El litro cuesta US$ 1,55, sólo superado por el precio en Canadá, de US$ 1,86; los impuestos y el costo logístico, las causas.
Según un informe del Centro de Almaceneros, Autoservicios y Comerciantes Minoristas de esta ciudad, el precio de la leche en Argentina es el segundo más caro del mundo. El estudio se hizo entre 36 países referentes: al consumidor aquí cuesta 1,55 dólares el litro, valor que sólo supera Canadá, con 1,86 dólares.
El reporte describe que hubo un valor histórico de venta al público, acorde a la media internacional, de un dólar el litro, en tanto que el precio pagado al productor tuvo un “estándar” de 30 centavos de dólar. “Este año el precio rompió esa media para situarse 55 centavos de dólar por encima”.
Para el Centro, el precio de la leche en el mercado interno está “desfasado y desequilibrado” respecto del internacional, “ocasionando un abrupto descenso en su consumo y el encarecimiento de sus derivados”.
Los primeros diez puestos del ranking son para Canadá, Argentina, Puerto Rico (1,52 dólares), Israel (1,50), Qatar (1,47), Suiza (1,45), Australia y Panamá (1,40) y Costa Rica (1,30). Los países más baratos que cierran la tabla son Alemania (75 centavos), Egipto (70) e India (65).
Alejandro Leveratto, vicepresidente de la Cámara de Productores Lecheros de Córdoba (Caprolec), explicó a LA NACION que nadie “nunca tuvo voluntad política para transparentar los precios de la cadena”. No hay datos concretos de cuánto es el costo industrial, el de logística y los márgenes de la parte comercial.
El costo de producción varía dependiendo de múltiples factores. “Los valores son diversos, el promedio es engañoso”, apuntó. En junio los productores cobraron entre 5,45 y 5,70 pesos por litro.
“Cuando arrancó esta gestión nos fue peor -continuó- porque actualizaron los precios de maíz y soja, pero no los nuestros. Hoy con valores más favorables, complica lo que venimos arrastrando”. A su entender, la política no puede ser “dejar que el mercado actúe” porque el único “estable y rentable” es el doméstico y ajusta “destruyendo la producción para que no haya sobreoferta”.
Desde el Centro de la Industria Lechera (CIL), que reúne a las grandes empresas, su presidente, Miguel Paulón, señaló a que, desde la salida de fábrica a los puntos de venta los costos impositivos y logísticos son altos: “La industria llega, en muchos casos, directamente a la góndola y después también asume la reposición. Obviamente hay un agregado de la cadena comercial que varía según el tipo de producto, los de más alta rotación tienen menos margen; pero la incidencia en general es significativa en lo que paga el consumidor”.
Javier Baudino, vicepresidente de Apymel (industrias medianas y chicas), coincidió en que los costos de logística en el país son “altísimos” y se refirió a la alta presión tributaria. “En Chile hay leche argentina más barata que acá y eso se explica porque se la vendemos sin impuestos”.
Sólo Ingresos Brutos suman el 13%, más el 1,2% por depositar y cobrar un cheque. Paulón también apuntó a la fuerte incidencia de la carga tributaria en el precio final.
Respecto de las importaciones, Leveratto indicó que es una forma de “embarrar la cancha” entre la industria y la producción: “Si el tambero no accede a determinadas condiciones, lo amenazan con importar”.
Desde la Mesa de Productores Lecheros de Santa Fe plantearon que ingresan en el país manteca y quesos para abaratar los costos. Paulón aclaró que sólo una industria importó 200 toneladas de manteca y una cadena comercial, ante el temor de que faltara, hizo lo propio. “Ya hay suficiente leche como para producir sin problemas”.
Fuente: La Nación