Por Fabián Seidán – Diario Cuarto Poder / Falta más de un año para el cambio de autoridades en el país y la provincia, pero el mundo de la política comarcana ya está tejiendo y destejiendo alianzas, especulando fórmulas y hasta se están despertando algunos muertos para volver a competir en busca de espacio y poder. Lo que ofrece el oficialismo y lo que propone la oposición.
El país en llamas
La Argentina atraviesa uno de sus peores momentos en materia política, económica y social: la fórmula gobernante está dividida (Alberto y Cristina casi ni se hablan); la inflación hace estrago y se come los paupérrimos ingresos de los trabajadores; y cada vez hay más gente que pide bonos y subsidios especiales para poder vivir, frente a la falta de empleo y la menor inversión empresarial.
En ese contexto de país (resumido a grandes rasgos) hay quienes piden ¡elecciones ya! y no esperar que el país explote; o bien que -por lo menos- se exhiba un plan que muestre o demuestre que se podrá llegar a octubre 2023 con algo de esperanza.
Entusiasmo y discursos
Hasta aquí, a nivel nacional, quienes gobiernan sólo mostraron mucho entusiasmo en sus discursos pero poca capacidad en la práctica para revertir la crisis en la que estamos inmersos, sea cual fuere la razón de la misma: la pandemia, la deuda contraída por Macri, el FMI, la guerra de Rusia y Ucrania; etc. El gobierno de Alberto Fernández no pudo (ni puede) frenar la terrible inflación que golpea al pueblo y que afecta principalmente a los que menos tienen.
Y la vicepresidente, Cristina Fernández Kirchner, no ayuda para nada a salvar la situación. Es más, pone palos en la rueda y chicanea cada vez que puede al Presidente y a sus funcionarios, dando muestras de que no está conforme con el gobierno, a pesar de ser parte de él, de estar en el mismo bando, de haberlo puesto ella allí.
Repercusiones en Tucumán
Esta “pelea” no causa ninguna gracia en Tucumán, provincia peronista por excelencia, que tiene hoy su corazoncito dividido entre los que apoyan a Alberto y los incondicionales a Cristina; al punto de que para tratar de encausar la marcha de la causa a nivel nacional, se entregó a uno de sus hijos: el gobernador Juan Manzur, para pilotear el “barco” del Presidente que hacía aguas por todos lados.
El “doctor”, que tenía muchas ganas de seguir gobernando la provincia, al punto de que llegó a pensar en modificar la Constitución local para poder repetir mandato, no tuvo más opción que acudir a la Nación ante el desesperado llamado de su amigo Alberto para sumarse al Gabinete.
Manzur, si bien se fue refunfuñando (no quería dejarle la gobernación a su vice, Osvaldo Jaldo), vio en este acto de desprendimiento, la oportunidad de poder tejer desde allí algo más grande: su candidatura a nivel nacional: a Presidente.
Por eso se fue, dejando a varios de su “riñón”, pataleando y pedaleando en el aire, viendo como les explotaba en la cara la pompa de jabón que con tanto esfuerzo habían creado para acomodarse de cara a las elecciones 2023.
El vicegobernador Osvaldo Jaldo, asumió interinamente la gobernación y mostró a todos que tiene la capacidad suficiente y la altura para ocupar el cargo. Hoy por hoy, es la mejor opción del peronismo provincial frente a las elecciones del próximo año. Y todos los peronistas lo saben.
Peinaditos para la foto
Igual, Manzur no se da por vencido. Ve que sus chances presidenciales se hacen agua como achilata en pleno verano tucumano, al estar al lado de un Alberto que no puede encaminar al país. Dicen las malas lenguas que buscará volver a la provincia, para postularse como vicegobernador. La fórmula sería: Jaldo-Manzur.
Ahí quedarán definitivamente peinaditos para la foto otros que se consideran número puesto dentro del peronismo tucumano, como el intendente de Tafí Viejo, Javier Noguera, el senador nacional Pablo Yedlin (tiene hasta 2027), el legislador Gerónimo Vargas Aignasse, y el concejal Fernando Juri.
Las mismas malas lenguas dicen también que para demostrar quién tiene la lapicera (palabra de moda) Manzur viene cada rato a Tucumán para dar señales de vida y decir que está más presente que nunca en su provincia. Después de Todo sigue siendo el gobernador.
La oposición en su lodazal
Si miramos a la oposición, tanto a nivel nacional como provincial, vemos que también están empantanados y remando con cucharitas de plástico en dulce de leche. Sin rumbo ni convicciones.
Por un lado está el Pro, con Horacio Rodríguez Larreta, Mauricio Macri y Patricia Bullrich peleando por ver quién se postula a presidente; con los radicales (Gerardo Morales y Facundo Manes) pateando la puerta ya que “olieron sangre” y creen que es la gran oportunidad para que el partido centenario vuelva a gobernar. A ellos se suman otros como Javier Milei y José Luis Espert, quienes no tienen estructura, pero sí muchas ganas de romper el statu quo de la política.
No le dan los números
Y en Tucumán no hay mucha diferencia en la oposición. El primero en intentar romper la alianza fue el peronista devenido en Pro y de derecha, Germán Alfaro, quien soñaba con ser gobernador, pero que por su condición de “desclasado” no cuenta ni con altura ni votos para alcanzar esa meta.
El intendente de San Miguel de Tucumán sabe que ni sumando todos los votos del peronismo disidente, del radicalismo y del Pro, le alcanzaría para llegar al sillón de Lucas Córdoba. Para peor, Roberto Sánchez, el intendente de Concepción, ya picó en punta en dicha carrera.
El ex piloto de rally tiene mejor imagen que Alfaro. Por eso, en algún momento, el oriundo de Villa Amalia, intentó menospreciarlo diciendo que era “mudo”, y que nadie sabía lo que piensa o lo que tiene proyectado para Tucumán, en caso de pelear la gobernación.
Pese a ello, dicen las malas lenguas, que ya se pergeñó la fórmula opositora: Sánchez-Alfaro, con el agregado de Beatriz Ávila (la esposa de Alfaro) como candidata a la intendencia de la capital.
El tercero en discordia
A todos ellos se debe sumar la postulación de Ricardo “Ricardito” Bussi, quien volverá a pelear la gobernación como representante de la fuerza de Javier Milei en Tucumán. Sí, el Republicano, hijo del ex general Domingo Antonio Bussi, quiere captar el voto de todos los que están disconformes con el peronismo y la blanda oposición macrista, que sumió a la Clase Media en una crisis sin precedente. Bussi sabe que en 2023 habrá muchos votos “castigo” contra la “casta” política y ahí quiere pescar. A río revuelto… quién sabe.
En todo caso, como pasa a nivel nacional con el caso Milei, como tercero en discordia, la presencia del Bussismo, terminará favoreciendo al oficialismo local, donde -todos sabemos-, por un voto o la simple mayoría, se gana.
Con diferencias pero unidos
Con ese panorama, al peronismo no le conviene pelearse, estar dividido ni intentar revivir “muertos” que desde hace rato no suman al partido y que ya prácticamente son partes del pasado. Si esos dirigentes quieren volver a hacer política, que lo hagan en un club (Atlético Tucumán, por ejemplo), pero lejos de la Casa de Gobierno.
Lo cierto es que, en medio de toda esta vorágine de postulaciones y posibilidades, está el pueblo ansiosos de hacerse oír, de expresarse, de votar. Barajar y dar de nuevo.