En El Potrillo, en el extremo noroeste de Formosa, un grupo de embarazadas se esconde a lo lejos, en el monte, para evitar que la Policía de la provincia las traslade a un centro de aislamiento, en donde denuncian que les practican una cesárea y luego las obligan a permanecer 14 días aisladas sin estar en contacto con sus bebés. Se trata de un sitio recóndito, completamente alejado de toda zona urbana y al que solo se puede acceder en vehículos 4×4.
Estas historias formar parte de un nuevo capítulo del horror que se vive en Formosa, una provincia en la que desde hace tiempo los centros de aislamiento dispuestos por el gobierno de Gildo Insfrán parecen haberse convertido en cárceles, tal como desde hace semanas muestra el equipo periodístico de TN y Telenoche.
En este caso el miedo no solo se resume a permanecer encerrado durante dos semanas sino a la posibilidad de perder a sus bebés. Es que estas 86 embarazadas que se esconden de las autoridades denuncian que la fuerza provincial ingresa a las comunidades originarias de El potrillo, se llevan a las mujeres que en muchos casos dan a luz en centros de aislamiento. Aseguran, además, que son separadas de sus hijos sin explicación alguna.
Aún no está claro el motivo por el que los efectivos se llevan a estas mujeres. Una posibilidad es que lo hagan para hisoparlas, por lo que inmediatamente quedan aisladas en los centros de Insfrán. No hay explicaciones del Gobierno provincial y entre los locales tampoco encuentran respuestas.
“La gente le tiene miedo a la Policía. Le hacen una cesárea y no se encuentra más al bebé. Se han llevado nenes solos a Formosa, sin la madre, que queda aislada”, dice una de las mujeres que tiene un embarazo de nueve meses, es decir, a punto de dar a luz
Las mujeres acceden a hablar con Telenoche con la condición de que este equipo periodística no revele su paradero. Cubren sus rostros y en sus palabras se puede percibir el miedo de enfrentar una cámara. “No queremos que nos vengan a buscar”, reconocen.
Según dicen, en las comunidades originarias de la zona, la Policía de Formosa llega a caballo, por la madrugada, e inician requisas que en determinados casos terminan con detenidos. Por eso se recluyen en lo inhóspito del monte, incluso a pesar de que las condiciones de habitabilidad no son las mejores para sus hijos.
“Quiero tener a mi bebé de manera normal. Si me hacen cesárea tal vez no voy a encontrar más a mi hijo. Tengo miedo”, relata una de las embarazadas, que hace cuatro meses vive en el monte. Todo parece indicar que la mujer dará a luz en medio de la naturaleza. “No sé qué voy a hacer cuando pase, en la comunidad estamos todos asustados”, agregó.
Otra de las mujeres embarazadas teme, además de perder a su hijo, que si el Gobierno descubre que estuvo escondida durante meses, le quite la asistencia de $4000 mensual que recibe. En el lugar no hay luz y de noche la oscuridad se apoderada de la zona. El agua es un bien escaso, que solo reciben cuando otros integrantes de la comunidad se acercan hasta su ubicación.
Durante la noche duermen en carpas de nailon muy precarias, hechas con palos de madera y atadas con alambre. Una pava vieja y oxidada sirve para conservar la poca agua que tienen. Una cámara toma el interior de la carpa y el escenario es trágico: una sola cama para cinco personas, pocas frazadas y nulas condiciones de habitabilidad. La poca comida que tienen se basa en frutas del monte y otros alimentos secos que encuentran en la zona. Un esfuerzo extremo solo para evitar caer en los centros de aislamiento de los que habla toda la provincia y el país.
fuente: telenoche