Un grupo de arqueólogos de los museos de Malargüe y San Rafael hicieron el hallazgo en las proximidades de la localidad de El Sosneado, donde excavaron el terreno y recuperaron catorce esqueletos.

Un grupo de arqueólogos de los museos de Malargüe y San Rafael hallaron un cementerio indígena al sur de Mendoza, en las proximidades de la localidad de El Sosneado, donde excavaron el terreno y recuperaron unos catorce esqueletos incluidos el de la una mujer, su bebe y un ajuar con piedras que podrían tener una antigüedad de 1200 años.

Esa zona descampada del sur mendocino donde aparecieron los restos no es nueva para los investigadores dado que desde hace más de veinte años se desarrollan allí trabajos arqueológicos con la recuperación anterior de otros dos esqueletos, uno de los cuales fue fechado por el método de carbono catorce y dio una antigüedad de 1200 años, lo que confirma la antigüedad del yacimiento.

“No esperábamos encontrar esa cantidad de entierros, y menos en este buen estado de conservación”, valoró el coordinador científico del Museo Regional de Malargüe, Hugo Tucker, miembro de la expedición que este fin de semana logró el rescate de unos catorce esqueletos pertenecientes a un grupo de cazadores colectores móviles que se dedicaba a la explotación de los recursos locales como guanacos, piches, huevos de ñandú, chinchilla y, probablemente, el algarrobo.

El cementerio fue hallado cerca a una vertiente de agua al pie de la Cordillera de los Andes, en cercanías a la localidad de El Sosneado en Malargüe, donde la familia de doña María y Genaro Poblete -que habita el sitio- descubrió los primeros huesos humanos y no dudó en avisar a la comunidad científica a través de Ernesto Obando, profesor de Historia malargüino allegado a ellos.

Los trabajos de excavación finalizaron este fin de semana y en primer lugar se identificaron un mínimo de catorce individuos que incluían hombres, mujeres y niños, junto a un pequeño ajuar constituido por cuentas de collar de roca pulida, cristales de cuarzo y otras piedras, y algunos huesos pintados con ocre color rojo.

“El lugar nos habla de las vivencias y la importancia de esos objetos para esas antiguas poblaciones. Son objetos propios, que tienen un simbolismo a nivel social y ahí empiezan a jugar otras variables como saber dónde encontraban esos recursos como los cristales de cuarzo o la malaquita”, comentó el coordinador también del Centro Regional de Investigación y Desarrollo Cultural (CRIDC) Malargüe.

“Una cosa es contar con materiales que alguien vino y los donó tras encontrarlos en el campo y otra es hallarlas en un entierro, ya que eso refleja la estructura social pasada”, comentó Tucker.

“Generalmente cuando la gente encuentra algo así, lo toma y lo trae al museo. Pero esta familia tuvo el recaudo de avisar y decirnos que los querían recuperar, conservar y rescatar porque por allí pasan animales y vertientes de agua y si no se iban a ir perdiendo”, explicó Tucker.

Las inusuales lluvias de este otoño generaron cauces y bajantes aluviales que formaron pequeños cañadones, uno de los cuales destapó primeramente dos esqueletos, los cuales fueron identificados por la familia Genaro, antigua criancera de esa zona cordillerana.

Gustavo Neme, arqueólogo del Museo de Historia Natural de San Rafael, informó que se identificaron dos formas de entierro: “una primaria, que es aquella en los cuales los cuerpos son depositados en la tierra después de la muerte” y “una secundaria, muy común en el sur de Mendoza que corresponde a una práctica en la que enterraban al fallecido, lo dejaban allí por uno o dos años, luego volvían al lugar, lo desenterraban, lo limpiaban y metían los huesos en una bolsa y lo transportaban hasta el lugar de entierro definitivo”.

Como resultado, “el primer tipo de entierro deja cuerpos articulados, mientras que el segundo deja conjuntos de huesos mezclados y desarticulados”, señaló el investigador.

A partir de ahora, el plan será realizar estudios para establecer la antigüedad exacta, conocer durante cuánto tiempo fue utilizado ese lugar como cementerio, y establecer las características de la forma de vida, causas de muerte de los individuos, enfermedades y la estructura poblacional, es decir porcentaje de sexo y edad.

En diálogo con Télam, Tucker comentó que “cuando se hacen este tipo de rescates, se piensa que uno irá en búsqueda de lo poco que quedó, pero encontrar esta interesante disposición en un entierro permite ahora pensar en el simbolismo y las condiciones humanas y sociales de esas poblaciones”.

Los materiales recuperados quedarán depositados en el Museo Regional de Malargüe y el Museo de Historia Natural de San Rafael para su análisis a cargo del personal técnico de ambas instituciones “y luego a disposición de los procesos de restitución”, aclararon los científicos.

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