En su último día por el sudeste asiático, Francisco mantuvo un encuentro con niños de un orfanato y un hogar para discapacitados, con religiosos católicos y jóvenes.
El Papa Francisco concluyó hoy su viaje al sudeste asiático con un conmovedor encuentro con niños de un orfanato y un hogar para discapacitados manejado por la orden de la madre Teresa; una colorida reunión con sacerdotes y monjas católicos de Bangladesh, que son minoría en este país de 160 millones de habitantes mayoritariamente musulmanes; y un encuentro con jóvenes.
Como ya hizo en otras oportunidades, ante sacerdotes Francisco dejó de lado el texto que tenía preparado. “No sé si será mejor o peor, pero les aseguro que será menos aburrido”, dijo, hablando en español y de muy buen forma, pese a un viaje de seis días muy exigente, marcado por el drama de los rohingyas , a quienes ayer les pidió perdón y finalmente nombró.
Al margen de pedirles a unos 1500 sacerdotes, religiosos, seminaristas y, novicios “regar la semilla” de la vocación, les recomendó tener cuidado con el “espíritu del chisme” y reiteró que “hablar mal de otros es hacer terrorismo”.
“El enemigo de la armonía en una comunidad religiosa, en un presbiterio, episcopado o seminario, es el espíritu del chisme.Y esto no es novedad mía. Hace 2000 años, lo dijo un tal Santiago en una carta que le escribió a la iglesia. La lengua, hermanos y hermanas. Lo que destruye a una comunidad es el hablar mal de otros, subrayar los defectos de otros”, dijo, con su habitual léxico porteño y en momentos que muchos altos prelados lo critican por detrás de su espalda.
“El espíritu del chisme es terrorismo. Porque el que va a hablar mal de otro, no lo dice públicamente. El que es terrorista no dice públicamente «soy terrorista». El que va a hablar mal del otro va a escondidas. Habla con uno, tira la bomba y se va. Y la bomba destruye, el se va lo más tranquilo, tranquila, a tirar otra bomba”, agregó.
“Querida hermana, querido hermano, cuando tengas ganas de hablar mal del otro, mordete la lengua. Lo más probable es que se te hinche, pero no harás daño a tu hermano o hermana”, dijo en la Iglesia del Santo Rosario, catedral de la arquidiócesis de Chittagong, fundada por misioneros portugueses. Y aseguró que es mejor decir las cosas de frente y otra persona que pueda ayudar. “O lo decís de frente, o al que pueda hacer algo, recomendó. Cuántas comunidades y no hablo de oído, he visto destruirse por el espíritu del chisme. ¡Por favor, muérdanse la lengua a tiempo!”, pidió.
Después de un almuerzo en la nunciatura, antes de partir en un vuelo de Biman, la aerolíneas bengalí, de regreso a Roma (un vuelo de 10 horas), en su último acto, tuvo un festivo encuentro con 7000 jóvenes en un campo deportivo del Colegio Notre Dame.
Mientras se oía de fondo el sonido del muecín de una de las miles de mezquitas de la ciudad, Francisco los alentó a “ir adelante, hacer que todo suceda, a arriesgar”, y a ser entusiastas “en las circunstancias buenas y malas”.
Como en otras ocasiones, para conectar con los jóvenes utilizó un lenguaje aggiornado para estos tiempos. Al exhortarlos a “viajar en la vida, no vagar sin rumbo”, les aseguró que Dios nos guía con “un software que nos ayuda a discernir su programa divino y a responderle con libertad”. Y les pidió: “Pero, como todo software, necesita también ser actualizado constantemente. ¡Tengan actualizado su programa escuchando al Señor y aceptando el desafío de hacer su voluntad!”..
“No pasen todo el día con el teléfono”
También les recomendó hablar con sus padres y abuelos, lanzándoles otra advertencia: “no se la pasen todo el día con el teléfono ignorando el mundo que los rodea”.
Por otro lado, al volver destacar la importancia de la armonía entre diversos credos, al subrayar el hecho de que entre los jóvenes católicos presentes, también había musulmanes y de otras religiones, evocó una anécdota de cuando fue arzobispo de Buenos Aires.
“Su determinación a promover un clima de armonía, donde se tiende la mano a los otros, a pesar de sus diferencias relgiosos me recuerda una experiencia que tuve en Buenos Aires, en una parroquia nueva situada en una zona sumamente pobre”, contó. “Un grupo de estudiantes estaba construyendo algunos locales para la parroquia y el sacerdote me había invitado a ir a encontrarme con ellos. Entonces fui y cuando llegué a la parroquia el sacerdote me los presentó uno a uno, diciendo: «Este es el arquitecto -es judío-, este es comunista, este es católico practicante»”, evocó.
Y subrayó: “Esos estudiantes eran todos distintos, pero todos estaban trabajando por el bien común. Estaban abiertos a la amistad social y determinados a decir «no» a todo lo que hubiera podido desviarlos del propósito de estar juntos y de ayudarse los unos a los otros”.