A poco más de 23 años de la revuelta más sangrienta de la historia criminal, los guardiacárceles y los presos cuentan cómo fueron esos 8 días en que los 12 Apóstoles mataron y cocinaron a 8 presos enemigos. (Advertencia: relatos de alto contenido de violencia y crueldad)
Sobre Jorge Krohling, guardia tomado como rehén por la sanguinaria banda los 12 Apóstoles durante el sangriento motín en la cárcel de Sierra Chica, del 30 de marzo al 7 de abril de 1996, recae un mito: que fue uno de los que comió, sin saber, empanadas hechas con carne humana de los presos asesinados, descuartizados e incinerados en el horno de la panadería del presidio.
El diálogos con la prensa:
-¡No! Eso no es así -dice al periodista.
-Siempre se dijo lo contrario.
-Mirá, es simple: yo soy católico y jamás hubiese comido carne. Me ofrecieron pescado pero no quise probar porque todo me daba asco.
-¿Otros comieron empanadas?
-Sí. Y pastel de papa. Se lo dieron hasta la familia en visita.
Y agrega, antes de cortar el teléfono:
-Tengo más cosas para contar, algunas que nunca dije. En su momento me tomaron por loco. Si no almorzó, le diría que me llame más tarde porque lo que le voy a decir le sacará el hambre.
En la revuelta, la banda los 12 Apóstoles, liderada por Marcelo Brandán Juárez y Jorge Pedraza, mató a 8 presos, tomó 17 rehenes, entre ellos Krohling y la jueza María Mercedes Malere.
El relato de un testigo
La versión más difundida sobre la masacre es que da la banda liderada por Brandán Juárez: sus cómplices durante el motín de Semana Santa mataron a los presos “arruinaguachos”, acusados de violar a otros reclusos y de ser “buchones” de los guardias. El líder de ese grupo era Agapito Lencinas, asesinado por Brandán de un balazo en la nuca. “Además de ese balazo al mismo tiempo le dieron facazos”, dice una fuente penitenciaria.
Pero otra versión es que todo comenzó con un fallido intento de fuga.
Uno de los que según el expediente le asesto un facazo a Lencinas fue Juan José Murgia Canteros. Hace siete años, se le preguntó sobre el mayor mito o realidad de ese botín.
-¿Dieron de comer empanadas con carne humana?
-Sí.
Murgia no dijo nada más.
En el juicio,el guardiacárcel Oscar Iturralde declaró que le convidaron una empanada que se había hecho con los restos de Agapito. También se habló que cocinaron albóndigas.
Hace unos diez años, durante un festival del Día del Niño organizado por el Gordo Luis Valor, ex líder de la superbanda que robaba bancos y blindados, luego del encuentro los detenidos invitaron con un asado en la sala de visitas de la cárcel de Campana.
Uno de los compañeros de Valor, apodado El Sapo, mientras comía un pedazo de vacío, confesó:
–Fui testigo del motín de Sierra Chica. ¿Saben qué feo fue tener que cortar en pedacitos a un compañero?
Nadie dijo nada, y Valor cambió de tema.
El preso siguió:
-Lo de las empanadas fue posta. Ellos se la daban a los guardias. Y decían: “Tiene gusto dulzón, ¿viste? Te estás comiendo a un chorro”. Creo que te tocó un pedazo de José Cepeda (una de las víctimas).
Krohling declaró en el juicio en el que condenaron a perpetua a los líderes de los Apóstoles, en 2000. Lo conocí cuando visitaba a Carlos Eduardo Robledo Puch, que entre 1971 y 1972 mató a 11 personas. Robledo se llevaba bien con el guardia. Se respetaban y solían hablar de armas o de la Segunda Guerra Mundial.
“Claro que cocinaron empanadas en el horno del penal. Vení que te lo llevo a conocer”, me dijo Robledo una tarde de 2007 en Sierra Chica. Luego dijo: “Yo me refugié con una Biblia en la capilla del penal”.
Otra versión decía que había sido víctima de los Apóstoles.
La verdad de los hechos
-Robledo dice la verdad -coincide Krohling.
-Otro mito es que jugaron a la pelota con la cabeza de una víctima.
-Eso es verdad. Yo lo vi.
-¿Lo vio?
-Si… ¿Cómo fue? Lo que yo vi fue tremendo. No lo podía creer. Pusieron un arco y todo. Patearon la cabeza, se hacían pases, gritaban gol. Se movía lentamente. Como si fuera de plomo. No sólo hicieron eso. Jugaron a otra cosa con una cabeza.
-¿Qué hicieron?
-Hicieron un pozo no muy grande. Agarraron un palo y jugaron al golf con la cabeza. “¡Hoyo en uno!”, gritó uno mientras la embocaba. Para mí que además de ser perversos, estaban drogados. La droga hace desastres, pero muchos más en hombres violentos. Un compañero mío que era policía vio a un ladrón correr como si nada después de que le dieran tres balazos. No caía.
-¿Hubo violaciones?
