Letras de Fuego / Entrevista / Por Manuel Ernesto Rivas*. Dialogamos en el programa radial de la SADE Tucumán, “Letras del aire”, que conduce Alejandra Burzac Sáenz, con el escritor tucumano Felipe Quiroga, sobre su vida, lectura, escritura y además buceamos en sus obras.
—La verdad es que va a ser un placer entrevistarte Felipe Quiroga. Ya tienes colocados los sensores, cuando mientas vas a recibir una descarga eléctrica muy potente, pero no te asustes (risas).
—¿Cuál es el ruido que hacen los loros?
—La idea del libro era trabajar todos los cuentos con un hilo argumental, que todos los cuentos tuvieran algo que los agrupara. Se me ocurrió esta idea partiendo de algunos cuentos que ya tenía escritos y sumar unos nuevos. Era generar situaciones o incertidumbres dentro de los personajes en una cuestión que estuviera flotando todo el tiempo, que no los dejara tranquilos o que los llevara a una situación de incomodidad. La idea del ruido que hacen los loros es este simbolismo sobre algo que está flotando constantemente, que puede ser algo ominoso, siniestro y que los lleva a vivir una suerte de conflicto o una transformación a lo largo de los cuentos.
—En “El ruido de los loros” ¿Cómo vas enlazando los cuentos para que tengan relación entre sí?
—Siempre trato de escribir cuentos en los que, como decía Ricardo Piglia, siempre aplico la teoría de las dos historias que tiene cada cuento. Una historia que está en la superficie y que también está relacionada con esta teoría del iceberg, que decía Hemingway, que en cuento se muestra como algo muy sencillo que está muy superficial, hay una historia con la que el lector se puede quedar, pero siempre hay otra, más profunda, que se va representando en la primera a través de ciertos símbolos o signos. Un lector atento puede ir captando todo lo que va sucediendo en esa historia que está subterránea. Me gusta mucho trabajar con esa idea de plantear una historia en la que no se está contando todo y hay muchas cosas sugeridas. Me gustan mucho los cuentos así. Si uno quiere se queda con la historia que está en la superficie, que está perfecto, pero si uno lee con más atención puede ir entrando a lo más profundo.
—Esas técnicas de enmascaramiento que las hace magistralmente Piglia, ¿las aplicas cuando abordas la escritura de una novela?
—El año pasado saqué una novela, con la editorial Falta Envido, que se llama “Chikito”. Es una novela corta que tiene una estructura que no es lineal, porque está construida a partir de testimonios de personas que vivieron un hecho muy dramático y cada capítulo es un personaje distinto hablando. Trabajo mucho con lo que es la oralidad, el tema del lenguaje y con capas de significado, con distintos temas con los que uno puede desarrollar, porque la idea es jugar un poco con la ambigüedad y volver a hacer partícipe al lector, para que se comprometa a meterse en la historia, a ver de qué se está hablando y tenga sus propias teorías de qué es lo que está pasando. La idea es un poco eso.
—Lo que leíste en el Festival Internacional de Literatura Tucumán (FILT) era como fragmentario y anecdótico ¿apelas a esos recursos?
—Con respecto al texto que leí en el FILT el domingo, era la primera vez que escribía en ese formato. Venía trabajando siempre en un cuento más tradicional. Se me ocurrió con este texto, como lo contaba ahí un poco en la introducción de la lectura, mi madre encontró dos cuentos inconclusos que había escrito mi abuelo, que ya falleció, y a partir de esos dos cuentos, primero se me había ocurrido directamente escribir el final de los dos cuentos, pero después, al ser muy difícil, porque me llamo la atención la complejidad de ponerme a escribir cuentos de otra persona o de terminarlos, me dije, por qué no escribir sobre ese proceso de escritura. Entonces, ahí aproveché para contar la historia de mi abuelo y después se me ocurrió la idea de cómo podía llevar esos cuentos a un final y contar ese mismo proceso de escritura. Fue un texto atípico para mí porque considero que mezcla distintos géneros, tiene algo de autobiográfico, de crónica, y también está el mismo proceso de escritura. La verdad es que era un texto un poco más largo. Lo acorté para trabajarlo un poco, pero es algo diferente a lo que venía haciendo.
—¿Venías trabajando más bien en lo tradicional o cómo era tu mecánica de trabajo?
—Siempre escribo lo que es cuento o novela, son los géneros en los que me siento cómodo y los que más leo. Me siento con más confianza porque los vengo trabajando con más tiempo. Cuento por ahí es un género complicado de hacerlo, vos lo sabes mucho también, y es algo que personalmente me gusta saber hacia dónde voy, tener una idea de hacia dónde quiero llevar la historia y en fin. Me cuesta largarme para ver a dónde va a terminar el cuento. No puedo trabajar así.
—¿Observas lo que te puede servir y lo vas guardando para la construcción de los textos?
—Hace tiempo que hago algo que me funciona bastante que voy armando como un archivo que lo tengo siempre en la computadora, incluso pongo no solo ideas sino también frases o palabras que me gusta cómo suenan juntas y a partir de ahí puede surgir un cuento o incluso que esa frase se convierta en el título de un cuento y después escribirlo. La idea es siempre estar atento e incluso hay cuentos que los escribí viendo noticias en internet, por ejemplo, noticias raras que pasaban. Por ejemplo, el ruido de los loros, que es el cuento que le da título al libro surgió de una noticia, que habían detenido a dos personas en la ruta. Gendarmería los detiene con doscientos loros en el baúl, que los estaban llevando para vender y a partir de esa noticia comencé a construir el cuento, determinar quiénes serían estas dos personas que llevaban esos loros, construir los personajes, desarrollar más la relación entre ellos y darle otro final que el de la noticia, que no vamos a profundizar para no adelantar.
