“Pienso con admiración sobre todo en los numerosos sacerdotes, religiosos y laicos que, en todo el mundo, se dedican al anuncio del evangelio con gran amor y fidelidad, no pocas veces también al costo de su vida”, sostuvo el sumo pontífice.
“Su ejemplar testimonio nos recuerda que la Iglesia no necesita burócratas y funcionarios diligentes, sino misioneros apasionados, devorados por el ardor de llevar a todos la consolante palabra de Jesús”, planteó el Obispo de Roma desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano.
“En la misión que lleva a cabo en el mundo, la Iglesia, es decir todos nosotros, necesita la ayuda del Espíritu Santo a fin de no ser disuadida por el miedo y el cálculo, no acostumbrarse a caminar dentro de fronteras seguras. Sino se vuelve una Iglesia funcional, que no arriesga nunca”, planteó Jorge Bergoglio, en línea con su idea de una “Iglesia en salida” que plasmó en la exhortación apostólica de 2013 Evangelii Gaudium (“La alegría del Evangelio”).
En ese marco, el Papa pidió tener “el coraje apostólico que asciende en nosotros como un fuego que nos ayuda a superar los muros y barreras, nos hace creativos y nos anima a ponernos en movimiento, incluso caminar en los caminos inexplorados o poco convenientes, ofreciendo esperanza a las personas que encontramos”.
“Más que nunca necesitamos sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos, con la atenta mirada del Apóstol, para conmoverse y estar delante de las dificultades y la pobreza, material y espiritual, caracterizando el proceso de evangelización y de la misión con el ritmo curador de la proximidad”, pidió.
Además, advirtió que la Iglesia “no debe volverse fría e incapaz de dar vida”, por lo que destacó la necesidad de estar cercano a “los que sufren, a los necesitados, a los refugiados y a tanta miseria humana”.