Se mostró dolido, claramente arrepentido, fue elocuente y por momentos conmovedor, pero nada de lo que dijo el oficial principal Jesús Ibáñez alcanzó para que se librara de la acusación que recayó sobre él por haber efectuado el disparo que terminó con la vida del sargento Jorge Omar Salazar (41).
“Fue un accidente. Jamás hubiera querido pasar por esto porque él era como un hermano. Iba a su casa. Siempre estuvimos juntos”, aseguró con un tono de angustia el protagonista del sangriento episodio ocurrido el fin de semana en Simoca, que generó un revuelo tal que hasta terminó acelerando el proceso de retiros en la Policía de Tucumán.
Luego de escucharlo, el juez Mario Velázquez aceptó el pedido de la acusación de imputar a Ibáñez por homicidio agravado por el uso de arma de fuego.
El magistrado le dictó la prisión preventiva por el lapso de dos meses, que deberá cumplir en el penal de Villa Urquiza, tal como lo pidió el auxiliar Bernardo Sassi, de la Fiscalía de Delitos contra la Propiedad y las Personas.
Ibáñez era segundo jefe de la Patrulla Rural y de Medio Ambiente con sede en Simoca y en la madrugada del lunes, luego de una ingesta de alcohol en la dependencia policial que se prolongó por unas 12 horas, mató de un tiro a su amigo.
El suceso se desencadenó cuando el suboficial trasladaba en su auto Chevrolet Celta a su compañero de juerga y oficial superior, a quien trasladaba a su casa.
“Quise guardar el arma en mi cintura cuando se me escapó el tiro. ‘Me baleaste a mi’, me dijo. Entonces tomé desesperado el volante y fuimos al hospital”, narró Ibáñez.
Al parecer la pistola 9 milímetros estaba sin seguro, situación que fue considerada como inaceptable, al tener como actor principal a un alto oficial jefe de la fuerza de seguridad.
En el depósito de residuos ubicado frente a la sede de la Patrulla Rural, los investigadores se dieron con dieciocho botellas de vino vacías. “El alcohol, otra vez. Y cabe preguntarse si lo ocurrido en Villa Chicligasta (el homicidio de Luis Espinoza), y otros de esta jurisdicción, no tuvieron el mismo condimento”, teorizó el juez Velázquez al anunciar su decisión.
El magistrado adelantó que requerirá medidas al jefe de Policía “a fin de que tome recaudos, exigiendo a la fuerza policial, no solo a los jefes regionales y de zona, que no estarían ejerciendo las obligaciones que pesan sobre ellos”.
El fiscal auxiliar Sassi sostuvo que el accionar del imputado fue dolosa, “al haber tenido la intención de dispararle” y pidió que se lo impute por homicidio y se le declare la prisión preventiva por seis meses.
El acusador remarcó que existía peligro de fuga ante la posibilidad de que Ibáñez enfrente una condena de hasta 36 años de prisión, y consideró que podría entorpecer la investigación coaccionando a sus subordinados para que atestigüen a su favor.
Velázquez validó sus consideraciones al momento de fallar, pero ordenó la preventiva por dos meses, tiempo prudente dijo, para avanzar con el caso y para “establecer si se trató de un accionar culposo o doloso” del uniformado.
El defensor, Sergio Faiad, definió como excesiva la caratula de la causa adosándole a su representado un hecho doloso, cuando habría sido “culposo o imprudente”.
El letrado resaltó que el oficial, además de confesar su autoría, prestó auxilio a Salazar, estuvo con él en todo momento y se puso a disposición de la investigación, y opinó que se debería cambiar a una imputación con expectativa de condena condicional.
Al mismo tiempo, Faiad pidió que si le dictaban la preventiva a Ibáñez fuera sólo por 30 días y que se aplicara con modalidad domiciliaria, argumentos que finalmente fueron desoídos.
El juez rechazó de plano la idea de la reclusión domiciliaria al considerar como “inadmisible” y “grave” la conducta del oficial por tratarse de un servidor público a cargo de la seguridad de la comunidad, y reprobó el hecho de que Ibáñez haya enviado a sus subordinados a comprar vino, valiéndose de que en la dependencia policial era el de mayor rango, situación que se ventiló durante la audiencia.
Daniel Salazar, hermano del fallecido, expuso ante el juez que no creía que el disparo de Ibáñez haya sido accidental. “Es un oficial con una alta formación para el manejo de armas”, argumentó.
En la audiencia se leyeron testimonios de policías que estuvieron en el destacamento y que confirmaron que el oficial comenzó a beber antes del partido de fútbol entre Boca y River y que se retiró con Salazar alrededor de las 4.
Según Ibáñez, tras llegar a la guardia con su subordinado agonizante, se fue en busca de un pariente, pero en realidad primero pasó por la casa de su tía a dejar el arma, su esposa entregó que al día siguiente.
El imputado afirmó que al no poder comunicarse con ningún familiar de Salazar, volvió al hospital y fue entonces que, a metros de la entrada al nosocomio, realizó una mala maniobra y terminó chocando el auto contra la tela metálica del predio.
“La ambulancia estaba lista para trasladar a Jorge hasta el hospital de Concepción. Pero no había nadie que lo acompañe. Entonces subí yo. En el camino fuimos conversando. Estuvo consciente en todo momento”, narró Ibañez.
Una vez en el hospital Miguel Belascuain, el herido fue sometido a una cirugía de urgencia presentando un balazo con orificio de entrada en la zona derecha del abdomen y orificio de salida en el muslo inferior izquierdo.
Aunque superó la cirugía, falleció pocas horas más tarde, por lo que la fiscal Mónica García de Targa, a cargo de la oficina acusadora, dispuso la inmediata detención del oficial.