Por Manuel Rivas* Director Diario Cuarto Poder / Recientemente y de manera virtual, el escritor tucumano Fabián Soberón presentó el libro “El viaje inmóvil. Cine del norte argentino”. Respecto de esta nueva obra realizamos la presente entrevista.
—¿Cómo surge la idea de hacer este libro?
—Mis investigaciones y reflexiones sobre el cine del norte argentino se derivan, en cierta medida, de mi trabajo como incipiente escritor (2007) y joven aspirante a director de documentales (2013). Junto a un grupo de escritores y críticos hicimos una revista. Esa publicación se editaba con un dossier que salía acompañado por un documental. El primero de la serie de tres documentales estuvo dedicado al escritor tucumano Hugo Foguet. Ese fue mi primer ejercicio audiovisual y, como tal, está lleno de errores. Sin embargo, en ese tiempo, el hecho de salir a rodar me motivó a pensar el estilo documental. De este modo, leí y releí los libros de Jean Louis Comolli, el Hitchcock de Truffaut, los rumiantes pensamientos de filósofos del cine, el diccionario de Eduardo Russo, entre otros artículos y libros. Las lecturas dispares motivaron mis incursiones en la escritura crítica. En ese marco, surgió la indagación en el cine de la zona, cine que yo, tímidamente, empezaba a realizar. En el mejor de los casos, la crítica es una forma de la autobiografía. Mis notas y artículos no obedecen a otro albur que al placer como espectador.
—¿Cuál es la razón del título? ¿Se trata de una fotografía del momento fílmico de esta región?
—Los hermanos Lumiére dijeron que el cine era un invento sin futuro. También hubo aciertos notables: Tarkovski lo llamó “el arte de esculpir en el tiempo”. Yo elegí una metáfora surgida de un oxímoron y de un gusto por la contradicción: el viaje inmóvil. El cine llena la vida con imágenes que se mueven en un travelling infinito, en la osadía de la pantalla inmóvil.
Discuto en las páginas del libro el sentido esencialista del término región. En términos estéticos prefiero pensar en la zona. En primer lugar, la zona es el espacio cinematográfico elegido por el autor o el director para sus películas. Es una parte de la ciudad o del pueblo que forma parte del cine producido por un autor. Por ejemplo, las zonas de Adrián Caetano, Bela Tarr o Agustín Toscano. En segundo lugar, la zona es un espacio simbólico, icónico, un conjunto de mitos, leyendas y textos que ya existen sobre la ciudad o ciudades que son tomados por el autor. O sea, un escritor o un director revisan y reescriben la tradición simbólica de la ciudad. En tercer lugar, la zona existe como referencia espacial, concreta, material, pero siempre bajo los ojos del autor. Desde la categoría de zona se puede pensar en los matices estéticas, en las variaciones temáticas, en las apropiaciones simbólicas y en las construcciones históricas.
—Por tu formación, ¿te sentís parte de este incremento de las obras audiovisuales?
—Claramente, a partir de 2010 se produce un crecimiento del campo audiovisual del cine argentino. En este marco, se produce un crecimiento de la zona NOA. Varios factores influyeron para que se diera este fenómeno inusual. Lo curioso es que, mientras Milan Kundera y Susan Sontag vaticinaban la muerte del cine, en Tucumán y Jujuy se creaban Escuelas universitarias de cine y se produjo una explosión de realizaciones audiovisuales en todo el país. Me llama la atención esta aparente contradicción: por un lado, en Europa y en Estados Unidos se anuncia la desaparición del cine (en los hechos se trató de la desaparición de cierta cinefilia) y por otro lado, en Argentina, proliferan las películas. Esto marca, de alguna manera, que el anuncio fue equivocado y que si se mantiene el deseo de contar historias a través del medio audiovisual el cine no va a desaparecer.
—¿Cómo calificarías al cine de esta región?
—Me parece oportuno pensar los cines de la zona desde la estética. Ensayo algunas categorías: el concepto de zona (ya mencionado), la crónica fusión y el gótico del norte argentino.
