Alberto Fernández analiza el rumbo a seguir en medio del cimbronazo que provocó la dimisión del ministro de Economía.

La sorpresiva renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía -le avisó a Alberto Fernández poco antes de anunciarlo públicamente por Twitter-, obligó al Presidente a convocar a una reunión urgente en Olivos con algunos de sus colaboradores más cercanos -el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, y la portavoz, Gabriela Cerruti-, y con el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. La presencia del tercer fundador del Frente de Todos en la residencia oficial constituye una señal cuando la principal duda sobre el futuro del Gobierno gira en torno, ahora, al nombre del sucesor del ministro, que aún no fue confirmado. Y es que el tigrense viene presionando, con apoyo del kirchnerismo, para ocupar ese lugar.

La renuncia de Guzmán se conoció por Twitter apenas pasadas las 18, justo mientras Cristina Kirchner brindaba otro efusivo discurso, esta vez en Ensenada, donde lo mencionó por el apellido, a diferencia de otras veces, en las que lo cuestionó de manera indirecta. El ministro se lo había comunicado antes al Presidente, pero pocos en el Gobierno lo sabían. Inclusive cerca del propio Massa aseguraron que no tenía idea, y que se enteró mientras se encontraba en la cancha viendo un partido de Tigre.

En los últimos días, corrían fuertes rumores sobre una salida de Guzmán y de un reemplazo por Massa, aunque también había otros nombres en la balanza. Sin embargo, el miércoles el Presidente decidió volver a respaldarlo, a través de una entrevista con C5N, donde le restó responsabilidad por el principal problema que enfrenta hoy el Gobierno, la inflación.

Sin embargo, la presión del kirchnerismo pudo más. La última muestra contundente del malestar con el ala dura del Frente de Todos fue hace dos semanas, con el discurso de la vicepresidenta en Avellaneda, donde denunció que hay un “festival de importaciones”. Tanto Economía y como el Banco Central reaccionaron con la instauración de una suerte de supercepo a las importaciones, que exacerbó las presiones sobre el dólar y llevó al riesgo-país por encima los 2.400 puntos básicos, un nivel casi de default.

 

 

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