-En el juicio presos declararon que hubo compañeros violados. Y cuando terminó el motín había preservativos usados por todos lados, algunos enterrados incluso. Yo no vi nada.
Una de las versiones nunca confirmadas era que los presos llegaron a comer gatos.
“Tengo entendido que los mismos guardias cocinaron y después les sirvieron a los rehenes. Sentían un gusto raro. A un preso le dieron una empanada. Y dijo: ‘Estaban ricas”‘. Y le respondieron: ‘Te acabas de comer a tu compañero’. Se quería morir. A todos los conocí en Olmos. De hecho conocí a Brandán de pibe y a Murgia también. A Lencinas también lo conocí. Al Gitano, otro apóstol”, cuenta Rubén Alberto de la Torre, ladrón retirado de la banda del Roblo del Siglo.
Memoria
El Gitano Acuña llegó a contarle a Chiche Gelblung, como si hablara de algo trivial, algo espeluznante: “Elegíamos las nalgas para cortar y hacer la comida. La droga nos la daban los guardias. Había mucho odio porque nos hicieron la vida imposible. Nos maltrataban y no nos daban de comer, una vez tuve que morfar un jabón. Al fútbol jugamos, aunque la cabeza pesa mucho. Se jugó con un par de cabezas. Una era la de un tipo miserable, que era muy sucio jugando a la pelota”.
El relato del horror
El peor momento para Krohling -53 años, dos hijos, una nieta, suboficial mayor, pasó ha retiro luego de 30 años de servicio hace una semana- fue cuando los Apóstoles lo tomaron de escudo humano en un pabellón.
-A Brandán Juárez y al resto no le importaba nada. “Si tienen que morir todos los rehenes, que mueran”, repetía. “O que nos maten”. Pero lo primero que vi fue por estar en el momento y el lugar equivocado. Uno de los primeros descuartizados en ser tirado al horno fue Mario Barrionuevo Vega. Lo tiraron junto a su perra y unos cachorritos. ¿Y sabés por qué lo mataron?
-No.
-Porque dijo: “Che, loco, pidamos cosas, reclamemos, pero no os matemos entre nosotros”. Y ahí Brandán lo mató por la espalda.
-¿Usted pensó que lo iban a matar?
-Sí. Retomo lo de estar en el lugar equivocado, en el pasillo del pabellón 12, donde estaban ellos. Veo venir a presos vestidos de negro, con un carrito metalizado gris, que era de buzones, con dos bultos tapados con frazadas.
-¿Por qué todos vestidos de negro?
-No sé. Era ropa de una marca deportiva conocida. Quizá se sentían verdugos. Y les veo manchas de sangre en el cuello. Pero venían tan colocados que uno de ellos, alias King Kong, chocó contra una pared, se le abrió una de las frazadas y veo que caen un tronco sin cabeza, dos piernas y un brazo. En ese momento, me sorprende Jorge Pedraza, otro de los capos, y me amenaza. “No mires para atrás o te matamos”. No miré atrás pero después supe que yo era el escudo humano de 50 tipos, los más peligrosos. “No mires para atrás o vas a morir”, me decía y me empujaba, suavemente, con la punta de la faca. Sólo había llegado a ver que tenía un handy, y un chumbo 11.25. “No mires Canguro porque te mato”, me decía. A mí siempre me dijeron Canguro. A los pocos metros, otra vez. “No te des vuelta, churrasco de croto”. La cosa se iba poniendo violenta. De pronto apareció uno de ellos y me ofreció una jarra que tenía un líquido anaranjado. No tomé pensando que tenía droga o sangre. De repente escuché que se le cayeron tarros de aceite. Y después me hicieron sentar. Y me dijeron: “Sabemos que te gustan los Parliament, pero te vamos a dar Parissien”.
-¿Y qué vio?
-Me pusieron justo para que desde afuera me registraran con la mira. Vi cosas horribles. Cómo a las víctimas las despedazaban o cortaban como si fuesen corderos. Y los metían en la máquina de picar carne. Pero lo insólito es que uno de ellos dijo: “Póngale la tele”. Y otro respondió: “Pobre tipo, podría estar en su casa teniendo sexo con tu mujer, pero te vamos a entretener”.
-No me quiero imaginar lo que hicieron.
-No, no pienses nada violento. Pero me pusieron una porno. Querían quebrarme. Entonces yo les dije: “Quédense tranquilos que cuando salga voy a hacer todo eso”. El olor que había era nauseabundo, espeso, se impregnaba. ¿Pero quiere escuchar algo tremendo? No sé si se va a animar no sólo a publicarlo, sino a ponerlo.
-Lo escucho.
-A algunos presos les cortaron la lengua y se las atravesaban con alfileres y las colgaban en la reja.
-Es tenebroso todo esto.
-No terminé. Sé que es morbo y horrible. Pero contarlo es una forma de desahogarme. Pero te lo digo. A uno le sacaron las tripas y en cada tetilla le pusieron un ojo. Esa imagen no me la puedo sacar de la cabeza. Me hicieron mucho daño, pero los perdoné a todos.
fuente: infobae