A pesar de que en 2017 se lanzó una línea más liviana y con metales menos onerosos, la inflación y la devaluación llevaron, una vez más, a que el precio de acuñación supere al valor en dinero. Resulta caro hacerlas, custodiarlas y sobre todo llevarlas a todo el país. De ahí que no se las vea tanto en circulación.
A fines de 2017, el Banco Central lanzó una nueva línea de monedas hechas con metales menos caros que el cobre y el níquel que traían las anteriores. El cambio, entre otros objetivos, buscaba que su costo de fabricación no fuera superior a su valor como medio de pago. Menos de tres años después, la inflación lo hizo de nuevo: fabricar la todavía nueva moneda de 1 peso, de color rojizo y con la imagen de un jacarandá, cuesta más que 1 peso.
Las otras monedas
Las otras monedas de la línea “Árboles de la Argentina” de 2 pesos (palo borracho), 5 pesos (arrayán) y 10 pesos (caldén) pronto estarán en la misma situación a medida que se acumulen la inflación y la devaluación.
El costo del “cospel”, como se llama el disco metálico sin acuñar, oscila entre 2 y 2,5 centavos de dólar para las monedas de 1, 2 y 5 pesos. Utilizando el tipo de cambio oficial, el costo del material se ubicaría entre $1,40 y $1,75. Esas 3 monedas están hechas en “acero electrodepositado” con cobre, latón y níquel, respectivamente. La moneda de $10, en cambio, está acuñada en alpaca y pesa 9 gramos, el doble que la de $1. El costo del metal, en este caso, asciende a 5 centavos de dólar, o $3,50 por unidad.
Es difícil establecer cuál es el impacto de la acuñación en el Presupuesto, ya que los contratos por los cuales el Banco Central le compra monedas y billetes terminados a la Casa de la Moneda pueden durar más de un año y, aunque están pactados en pesos, también incide la devaluación en el costo de los metales, valuados en dólares.
fuente: infobae