Por Manuel Rivas* | Los rostros de la derrota lo dijeron todo y despertaron a Juntos por el Cambio de una irrealidad que los cegaba. María Eugenia Vidal fue la más perjudicada por estar atada a Mauricio Macri.
Los rostros de la derrota
Los ojos hinchados de María Eugenia Vidal lo decían todo. Seguramente la gobernadora de Buenos Aires se habrá arrepentido de aquella decisión de no desdoblar las elecciones en su jurisdicción y acompañar a Mauricio Macri en su fatal destino.
Se permitió llorar en la intimidad, pero no delante de sus seguidores cuando entró al escenario a acompañar al presidente en su reconocimiento de una derrota que no habían pensado ni los más pesimistas, ni habían vaticinado las infalibles encuestas con las que se manejan los tecnócratas del macrismo.
Otro de los rostros desencajados era el del compañero de fórmula, la “pata peronista que nunca encajó”, Miguel Ángel Pichetto, no sabía para donde mirar.
La única carta ganadora de Macri fue el jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), Horacio Larreta.
Sin hallar las palabras adecuadas
Macri no parecía encontrar las palabras adecuadas, mientras en el escenario, la voluminosa Elisa Carrió, se mantenía en silencio, como a lo largo de toda la campaña electoral.
Minutos después, con la totalidad de los actores fuera del escenario, como si hubiera alcanzado el micrófono en un concurrido karaoke, “Lilita” dio rienda suelta a una verborragia con la que trató de desestimar el triunfo del Frente de Todos.
Hubo un pequeño ensayo de autocrítica, al señalar que esta derrota quizás les quitaría soberbia.
No hubo mea culpa
Tal vez lo dijo por ella misma, pero no hubo ningún mea culpa con respecto a la situación de millones de argentinos, que se encuentran sumidos en la pobreza, sin empleo, sin posibilidades de educarse o acceder al sistema de salud.
Tampoco se dijo nada de la presión impositiva, de la falta de políticas de reactivación de la producción, tanto agrícola como industrial de un país que supo proyectarse como una nación con todas las posibilidades de desarrollo.
Golpe de realidad
Sin embargo, el fracaso en estas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), le dio un golpe de realidad a la gestión de Mauricio Macri, de quien se esperaba que diera pasos firmes para tratar de revertir la situación.
Los rumores de cambio de Gabinete corrieron como una de las primeras medidas que iba a tomar. Pero nada de eso hubo.
Prefirió elogiar el trabajo en equipo, aunque esos colaboradores no lo hayan ayudado a salir de la actual situación de crisis y estancamiento.
Invocó a los mercados, pero al día siguiente cayeron las acciones, los índices se mostraron negativos y el dólar se disparó de una manera preocupante.
La aparente calma en la que se encontraba la divisa norteamericana, se rompió, lo mismo que el termo en el que parecen vivir los funcionarios nacionales.
Más que un ancla
La fórmula de Juntos por el Cambio no logró hacer olvidar el mal humor de los tarifazos, la presión fiscal y la incontenible inflación.
Las imágenes de negocios cerrados, de fuentes de trabajo que se perdieron, de personas en las calles buscando comida en los contenedores de residuos tuvieron un peso específico para despertar lo que muchos llaman el voto castigo.
Las descalificaciones colmaron las redes sociales, pero no se puede juzgar a la mayoría porque la situación no es buena para millones de argentinos, muchos de ellos habían votado a Macri y terminaron decepcionados.
Las promesas electorales con las que llegó al sillón presidencial, se quedaron en el debate con Daniel Scioli. Esas promesas vacías le jugaron en contra a Macri y destrozaron a una excelente candidata como Vidal.
Las dudas sobre avanzar en el plan B, le jugaron en contra al oficialismo nacional, que ahora tendrá que ver cómo hace para que la transición no sea desordenada.
Al menos eso se oyó en el búnker de Vidal, además de la recomendación de abrir los oídos a los reclamos del pueblo. Ceguera y sordera se unieron para crear esta situación de la que resulta irreversible salir.