Gabriela Vanesa Arancibia fue enterrada esta mañana en el Cementerio de Flores. Murió el jueves por la tarde en el Hospital Piñero, donde cuatro días antes había ingresado con el 50% de su cuerpo quemado, trasladada desde su casa en el Barrio Fátima de Villa Soldati. Tras su fallecimiento, el cuerpo fue enviado a la Morgue Judicial para su correspondiente autopsia: los forenses marcaron las quemaduras corporales graves y una neumopatía como las causas de muerte.
“Fue un accidente”, dijo su concubino, que estaba con ella esa noche y es el padre de sus cuatro hijos. El hombre incluso agregó luego que “ella misma se tiró el alcohol”, una tentativa de suicidio en su relato mutante.
Otros, sin embargo, pensaban otra cosa.
El caso fue tomado por la Fiscalía Penal, Contravencional y de Faltas N° 33 de Marcela Alejandra Solano, con el secretario Matías Vila. Hoy por la manaña, con el cuerpo de Gabriela ya sepultado, tras una investigación en la que intervino el Cuerpo de Investigaciones Judiciales porteño, Gendarmería ingresó a allanar la casa de la víctima, donde ésta convivía con su pareja. El concubino, cuyo nombre las autoridades mantienen en reserva, se encontraba ahí.
Las primeras pericias lo desmienten. El concubino había declarado que Vanesa se había quemado en sectores de la casa donde hay elementos altamente inflamables -por ejemplo, un techo de telgopor- pero en ellos no se ven signos de fuego. El resto de las pruebas están en el cuerpo mismo del hombre: quemaduras en las manos y en el brazo y antebrazo derecho.
Para representantes de la fiscalía no hay dudas: Vanesa, de 46 años, fue víctima de un femicidio y su asesino no sería otro que su pareja. Sin embargo, el juez Carlos Aostri, bajo cuya firma está el expediente y que autorizó el procedimiento en el Barrio Fátima, no ordenó la detención del hombre ya que aún tiene dudas sobre el relato, según confiaron fuentes de la causa. El móvil habrían sido los celos del sospechoso, que al parecer no habría podido soportar que Gabriela tuviera una nueva pareja.
Gabriela era integrante del Movimiento Teresa Rodríguez, una referente de la agrupación piquetera en el Fátima. Miembros de la agrupación enviaron correos electrónicos luego de que la víctima fuese internada. Intentaban contactarse con las autoridades para poner en perspectiva su situación, pidiendo que la investigación se acelerara. El secretario Vila se reunió con ellos. Para los militantes del MTR en el Fátima, Gabriela era una víctima de violencia de género. “Estaba angustiada, sin dormir, depresiva”, dijo uno de ellos.
Precisamente, Gabriela también había asistido a un curso sobre violencia de género dos días antes de ser rociada con alcohol e incendiada. En el allanamiento a su casa se encontraron sus apuntes del taller: estaban fuertemente tachados con marcador negro.
La forma en que Gabriela había sido quemada también llama poderosamente la atención.
Una médica experta en quemaduras en el Piñero les aseguró a los investigadores que quienes se quitan la vida quemándose a sí mismos arrojan el combustible sobre su cabeza, como quien vuelca un balde de agua. El fuego en Vanesa no obedecía ese patrón, había alcanzado la cara, sus pechos, para llegar hasta su cintura. Fue rociada, dijo la médica, mientras estaba sentada en una silla.
Hasta el cierre de la nota, el sospechoso todavía no había sido detenido. En la casa se encontró una botella de alcohol, a la que le faltaba un tercio del líquido.