España apuesta al turismo para maquillar su peor tragedia económica desde la guerra civil. Por eso hoy volvió a habilitar los viajes con los países de la Unión Europea y a partir del 1 de julio lo hará con otros países que tengan la epidemia controlada.
España es uno de los grandes perdedores en la crisis del Covid-19. Su riqueza ha sufrido una caída sin precedentes en la época reciente: habría que retroceder a la Guerra Civil y al inicio de la dictadura en la primera mitad del siglo XX para encontrar datos similares.
Si hubiera un rebrote del virus en otoño, sería el país peor parado de la Unión Europea según la OCDE y, en el mejor de los escenarios, no recuperará las cifras preCovid hasta finales de 2022.
Severo confinamiento
El severo confinamiento ha paralizado el turismo, el motor de su economía al generar más del 12% del PIB y cerca de tres millones de empleos. Con la apertura de fronteras de este domingo, el gobierno español busca iniciar la recuperación apostando a una única carta que, advierten los analistas, “es arriesgada”: la llegada de visitantes extranjeros este verano.
“La crisis sanitaria obligó a cerrar las fronteras, la crisis económica exige abrirlas”, repiten como un mantra desde el sector. El gobierno acaba de anunciar un plan de impulso para el turismo de 4.262 millones, que los representantes empresariales ya han calificado como “tardío e insuficiente”.
Segunda potencia turística
Una inversión pública mucho menor que los 18.000 millones de euros de refuerzo aprobados en Francia, la primera potencia turística mundial (España es la segunda con 84 millones de visitantes internacionales en 2019).
“Es una prioridad”, asegura el presidente socialista Pedro Sánchez. “No es que sea una apuesta del gobierno, sino más bien casi la única carta que tiene en su mano”, dice a Infobae Josué Coello, periodista económico en el canal de televisión La Sexta. “No es casualidad que el miedo a la pandemia desaparezca justo cuando llega el verano, van a intentar reactivar el turismo como puedan para salvar en la medida de lo posible el durísimo golpe económico que va a dejar el virus en 2020”.
En el primer trimestre de este año (pese a que en enero y febrero la actividad económica funcionó con normalidad) el PIB cayó un 5,2%, más del doble de los registros en el periodo más duro de la recesión económica de 2008, cuando la economía bajó un 2,6%. Desde entonces los datos se han precipitado situando a España a la cola entre los países analizados en un informe reciente de la OCDE. El PIB español se ha desplomado un 23,3% desde el inicio de la crisis, frente al 18,4% de media en la eurozona.
Las previsiones del Banco de España tampoco son optimistas: sitúa entre un 9% y un 15% la caída para 2020 de la riqueza nacional, dependiendo de cómo sea la evolución de la pandemia, especialmente si hay rebrotes o no. En esta previsión también se sitúa (junto a otros países de la región como Francia e Italia) muy por debajo de la media mundial: la OCDE estima una caída del PIB global entre un 6,1% y un 7,6% para este año.
En estos datos el cierre de fronteras ha jugado un papel determinante en una economía como la española que depende de la llegada de divisas extranjeras, especialmente durante la temporada alta del verano.
A la caza del turista
Turistas recibidos por los periodistas en el aeropuerto y siendo aplaudidos a la entrada de su hotel como si fueran futbolistas que vienen de ganar el Mundial. Son los cerca de 200 alemanes que han llegado este pasado lunes a Palma de Mallorca como parte de un plan piloto para comprobar cómo evolucionan las cifras de contagios ante la llegada de extranjeros.
Son como unos conejillos de indias en espera de recibir el gran desembarco de turistas a partir de este domingo. El 80% de los visitantes extranjeros en España llegan por avión y, entre ellos, destacan en número los alemanes, los británicos y los de los países nórdicos. Esta estrategia basada en el turismo en España se remonta a los años 60, cuando la dictadura franquista apostó por “el sol y playa” para atraer a los extranjeros.
Modelo anticuado
“El problema es que el modelo se ha ido quedando anticuado y desde hace años hay síntomas de agotamiento. El turista ahora es más exigente, huye de las masificaciones, por el mismo precio puede viajar a un país lejano y exótico en lugar de quedarse en las playas españolas. Además, parte de las infraestructuras hoteleras se han quedado obsoletas”, apunta Abel Gil.
fuente: infobae