Con esa pregunta retórica comenzó el Papa su discurso tras encabezar el vía crucis en la XXXI Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en la ciudad polaca de Cracovia. Más temprano, Francisco recorrió Auschwitz.
“¿Dónde está Dios, si en el mundo existe el mal, si hay gente que pasa hambre o sed, que no tienen hogar, que huyen, que buscan refugio? ¿Dónde está Dios cuando las personas inocentes mueren a causa de la violencia, el terrorismo, las guerras?”, se preguntó el Pontífice en la explanada del céntrico parque de Blonia, en su segundo día consecutivo de encuentro con los jóvenes llegados de 187 países a participar de la JMJ.
“¿Dónde está Dios, cuando enfermedades terribles rompen los lazos de la vida y el afecto? ¿O cuando los niños son explotados, humillados, y también sufren graves patologías? ¿Dónde está Dios, ante la inquietud de los que dudan y de los que tienen el alma afligida?”, preguntó, frente a una marea de banderas de los cinco continentes.
“Hay preguntas para las cuales no hay respuesta humana. Sólo podemos mirar a Jesús, y preguntarle a él. Y la respuesta de Jesús es esta: Dios está en ellos, Jesús está en ellos, sufre en ellos, profundamente identificado con cada uno. Él está tan unido a ellos, que forma casi como un solo cuerpo”, se contestó.
“Dios abraza a nuestros hermanos sirios que huyen de la guerra. Los abrazamos con afecto fraterno”, especificó Francisco.
En ese marco, frente a más de 100.000 jóvenes que se autoproclamaban “la juventud del Papa”, el Pontífice les aseguró que “hoy la humanidad necesita hombres y mujeres, y en especial jóvenes como vosotros, que no quieran vivir sus vidas a medias”.
“Sean sembradores de esperanza”, les pidió a los más de 500.000 jóvenes presentes que siguieron su discurso con un dispositivo de audio -similar a una radio- para poder sintonizar la homilía de Francisco en su idioma, lo que otorgó un panorama de miles de personas con auriculares.
La humanidad necesita “jóvenes dispuestos a entregar sus vidas para servir generosamente a los hermanos más pobres y débiles, a semejanza de Cristo, que se entregó completamente por nuestra salvación”, agregó.
“Ante el mal, el sufrimiento, el pecado, la única respuesta posible para el discípulo de Jesús es el don de sí mismo, incluso de la vida, a imitación de Cristo; es la actitud de servicio. Si uno, que se dice cristiano, no vive para servir, no sirve para vivir. Con su vida reniega de Jesucristo”, consideró el argentino Bergoglio.
En Blonia, el Pontífice recordó a los jóvenes la importancia de las 14 obras de misericordia, siete corporales y siete espirituales, que fueron los temas de cada una de las estaciones del Vía Crucis, enmarcado como toda la JMJ en el Año Santo convocado por Francisco hasta el 20 de noviembre.
Las siete obras corporales son Dar de comer al hambriento; Dar de beber al sediento; Vestir al desnudo; Visitar a los enfermos; Asistir al preso; Dar posada al caminante y Sepultar a los muertos.
Las espirituales, en tanto, son Enseñar al que no sabe; Dar buen consejo al que lo necesita; Corregir al que se equivoca; Perdonar las injurias; Consolar al afligido; Tolerar los defectos del prójimo y Hacer oración por los difuntos.
Antes del Vía Crucis, Francisco visitó junto a la primer ministra polaca Beata Szydlo el Hospital Pediátrico de Prokocim, donde sentenció que “el signo de la verdadera civilización, humana y cristiana es poner en el centro de la atención social y política las personas más desfavorecidas”.
En el centro médico, tras reunirse en privado con 50 chicos enfermos, el Pontífice visitó la capilla que contiene algunas reliquias de San Juan Pablo II, el papa polaco al que Francisco no pierde la ocasión de homenajear en cada actividad que hace en su Polonia natal.