El gótico del norte surge de una analogía con el gótico sureño de Estados Unidos. En nuestro caso, se trata de una forma que aparece en las representaciones literarias y cinematográficas. El cine ha captado las paradojas éticas, religiosas y políticas y puede ser pensado como el resultado de la ambigüedad moral que salva la pureza religiosa a la vez que expulsa lo que no condice con la inmarcesible e hipócrita religiosidad. Aunque existen zonas oscuras de Argentina donde priman las violaciones a los derechos humanos y en donde los vejámenes sociales amparados en la religiosidad y el autoritarismo son un rasgo histórico común, sospecho que la zona más claramente siniestra y gótica en Argentina –en términos culturales, entendiendo a la cultura como un hecho complejo que cambia con el tiempo– es el norte: por tanto, postulo que puede leerse o verse un gótico –aunque no exclusivo– del norte argentino. La cultura de la región está configurada históricamente por aberraciones éticas, violaciones a los derechos humanos, contradicciones sociales y culturales (a la vez que se defiende un orden social basado en la invisible jerarquía eclesiástica católica se condena como enfermo o anormal la homosexualidad, por ejemplo); en amplios sectores sociales (de la aristocracia y del pueblo norteño) al mismo tiempo que se defiende la vida humana como una creación divina se avalan y se defienden las violaciones a los derechos humanos, es decir, se realiza apología del crimen a individuos en nombre de la religión católica. Los hechos mencionados y la convulsa historia de la región han sido el contexto propicio para que existan un cine y una literatura que den cuenta de estos fenómenos sociales y culturales.
—¿Qué incidencia tuvo la creación de la Escuela de Cine de la UNT?
—La configuración de un campo audiovisual se produce por la intersección de múltiples factores y agentes. La Escuela de Cine de la Universidad Nacional de Tucumán, al igual que la ENERC en Jujuy, son piezas claves. Sin embargo, es importante destacar que los agentes son diversos y cada uno tiene un peso fundamental en la conformación del campo: me refiero a los festivales de cine (Cine de las alturas, Gerardo Vallejo, Santiago del Estero Film Festival, etc.), las cooperativas autogestionadas, las productoras incipientes, las realizaciones independientes, la crítica, el público, los circuitos alternativos de exhibición, el rol del Estado, etc.
—En una nota con nosotros afirmabas que el escritor escribe para luchar contra el olvido, ¿cómo es la cosa en el cine?
—Nada puede escapar al olvido. En este sentido, todo lo que hagamos se convierte en una lucha contra el olvido. Creo que en el cine la batalla es diferente. El cine es un hecho colectivo y una forma de la amistad. La pasión por el registro –ese modo elíptico de escapar al olvido, aunque sea por unos instantes de video– provoca que un grupo de personas se reúnan en pos de un objetivo común. Todos quieren que al menos una parte de eso que se graba no se pierda para siempre.
El cine es la máquina que quiere vencer a la muerte. Los que están detrás de cámara y los que están delante aspiran a que una parte de su yo se quede un instante en la retina –en los ojos y en el cuerpo– de los que ven esa parte del pasado que retiene la película. Allí, en los ojos y en el cuerpo somos, por un instante, menos mortales.
—En tu libro hablas sobre quince filmes. ¿En qué basaste esa selección?
—La selección sigue los parámetros de mi obsesión por el cine. En todo caso, no aspira a ser un mapa sino la fotografía de un instante de lo que está en plena ebullición. La historia está haciéndose y los espectadores somos testigos de un movimiento sin antecedentes. En los últimos veinte años se han producido más películas que en los cien años anteriores. Mi objetivo es ampliar cada año el contenido del libro. Ahora mismo estoy escribiendo sobre diversas producciones recientes del norte argentino y de la Patagonia junto con dos colegas de la UBA y de la Universidad de Córdoba. En el marco de un proyecto de investigación dirigido por la Dra. Ana Laura Lusnich (UBA) estamos proyectando un libro colectivo sobre los cines de todo el país.
—¿Hay canales de difusión para las obras fílmicas de la región?
—Este es un asunto complejo. Se podría decir que estamos en plena conformación del campo audiovisual. La apertura de vías para difundir y exhibir las películas del norte forma parte de este proceso que llevará mucho tiempo.
—A tu criterio ¿surgen nuevos talentos con proyección?
—Como ha sucedido en la historia de las artes, cada generación puede representar la renovación de la llama creativa. Los jóvenes le están dando un aire fresco al campo audiovisual. Si uno ve los cortos de los alumnos de la Escuela de Cine de la UNT (Tucumán) y las tesis de la ENERC (Jujuy), percibe nítidamente que hay ahí un potencial impactante. Cito solo tres ejemplos: “No me dejes solo” (dirigido por Sebastián Sánchez y Bernabé González Mina), “Un favor” (dirigido por Franco Mirra) y “Vestigios”.
