-¡¡¡Eduard querido!!! ¿Qué hace vestido de albañil y levantando una tapia acá en el patio del bar? ¿Acaso ahora se dedicará a la construcción?
-Vamos, vamos, menos charla y métale a la mezcladora que necesito cemento, y vaya mojándome los ladrillos…
-Bueno, pero me voy a ensuciar las pilchas mejorcitas que tengo, Eduard.
-Bueno, si se paga un cafecito suspendemos y le cuento mejor el chisme que está relacionado con lo que hago.
-Deje todo que pago el desayuno completo, con tostadas, mermelada y queso untable.
-Usted es generoso porque quiere evitar el laburo.
-No Eduard, sólo que al bar me vengo a distender de tanto trabajo.
-¿Cómo? Si a usted no se le conoce ocupación.
-Mejor, no se tiene que tener mucha infomación sobre mi persona, además que sigo siendo un simple partenaire…
-No diga eso, es nada más y nada menos que el partenaire de Don Eduardo.
-Bueno, dejemos esta charla y cuénteme, porque anda ahora de albañil.
-Porque se vienen cambios en el Instituto de la Vivienda y quiero ver si engancho algo.
-¿Cómo prestador?
-No, como titular del IPV. Estoy ganando experiencia para ver si me tienen en cuenta, mi estimado.
-Pero, si usted se está dedicando a la albañilería.
-Y bueno como mi amigo Luis González vengo peleándola desde abajo.
-No me diga.
-Si le digo, además el “Rata” tiene los días contados.
-¿Por qué?
-Si Juan quiere que se hagan muchas viviendas en la provincia tendrá que hacer algunas concesiones a la Nación.
-¿Y lo entregará al “Rata”?
-Prendido de la trampera mi estimado, prendido de la trampera…
-Usted no sirve, Eduard, por eso lo quiero.
-Ya me dieron el nombre de los posibles jugadores que lo pueden reemplazar.
-¿Y figura usted?
-Estoy forzando para romper la terna y ser un postulante.
-¿Y con qué cuenta?
-Con tres carretillas, cinco palas, una mezcladora de cemento y dos baldes…
-Eso me hace acordar otra historia, Eduard…