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La renuncia de Guzmán asoma como el desenlace más previsible y a la vez más alarmante de la interna. Se produce en medio del agravado cuadro económico y social. Y el rearmado del Gabinete expondrá, en realidad, la salud política de la coalición gobernante.

 

En soledad, con su capacidad de decisión –y ejecución- deshilachada, Martín Guzmán decidió presentar la renuncia más esperada en casi todos los rincones de la coalición peronista. Unos pocos lo temían y muchos se fueron sumando a las cargas para despedirlo. El desenlace, sin embargo, alteró las pulsaciones internas: el oficialismo se enfrentó con el abismo de su propia crisis, el peor motor del agravado cuadro económico y social. Una crisis extensa, que arrastra los dos años y medio de gestión, y que ahora reclama una respuesta urgente y política antes que económica. Ese es el interrogante sobre las horas que vienen.

Los últimos días del oficialismo han sido tensos, cargados a la vez de curiosidades y hasta simbolismos. El final de la etapa Guzmán -que para el kirchnerismo estaba agotada– coincidió con los actos de homenaje a Perón en el aniversario de su muerte. Fueron actos que sirvieron al combate entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Y que terminaron asomando como telón de fondo de la caída del ministro de Economía. La interna proyectó así incertidumbre a todo el país, con eco histórico y con frases recurrentes sobre el uso de la lapicera, es decir, sobre la concepción y ejercicio del poder.

 

La renuncia resultó entonces esperable aunque alarmante por su origen y por el contexto. Guzmán venía golpeado por la mala combinación de la interna y la crisis económica y social. Su deterioro profundizaba la vez el desgaste del Presidente. A los cuestionamientos y operaciones en contra, sumaba en los últimos días prevenciones sobre el real sustento de Olivos. Se decidió a renunciar, a pesar de los reparos de Olivos, y se fue dejando un par de mensajes obvios, pero notables por su autoría.

Dijo en su texto final como jefe de Economía que será fundamental un “acuerdo político dentro de la coalición gobernante” para que su sucesor tenga chances en la gestión. Y, parte de lo mismo, señaló que el nuevo funcionario debería contar con un “manejo centralizado” del área económica. Es decir, una advertencia doble que Alberto Fernández escuchó más de una vez: el loteo doméstico de cargos, las peleas internas sin límites -expresadas como discusión del poder presidencial- terminan de este modo.

Cristina Kirchner, en su acto por Perón. Discurso duro y final con la noticia sobre la renuncia de GuzmánCristina Kirchner, en su acto por Perón. Discurso duro y final con la noticia sobre la renuncia de Guzmán.

Guzmán tal vez se dio un modesto gusto al difundir su renuncia en las redes cuando CFK encabezaba su propio acto. En Ensenada, el discurso volvía a esmerilar a Alberto Fernández, cuestionaba su gestión en general y ampliaba sus referencias ácidas a la política económica. La ex presidente coronó su principal ofensiva sobre Olivos, pero no escapa al cimbronazo de estas horas.

El proceso de deterioro de Guzmán y las horas posteriores a su despedida mostraron la fragmentación del oficialismo. Alberto Fernández reunió a su círculo más reducido, CFK ratificó su condicionamiento a través de sus operadores y Sergio Massa prefirió mantener distancia geográfica de Olivos y contacto telefónico con todas las partes. Los gobernadores se mantuvieron informados, con sus contactos habituales en el gabinete.

Los nombres en juego también contemplaban esa tensión persistente. Desde el desembarco de Massa hasta un cambio de gabinete amplio. ¿Qué pasaría con Santiago Cafiero en la Cancillería? ¿Y cuál sería el destino del recién llegado Daniel Scioli? ¿Y la jefatura de Gabinete, y el ministerio de Economía fortalecido y la reducción del equipo de ministros?

Con todo, el mayor interrogante doméstico es previo y es otro . La respuesta aún no aparece. El punto es cómo o si es posible rearmar la propia coalición gobernante y hacerla funcionar como tal. A partir de allí surgen dos cuestiones más: la relación con las fuerzas opositoras y el equilibrio en el vínculo con la Justicia, sobre todo con la Corte Suprema. Son requisitos básicos para un mensaje sólido.

Todos esos componentes definirían, en realidad, el mensaje político antes que los nombres. Y sería vital para el efecto económico, en un cuadro a todas luces alarmante -con la inflación en primer lugar- y con problemas cada vez más graves como la pobreza estructural.

En sentido contrario, la parcelación y las batallas de facciones generan tensión interna e incertidumbre externa. Desgaste a dos puntas. Guzmán vivió todo el recorrido, alimentado por él mismo en varios tramos. Fue apuntado con persistencia y dureza por CFK, cosechó con el tiempo cuestionamientos menos ruidosos de Massa y últimamente, registró reclamos de los gobernadores por la escalada de precios y el increíble conflicto del gasoil.

Las actitudes de Alberto Fernández también generaron desgaste bajo la apariencia del respaldo. Resultaron llamativos los dos últimos viajes del Presidente con Massa como destacado integrante de las comitivas. Pero sobre todo contaron los antecedentes la cesión de piezas como Marcela Losardo y Juan Pablo Biondi.

Las apuestas “comunicacionales” sirvieron de poco frente a la agenda impuesta por la crisis y la agotadora interna. Lo dicho: un desgaste profundo y prolongado que ahora demanda una reacción creíble y en velocidad. Importa el lunes que ya viene, por sí solo y especialmente en la perspectiva del año y medio de gestión pendiente.

 

 

 

fuente: infobae

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