En un amistoso disputado entre Boca y la selección argentina, el Xeneize se impuso 5 a 3. El espectáculo se vivió con nostalgia, felicidad y una muestra de afecto que perdurará para toda la historia.
“Pasan los años, pasan los gobiernos / los radicales, los peronistas / pasan los veranos, pasan los inviernos / Quedan los Artistas”. Lo que tantas veces cantó el inolvidable Enrique Pinti se corporizó este domingo en la Bombonera. No fue una despedida en los términos tradicionales, el acontecimiento trascendió largamente estos partidos guionados, en el que de cuatro juega uno de Los Nocheros y en los que al homenajeado se le deja hacer los goles.
Esta vez fue distinto, por el calibre de los invitados y por el sentido que ellos mismos le dieron a la excusa del encuentro: ninguno fue a cumplir, cada uno de ellos -aún con quienes en algún momento de la vida tuvieron alguna diferencia- homenajeó con su presencia al Juan Román Riquelme jugador. Despojado de colores, de rivalidades, de alguna cuenta sin pagar, al final del camino lo que queda es la enorme estatura del futbolista, de sus convicciones a la hora de jugar que nunca resignó, de su amor al fútbol, al juego. Y sobre todo a la pelota. Con el premiso de Pinti: Pasan los años, pasan los gobiernos / los jugadores, los futbolistas / Quedan los Artistas.
Y eso fue, es Román con una pelota. Un artista. Es por lo que siempre será recordado. Su legado no tiene que ver con los títulos (que los tuvo y en abundancia) sino por la forma en que los consiguió, por su estilo exquisito, por esa belleza de potrero que puso de rodillas al mismísimo Real Madrid. Se despidió una manera única de jugar a la pelota. El último de su especie hoy ya es leyenda.
A las 18.21, una Bombonera iluminada por los flashes de los celulares lo recibió por última vez al grito de “Riqueeee, Riqueeee” seguido del “Dale Boca, dale Booo”, como si los dos himnos fueran en realidad uno solo. Los fuegos artificiales y sus estruendos que no consiguieron tapar a las miles de gargantas que cantaban por Román, con ese trapo gigante con la imagen del Diez, especial para la ocasión.
Desde los nombres, habrá que ver en la historia si hubo un partido con tanta estrella. Los capitanes, el mismo Román, claro, y un tal Leo Messi. Y en el banco lo mismo: Coco y José, Basile y Pekerman al comando de la Selección; del otro lado solo el Virrey, claro, intacto, vital, con su impronta inconfundible, icónica de los tiempos felices.
Fue lindo también para algunos próceres que se llevaron su última ovación, como Giunta, que jugó cinco minutos para decir presente, y se fue como cuando jugaba, dejando explotado el Templo, para dejarle su lugar a Mauricio Serna. “No doy más”, dijo Blas, antes de recibir el abrazo de Bianchi.
Futbolísticamente algunas disparidades. La Selección jugó a media máquina, porque había mucha diferencia, física más que nada. Messi ni hablar, Di María (el pobre Negro Ibarra lo tuvo que marcar) lo mismo. Algunos muchachos que se retiraron pero siguen volando en la cancha: como Lucho González, Saviola, el mismo Aimar y hasta Scaloni -sí, el DT campeón del mundo se sumó a la fiesta- demostró que todavía puede domar el lateral derecho. De todas maneras, el equipo entendió su papel. El partido, como nunca, era una excusa.
Román eligió ser fiel a sus compañeros de siempre. Pudo haber metido el perro y haber convocado a algunos jugadores actuales, aunque dado el presente del equipo de Almirón mejor viejo conocido… De todas maneras, las viejas sociedades están ahí, indemnes al paso del tiempo: Román encontró a Clemente cada vez que lo buscó por el lateral izquierdo. Lo mismo con el Chelo, a quien no tenía que mirar para saber dónde estaba. Ancho y todo, Delgado todavía conserva su alma de wing; Boca se apoyó en Ibarra, en Clemente Rodríguez, en Ledesma y en Gustavo, que a falta de Guillermo aportó su mitad Barros Schelotto para que el apellido ilustre esté presente.