—¿Cuándo fue que Felipe Quiroga tropezó y cayó en este abismo que no tiene fin y se llama literatura?
—Desde chico siempre me gustó leer mucho. Las lecturas llegaron en mi familia a través de mi mamá, que fue importante en ese sentido porque ella desde chicos nos leía, nos incentivaba a leer. Cuando éramos muy chicos me acuerdo que ella nos leía, por ejemplo, el Martín Fierro, capítulo a capítulo, nos leía todas las noches. Después también nos leyó otros cuentos que nos dejaron marcados, nosotros con mis hermanos siempre decimos que nos dejó un poco traumados porque nos leía de Horacio Quiroga, “El almohadón de plumas” o “La gallina degollada” y nosotros siempre nos acordamos de eso. Cuando después empecé con mis propias lecturas leía a Agatha Christie, El Señor de los anillos, y en el colegio ya conocí a Borges. Una lectura me llevó a otra y, como a muchos nos pasa, después de tanto leer a uno le comienzan a surgir esas ganas de decir y por qué no escribo yo algo. Empezó por la lectura.
—¿La narrativa es lo que te apasiona?
—Sí, leer y escribir narrativa. Lo comencé a tomar con seriedad a esto no hace tanto. Por decirte, desde hace diez años que empecé a escribir mucho, a participar en talleres, a mandar a concursos y comencé todo el tiempo a estar en la cabeza cien por ciento con las ideas en la escritura, en la literatura, en las letras, siempre leyendo, buscando autores, así que, si bien es un proceso que comenzó desde chico, fue con otro nivel de seriedad, aproximadamente en 2013 o 2014, en donde ya puse todo mi esfuerzo y empeño en dedicarme a esto.
—¿Cómo viviste lo del Festival Internacional de Literatura Tucumán (FILT)?
—Es un festival que me gusta mucho. Se mantiene y ha logrado encontrarle la vuelta para ampliar el público, que creo que dentro de lo que son los eventos literarios de Tucumán a veces cuesta eso, por ahí, romper ese público y poder llegar a otra gente que no sean los mismos escritores que vayan. Está bueno abrir la posibilidad de que llegue a otra gente que, por ahí es la forma de llegar a nuevos lectores también. En ese sentido me parece que es muy bueno el festival, que da espacios y te da la posibilidad de conocer a escritores que vienen de otras provincias, es bueno compartir con ellos, escucharlos en alguna charla o con alguna firma. Me gustan esos espacios y está bueno que se sostengan.
—No sé si te parece lo mismo, pero creo que es como que te da una idea por dónde está circulando la literatura.
—Creo que sí. También este año se incorporó a gente más joven en los espacios de lectura. También se armó una mezcla interesante de incorporar a nuevas personas, de darle espacios a otra gente.
—Cuéntanos algo más de la novela “Chikito”, que me quedó picando la curiosidad.
—Es una novela que cuenta la historia de dos pueblos ficticios, que la idea es que pudieran estar ambientados en lo que pudiera ser el interior de Tucumán o el interior del Norte argentino, por lo que trabajo un poco con el lenguaje desde ese lado y cuenta que esos dos pueblos se enfrentan y los habitantes de estos dos pueblos se empiezan a pelear por un conflicto que surge a partir de que en uno de los pueblos encuentran un mono que había sido rescatado de un incendio y este mono comienza a tener unos comportamientos extraños. Se convierte en una especie de atractivo de uno de los pueblos, toda la gente lo quiere ir a ver. Un poco modifica la vida del pueblo. Después cuando en un momento se lo llevan al mono de uno de los pueblos surge todo un conflicto y salen a la luz muchas diferencias, muchos conflictos, peleas de todo tipo y toda la novela está relatada desde el punto de vista de la gente que sobrevivió a todo el caos que se generó en el pueblo, después de muchos años. Ellos van contando su versión de los hechos, a veces algunos van contando a su manera, porque cada persona tiene su propia forma de expresarse, de contar los hechos, algunos con contradicciones también para trabajar ahí el tema de lo que es la memoria, la verdad, cómo se va manifestando a través de los relatos orales en la reconstrucción de esos hechos pasados.
—¿Te sirvió la tarea periodística para entrenar la visión respecto de lo que puede servir para lo literario?
—Sí, la verdad es que eso es algo que siempre agradezco haber tenido esa experiencia periodística de trabajar en algunos diarios, tanto digitales como en papel, y me sirvió para una cuestión de lo que es ver, estar atento a lo que pasa y también para la escucha, cómo habla y de qué cosas habla la gente. Fue útil esta formación periodística fue el tema, en el proceso de la escritura en sí, de poder escribir de una manera que me llevaba a resolver rápido si me encontraba en algún problema, porque los que trabajamos en periodismo tenemos que resolver de inmediato en la hora de cierre.
Datos del autor
Felipe Quiroga nació en San Miguel de Tucumán en 1985. Es licenciado en Comunicación Social y tiene una Maestría en Periodismo. Con sus relatos participó en las antologías “Umbrales y Crepúsculos” (2015), “5×5” (2016) y “Les inquilines” (2021), entre otras. Es autor del libro de cuentos “El ruido que hacen los loros” (2022) y de la novela “Chikito” (2023).