la Cámara baja, Quirno pidió permiso para ir al baño. El encuentro se distendió por unos minutos. López, presidente del bloque de la CC, aprovechó el cuarto intermedio para quejarse por la intransigencia pública del gobierno: “Nos sentimos unos boludos, nosotros no votamos Ganancias el año pasado, Milei sí lo hizo, y no hicimos política con eso”, dijo el diputado, que concentró la atención del resto de los legisladores. En ese momento, Quirno volvió del baño y se sumo a la conversación. Daiana Fernández Molero, del PRO, se despachó entonces con una ironía: “Milei dijo que se cortaba una mano antes de votar una suba de impuestos, aunque sea podría aparecer con algún tajo, algo”. La festejaron con risas.
Más allá de la ocurrencia, los aliados parlamentarios del gobierno aguardaban con impaciencia que la administración de Milei aceptara algunas de las concesiones pedidas para consensuar en las próximas horas un dictamen de mayoría, frente a la resistencia de la bancada kirchnerista, que le pueda dar a Milei su primer éxito parlamentario.
“El gobierno necesita meter un gol lo antes posible”, resaltó ayer un gobernador de Juntos por el Cambio, desorientado, como a la mayoría de sus colegas, por el estilo de liderazgo de Milei y el esquema de poder que el jefe de Estado ideó para su gobierno.
Es que, a pesar del sostén de buena parte de la sociedad que todavía se refleja en las encuestas -”Aún hay mucha crispación en los ‘anti’, mucha más de la que había en los macristas cuando ganó Alberto Fernández y en los kirchneristas cuando ganó Mauricio Macri”, apuntó un analista de opinión pública que trabaja para el PRO-, el verano tiene fecha de vencimiento. Y el clima social puede cambiar de un momento a otro. A pesar de la efectividad del relato.
fuente: infobae