Pero estaba Román, este Román nueve años más viejo, algunos kilos más pesado, mantiene vivo su talento natural, siempre al costado izquierdo de la cancha, sin regalar nada y, lo que es más justo decir, sin querer que le regalen a él ninguna baldosa por su condición de homenajeado y dueño de casa. Pasó varias veces, como cuando JR armó una jugada por el medio, se dio cuenta de que Scaloni lo dejó pasar, y no quiso meter su gol. Prefirió dársela a Barijho, quien no conoce de amistosos: el Chipi ahí convirtió el 1-1 (Lucho González había abierto el marcador), después metió otro, y antes del descanso Ledesma convirtió el 3-1 para Boca.
Hasta que al fin, sí, Riquelme recibió la pelota en la puerta del área, enganchó para adentro y antes de que Gonzalo Rodríguez alcanzara a cerrar, le dio seco de derecha, abajo, y nada pudo hacer Muñoz para evitar el cuarto. Ya había cumplido.
Hubo más: un rato de Manteca Martínez (uno de los ídolos de Román), un rato del Mono Navarro Montoya, de Rodrigo Palacio. Y un destello de Messi para verlo anotar un gol, porque aunque fue evidente que Leo intentó pasar inadvertido, buscando que su lucimiento estuviera algunos escalones debajo del de Román, tuvo igual su momento en la noche. Se lo reconoció el mismo Román, que se desentendió del momento y abrazó a Leo cuando le tocó salir, y acompañó su salida en un aplauso de agradecimiento. Fue inevitable: la Bombonera ovacionó a Messi como lo que es, un jugador propio aunque nunca se haya puesto la camiseta de Boca y nunca lo haga. Ni falta hace.
Los minutos finales fueron los que más disfrutó Román. Se divirtió con Leo Paredes, que cambió un rato de camiseta y se dio el gusto de jugar con la de Boca, la que en algún momento se volverá a poner, cuando decida regresar de Europa. JR dibujó una delicia en un pase de cachetada, que Paredes tomó de volea, medio mordida, y Manteca intentó conectar con una palomita histriónica, para la sonrisa de la multitud. Román amagó a salir cuando entró su hijo Agustín que casi hace un par del goles, al final la fiesta se cerró con el gol de Manteca, uno de los ídolos de Riquelme, para un 5-3 en favor de Boca que tiene más de anécdota.
Después, el momento de los abrazos y los saludos, con cada uno de los jugadores que participaron. Uno especial con Messi, otro más, pero cada uno tuvo su valor especial, como el que se dio con Sebastián Battaglia, sanando las heridas que quedaron después del conflicto por la salida del DT tras su paso por el club. Para el cierre, la torta compartida con Messi, la plaqueta con Chiqui Tapia y sus últimas palabras para la gente que se quedó bancándolo hasta el final. “Olelé, olalá, Riquelme es de Boca y de Boca no se va”. Quedan los Artistas.
El partido
Goles: PT. 18m L. González (A), 27m Barijho (B), 31m Barijho (B) y 40m Ledesma (B). ST. 2m Riquelme (B), 12m Messi (A), 28m Gago (A) y 30m Martínez (B).
Formaciones
Boca: Óscar Córdoba; Hugo Ibarra, Jorge Bermúdez, Cata Díaz, Clemente Rodríguez; Pablo Ledesma, Blas Giunta, Gustavo Barros Schelotto; Juan Román Riquelme; Marcelo Delgado y Antonio Barijho. DT: Carlos Bianchi.
Entraron: Giunta, Navarro Montoya, Burdisso, Morel Rodríguez, Battaglia, Donnet, Pompei, Palacio, Walter Samuel, Cascini, Caranta, Manteca Martínez y Paredes.
Selección: Leo Franco; Lionel Scaloni, Fabricio Coloccini, Diego Placente; Leo Paredes, Lucho González, Esteban Cambiasso; Ángel Di María, Pablo Aimar, Javier Saviola y Lionel Messi. DT: Coco Basile y José Pekerman.
Entraron: Muñoz, Gonzalo Rodríguez, Sorin, Serrizuela, Gabriel Milito, Lavezzi, Luciano Figueroa, Gago y Kily González.