El fallecimiento del periodista y dirigente de Prensa, Gustavo “Flaco” Rossi, conmovió a los colegas que lo conocieron y más aún a quienes compartieron con él una Redacción. A continuación compartimos lo que consideramos el mejor homenaje de su colega Luciano Núñez, director del Grupo Pirámide, en Cancún, México.
Se hace difícil escribir hoy, trabajar hoy, seguir hoy, pues: El Flaco Rossi se nos fue. Se nos fue a muchos sin que nos diéramos cuenta, porque en mi caso, hacía tres años que no lo veía.
De las visitas que pude hacer a Argentina sólo en unas cuántas pude compartir el abrazo con ese camarada con el que escribimos reportajes a cuatro manos en El Siglo, con quien compartimos la responsabilidad de ser delegados en una época difícil en Argentina, que cíclicamente sigue prodigando pesares inmerecidos a un pueblo de gente pujante y creativa.
Se me ha hecho difícil volver a la máquina porque, a pocos meses de emigrar, El Flaco me invitó a publicar en Bajando Teclas, trabajo que coordinaba desde la redacción de Primera Fuente, portal del Gremio de Prensa en el que compartimos años de lucha.
En una época El Flaco fue amante de la noche, el fernet y el rock; de la literatura Beat y los Redondos de Ricota. En los primeros años de mi partida, hace ya casi 15 años, seguimos compartiendo un diálogo por mail, que sólo se suspendió cuando decidió abrazar una nueva etapa de su vida, sin las estridencias de la anterior.
No recuerdo ahora la cantidad de frases graciosas, siempre lúcidas y fruto de la calle que tenía impregnada en su alma, porque todo se mezcla ahora con su sonrisa pícara y su melena; en esa imagen que me queda en las borras luminosas de su paso por esta tierra.
Es difícil trabajar hoy porque, aunque no te veía Flaquito, sabía que ahí estabas tecleando. Y en ese saber se me fue apagando tu presencia en la vida mía que está tan lejos de los que alguna vez abracé a diario. ¿Acaso la vida no es eso?: Una sucesión de momentos que van quedando arraigados en la memoria.
Hoy te despido con el recuerdo puesto en las camisas de mangas cortas a cuadros que usabas, tus vaqueros gastados y las canas siempre incipientes y plateadas; los dedos flacos y largos como palos que se posaban para tipear textos finamente acabados, siempre diáfanos como tu ser alegre y de humor corrosivo. Amaste sin filtro los libros y los animales.
La última vez que te vi me hablaste con emoción de tu nueva vida junto a tu esposa y tu hija Lourdes; de tus asesorías políticas y la música, siempre la música al lado. Jamás te vi hacerle daño a nadie.
Mi querido amigo, ha sido un día difícil sabiendo que te has adelantado, que te has ido brillando, siempre brillando y galopando frenéticamente, como fue tu vida.
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