“Vestigios”, dirigido por Gustavo Correa y Valentín Álvarez Sabouret (con Guión de Lucía Bernal), pone la fotografía cuidada y la iluminación espectral y esmerada al servicio del suspenso y de eso otro que abisma. ¿Desde dónde se narra este cuento contado por alguien que sufre y que se calla? Esa es la clave de “Vestigios”. El dolor por la pérdida altera todo. Pero el corto no está construido con golpes torpes o ruidos extraños. La sórdida realidad del agua asalta lentamente. Y ahí nace la magia del buen cine. Lo central en la película es el uso del fuera de campo. El perro ladra y el ruido que penetra los oídos del espectador alude a algo que no vemos ni escuchamos. En la lejanía se percibe una alteración mínima en el horizonte de agua. Pero ese atisbo es apenas una presencia y la alusión gana la partida. La otra clave del corto es la toma subjetiva enclavada en el lago. ¿Quién mira desde el fondo del agua? Luego, cuando se despoja de los velos, el sujeto que mira apenas muestra una especie de mano. Y es solo ese índice el que dispara las especulaciones.
En “Un favor” el trabajo de los actores resulta fundamental para plasmar en la pantalla un dilema moral y la manera que tienen los habitantes de encontrar el paraíso en la tierra. “Un favor” desnuda uno de los aspectos más tormentosos de la cultura urbana y contemporánea en el norte argentino.
“No me dejes solo” es un corto que trabaja con el subgénero de zombies y es, o puede ser, una metáfora de la situación social de Tucumán y del norte. El virus infecta y mata mientras que lo que salva no es la falta de solidaridad sino el vínculo que une a las personas. En este caso, a los amigos. Una vez más, un subgénero cinematográfico es un instrumento o puede ser un instrumento para leer otras cuestiones: el pasado, el presente o las situaciones particulares en una sociedad determinada.
*Profesor de Letras e Historia, Periodista y escritor.
Datos del autor
Fabián Soberón nació el 18 de junio de 1973 en la ciudad de Juan Bautista Alberdi, provincia de Tucumán, República Argentina, y reside en la ciudad de Yerba Buena, Tucumán.
Es Licenciado en Artes Plásticas y Técnico en Sonorización por la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán.
Se desempeña como Profesor en Teoría y Estética del Cine en la Escuela Universitaria de Cine y como Profesor en Comunicación Audiovisual en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, en la que ha sido Profesor de Historia de la Música.
En 2014 obtuvo la Beca Nacional de Creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. Colaboraciones y ficciones suyas se difunden en Ñ (Argentina), Perfil (Argentina), La Gaceta (Argentina), Suburbano (EEUU), ViceVersa (EEUU), Hispamérica (EEUU), entre otras.
Integra las antologías Poesía Joven del Noroeste Argentino (compilada por Santiago Sylvester, FNA, 2008), Narradores de Tucumán (compilada por Jorge Estrella, ET, 2015), Nuestra última Navidad (compilada por Cristina Civale, Milena Caserola, 2017), y Viral (compilada por Flavia Soldano, La docta ignorancia, 2020), así como el diccionario monográfico La cultura en el Tucumán del Bicentenario, de Roberto Espinosa (2017).
Fue traducido parcialmente al portugués, al francés y al inglés. Presentó sus libros y sus documentales en universidades y otros espacios de Puerto Rico, Estados Unidos, España, Francia, Alemania, Islandia y Suecia.
Libros publicados: la novela La conferencia de Einstein (1ª edición en 2006; 2ª edición en 2013); en el género relatos: Vidas breves (1° edición en 2007; 2° edición en 2019) y El instante (2011); en el género crónicas: Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez (2013), Ciudades escritas (2015) y Cosmópolis. Retratos de Nueva York (2017); y el volumen 30 entrevistas (2017).
Como director de cine, realizó los documentales Hugo Foguet. El latido de una ausencia (2007), Ezequiel Linares (2008), Luna en llamas. Sobre la poeta Inés Aráoz (Tucumán, 2018), Alas. Sobre el poeta Jacobo Regen (Salta, 2019) y Groppa. Un poeta en la ciudad (Jujuy, 2020). Con los músicos Fito Soberón y Agustín Espinosa, editó el disco Pasillos azules (AERI Records, 2019).
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