El argentino Darío Fernández relató la desesperante situación que le tocó vivir siendo compañero de equipo de dos chechenos en el Beitar Jerusalén.
La religiosa y radical pasión de los fanáticos del Beitar Jerusalén es tan singular que inspiró a la realización de un documental (Forever Pure). La historia tiene como protagonistas a dos futbolistas musulmanes que fueron contratados como gesto de provocación por el dueño de la institución, que frustrado por no haber sido elegido para un cargo político en la capital de Israel, se desquitó con los hinchas de su propio club.
Después de tres años sin títulos, el equipo más popular de Israel arrancaba la temporada 2012/2013 sin grandes expectativas. Su dueño, el ucraniano Arcadi Gaymadak, que había desembolsado unos 100 millones de dólares para adquirir las acciones de la institución, dejó de invertir en el plantel y se mostraba totalmente despreocupado por su suerte deportiva.
El empresario que tenía denuncias por fraude en Francia intentó usar al club para ser alcalde de Jerusalén, creyendo que los éxitos futbolísticos le harían ganar crédito en las urnas, pero su derrota fue aplastante. Quedó muy dolido con los simpatizantes y la gente de la ciudad y decidió tomarse venganza con los fanáticos.
Apartados de los negocios de su dueño y con Eli Cohen como entrenador, los Leones empezaron a conseguir buenos resultados, pero todo se desmoronó en la segunda parte de la temporada. Arcadi hizo algo imperdonable para los ultras del Beitar, que se autodenominan La Familia. Las contrataciones del defensor de 19 años, Dzhabrail Kadiyev, y del delantero de 23, Zaur Sadayev, generaron una controversia total.
Tras un amistoso en Chechenia, el ucraniano adquirió las fichas de los futbolistas con el pulgar arriba del presidente, Itzek Korenfine, y el técnico. La particularidad es que jamás en la historia el Beitar había tenido en su plantel jugadores musulmanes y esta cuestión fue intolerable para el grupo de violentos, que a menudo canta “¡guerra!” durante los partidos y se vanagloria de ser la afición.
El argentino Darío Fernández, por entonces capitán y referente del plantel del Beitar, explicó cómo fue vivir desde adentro esa delicada situación. “La palabra exacta para describir todo es caos. Sabíamos que cuando firmaran estos dos chicos algo grave iba a pasar, por los problemas políticos y territoriales que existen con los países árabes”, recordó el ex mediocampista nacido en Punta Alta, que trazó 12 años de carrera profesional en el exterior.
La recepción para Kadiyev y Sadayev por parte del grupo caracterizado de fanáticos fue más que agresiva, con insultos, piedrazos y escupitajos. Pero estas prácticas se extendieron a lo largo de toda su estadía en la institución israelí. “Todos los días venían a los entrenamientos 500 ó 600 fanáticos para maltratarlos, fue algo muy difícil de digerir”, contó Fernández, que sigue ligado al fútbol (actualmente trabaja con chicos y chicas de 12 y 13 años en una filial del Dallas FC en Estados Unidos).
Casado hace nueve años con una mujer israelí-americana y con un niño de tres también nacido en Israel, Fernández reveló que esos meses estuvieron muy lejos de la paz: “Al principio no quise meterme mucho, pero siendo uno de los capitanes tuve que dar un paso adelante y tratar de proteger a estos chicos. En una práctica insulté a varios hinchas y ahí empezó el problema en contra mío”.
Los insultos en la calle y las amenazas en su celular se transformaron en moneda corriente, pero el argentino tenía claro por qué defendía a los chechenos: “Mis padres me han criado con valores que traspasan las barreras del fútbol. Lo mínimo que podía hacer era ayudar a estos dos pobres chicos. Se estaba pasando una línea”.
A pesar de que parte de la parcialidad estaba de acuerdo con abrirles las puertas a los dos musulmanes, los más radicales enardecían más y más. Durante un partido, insultaron a Kadiyev y de la agresión verbal se pasó a la física, ante la mirada de la madre del futbolista en una tribuna. Por ponerse cara a cara con un fanático, el defensor vio la tarjeta roja.
Ninguno de los dos hablaban inglés, hebreo ni español: solamente ruso. La comunicación era muy difícil y su única forma de contacto era a través de un par de guardaespaldas que los cuidaban las 24 horas del día.
Ariel Arosh, el arquero del equipo y también capitán, fue el otro miembro que defendió a los extranjeros: su gesto le valió transformarse de ídolo a enemigo para La Familia, que sería como La 12 en Boca o Los Borrachos del Tablón en River, según el paralelismo trazado por Fernández. Por miedo a represalias, los otros integrantes de la plantilla se privaban de tomar partido en la cuestión.
“La Familia es un grupo grande y por eso esto tomó la dimensión que tomó”, argumentó el ex Chacarita y Quilmes, que reveló haber tenido conflictos con barrabravas armados cuando jugaba en Argentina.
Cuando Sadayev convirtió un gol, se produjo lo que para Fernández fue un hecho sin precedentes en la historia del fútbol: en lugar de festejar, los fanáticos empezaron a abuchear y retirarse de la cancha. Se negaron a celebrar el tanto de un hombre con diferente religión y desertaron el estadio Teddy, que de los 20 mil espectadores que a menudo convocaba, comenzó a lucir solamente 3 mil en cada fecha.
Otro quiebre fue cuando durante una madrugada arrojaron una bomba molotov a la utilería del club. Se quemaron trofeos emblemáticos, camisetas y otros elementos relacionados con la historia del Beitar. “Había que hacer algo porque se estaba yendo todo de las manos”, rememoró el hoy formador de infantiles.
Hasta el desenlace fue de película. En la última jornada, los de Jerusalén visitaron Doha para medirse con el Bnei Sakhnin, club árabe israelí, en un encuentro en el que ambos tenían chances de descender. El partido tuvo pierna fuerte y Sadayev, quien increíblemente después de la acción fue ovacionado por los fanáticos locales, vio la tarjeta roja y se fue insultado por los aficionados visitantes.
El resultado final fue 0 a 0 y, por tanteadores ajenos, ambos equipos salvaron su pellejo. Desde la cancha, Kadiyev y Sadayev se dirigieron directamente hacia el aeropuerto internacional para volver a su Chechenia natal y lentamente la tranquilidad retornó al Beitar.
fuente. infobae