La líder peronista tomará, formalmente, el control del partido. Será en un acto que se realizará a las 17:30 en la UMET. Estarán ausentes la mayoría de los gobernadores y la conducción de la CGT.
Esta tarde, a las 17:30, Cristina Kirchner asumirá la presidencia del PJ Nacional. Lo hará en presencia de los consejeros del partido y los cinco vicepresidentes que la acompañarán. Además, están invitados los presidentes de los PJ provinciales, muchos de ellos gobernadores, como es el caso del pampeano Sergio Ziliotto o el formoseño Gildo Insfrán.
De los mandatarios provinciales no hay presencias confirmadas. Es probable que el formoseño, que es presidente del Congreso del PJ, esté presente. Lo del pampeano es un enigma. Se ha movido en forma muy silenciosa en el último tiempo. La señal más clara de su extremo bajo perfil fue que evitó pronunciarse en la disputa que protagonizaron CFK y Quintela.
Lo que sí hay son ausencias confirmadas. Ni Raúl Jalil (Catamarca), ni Osvaldo Jaldo (Tucumán), ni Ricardo Quintela (La Rioja) van a estar presentes. No fueron invitados. No recibieron la invitación los principales dirigentes de la CGT. Tiene cierta lógica. La cúpula sindical está enfrentada a la ex presidenta. Hasta anoche tampoco le había llegado la invitación al gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof. Síntoma del momento que vive el kirchnerismo.
Todos tienen agendas armadas en sus provincias. Actividades y recorridas. Más allá de lo que tenían agendado, ninguno fue invitado. La situación es extraña. Los gobernadores son parte fundamental del partido. Que no estén deja a la luz las fisuras de la coalición y el lugar de debilidad desde donde la ex presidenta está intentado refundar su liderazgo.
Después de la reunión en Moreno del último lunes la situación quedó enrarecida. La tensión del vínculo entre CFK y Kicillof está enquistada en el mundo K y altera la dinámica de la vida peronista. Mientras la interna no se resuelva, cualquier tregua será frágil y de corto alcance. Y, por ahora, no hay ninguna tregua.
Kicillof es uno de los vicepresidentes salientes. Era la expresión más K de la cúpula dirigencial de Alberto Fernández, cuando el ex presidente estaba al frente del partido. El tablero se dio vuelta completamente. Y ahora el gobernador bonaerense es el enemigo íntimo menos pensado. No hay unidad. En todo caso, la foto del lunes fue la foto de la desunión. Una enorme paradoja.
Lejos de atenuarse, en las últimas horas el conflicto con Kicillof se profundizó. Hay una distancia cada vez más grande que los separa y una hilera de interlocutores que no logran encauzar la situación. La grieta interna se va agrandando mientras los reproches vuelan de un lado hacia el otro cada vez con más frecuencia. Es una dinámica destructiva.
La nueva presidenta del partido será la única oradora del acto que se llevará a cabo en la UMET. Algunos detractores internos de CFK utilizaron la sede de la asunción como argumento para lanzar críticas ácidas. “Nunca le gustó el PJ. Ni siquiera va a asumir en Matheu. Una señal más que clara”, dijo un dirigente del interior del país, donde miran de reojo el accionar de la ex mandataria nacional.
Los que respaldan su desembarco en el partido corren a un costado las ironías y resaltan su decisión como un gesto destacable para la reorganización del peronismo. “Se metió al barro del partido para encabezar la restructuración del espacio político. Con sus credenciales y su liderazgo, bajó a la silla del partido. Eso es valorable”, sostuvo un kirchnerista duro.
Según cuentan en el Instituto Patria, la nueva presidenta del justicialismo tiene planeado reactivar la vida partidaria y convocar a todos los sectores. Dar una muestra de apertura. En el peronismo esperan que realmente sea así. Para que se rompa el prejuicio de que caminará con los mismos de siempre, la gestualidad tiene que ser elocuente. Hará viajes al interior. Será protagonista indiscutida del año electoral.
CFK llega al poder del PJ después de atravesar un camino de espinas. Quintela la desafió en la disputa por la conducción del partido. La obligó a llevar la discusión al límite. La justicia federal se convirtió en árbitro y decidió que el riojano se quedara sin competir. El “Gitano” decidió no aceptar la posterior convocatoria que le hizo. No le va a dar una foto de conciliación, de unidad pejotista.
En ese camino también se topó con el sorpresivo silencio de Kicillof, que se inclinó por no respaldar su candidatura al PJ, lo que le valió una fuerte avanzada del cristinismo y una lluvia de críticas por su posicionamiento. Al círculo chico de CFK le sirvió para alimentar la teoría de que el Gobernador tiene un proyecto personal y que la quiere sacar del camino. El economista lo mostró con un grado de autonomía impensado.
Ambas situaciones expusieron las limitaciones en la conducción política de la ex mandataria. Inimaginable en otro momento del calendario peronista. El comienzo del año electoral debería ayudar a que haya un ordenamiento o, en su defecto, una fractura más clara. Por ahora la tensión se expande y rompe los límites de la convivencia. Todas las semanas.
“Cristina Kirchner asumirá como presidenta del PJ. Con ella al frente y con las nuevas autoridades, trabajaremos para ofrecer un camino distinto. Un proyecto que priorice a quienes trabajan, a quienes producen, a los estudiantes y los jubilados”, sostuvo Eduardo “Wado” de Pedro en una carta que publicó ayer.
La intención de su círculo es ponerla nuevamente en la cabecera del proyecto político y revitalizar su liderazgo. Muchos dirigentes del interior no tienen tantas expectativas y creen que el peronismo está en un laberinto sin salida. Y que si existe alguna salida, esa no es de la mano de CFK. Un laberinto del que Kicillof tampoco puede salir. Con todos encerrados, no hay candidatos viables para canalizar el enojo contra la gestión libertaria.
A lo largo de la historia reciente, CFK ha mostrado su capacidad de reinventarse y estar siempre en el centro de la escena política. Pero el golpe que el año pasado recibió el peronismo fue tan grande y doloroso, que parece no alcanzarle con su capacidad de convocatoria y su ímpetu para confrontar con Javier Milei. Armar una nueva historia es extremadamente complicado y requiere de un pragmatismo inusitado. Pero nadie debería subestimar la capacidad de la ex jefa de Estado de poder hacerlo.
fuente: infobae