Iramain, el hombre que inclinó dos elecciones en el radicalismo

Leonardo Iramain
Leonardo Iramain

Leonardo Iramain tenía apenas cinco años cuando su padre, el reconocido escultor Juan Carlos Iramain, dirigía la colocación de su monumental obra, el Cristo Bendicente, en San Javier. Hoy, con sus 79 años y una clara lucidez, este abogado, escritor, político y dramaturgo tucumano, compartió con Diario Cuarto Poder algunas de sus vivencias, en especial las relacionadas a su pasado y pasión por la política.

-¿Cómo se define políticamente?
-Nací radical y moriré radical. Desde chico me gustó participar en política, incluso me expulsaron del colegio por repartir volantes en mi adolescencia. (ver aparte)

Sonríe pícaramente, abrigado con una campera azul y sin sacarse la gorra gris y la bufanda que lo abrigan en el interior del Museo que lleva el nombre de su padre. Detrás se observan los cuadros que forman parte del legado.

-¿Llegó a algún cargo?
-Sí, fui concejal y diputado por el radicalismo. Además estuve en dos elecciones importantes, una de ellas para la gobernación de Lázaro Barbieri y la otra para la intendencia de Rubén Chebaia en San Miguel de Tucumán.

-¿Cómo fue la elección de Lázaro Barbieri?
-La elección se definió en la Presidencia de la Cámara de Diputados de la provincia. Estaban el senador Atilio Rossi, los diputados Hugo Fabio, Antonio Jaldo y Roque Mendía, además de Celestino Gelsi y yo, que era secretario de Fabio en ese momento. Como no contábamos con los electores para consagrar gobernador a Gelsi, se me ocurrió sugerir que impulsáramos a Lázaro Barbieri. A pesar de que Gelsi estaba distanciado de él, aceptó.

-¿Cómo lo lograron?
-Se sumaron a la reunión Orlando Benito Ferreyra y Manuel Roberto Balero, quienes sugirieron que se consultara con algún representante del partido de Aramburu, que se llamaba Unión del Pueblo Argentino. El diputado era José Antonio Barroso, un abogado laboralista amigo mío. Hablé con él y me dijo que si lo votaba a Barbieri. Fue entonces que lo llamé al “tigre” y luego le pasé el teléfono a Gelsi, que le confirmó el ofrecimiento.

-¿Y luego, qué pasó?
-Lo mandaron a buscar en auto y está la foto de un diario en la que aparecen Gelsi, Barbieri y yo, entre otros dirigentes. El “tigre” se convertía en Gobernador.

Sus ojos se llenan de un brillo nostalgioso. Promete darnos el número telefónico de uno de los testigos del hecho, mientras en una silla alta y labrada, que le regalara el Obispo de Salta a su padre en agradecimiento por el Cristo de La Candelaria, reposa un perro sobre un mullido almohadón.

-¿Cómo fue la elección de Chebaia en la intendencia capitalina?
-Luego del exilio, regresé con la vuelta de la democracia en el 83. Fui electo concejal por Vanguardia Federal. Quiso la casualidad que mi voto fuera el que definiera la intendente de Rubén Chebaia, hombre al que aprecio y respeto como dirigente del radicalismo.

Mientras habla con tranquilidad, pero con un repertorio de gestos, uno de los diez gatos que viven en el lugar, se lava pausadamente la cara, en un gesto despreocupado y casi natural. Un autoretraro de Juan Carlos Iramain parece observarlo.

-¿Qué hizo en el exilio?
-De todo, tocar la guitarra en la feria, en la TV o en la radio, escribir y por sobre todas las cosas, extrañar…

“Perón me restituyó al colegio tras expulsarme injustamente”

La vida política de Leonardo Iramain se inició con la pasión de la juventud. Él mismo lo cuenta en la nota.

-Me descubrieron repartiendo panfletos del radicalismo dos veces en pleno gobierno peronista. En la segunda ocasión informaron al Ministerio de Educación, desde donde ordenaron al Colegio Sagrado Corazón que me expulsara. Pero para no perjudicarme me dejaron libre por inasistencia.

-¿Qué pasó finalmente?
-Yo tenía 15 años y no me quería resignar a esa injusticia. Viajé a Buenos Aires a visitar a una tía, conseguí que me recibiera el presidente Perón, pero fui solo porque mi tía tenía miedo de que el “tirano” tomara represalia con ella. Estuve en su despacho 40 minutos y él me sirvió el café con leche. Me abrazó, me regaló una caja llena de billetes verdes de 50 centavos y prometió que me iba a reintegrar al colegio. Cuando regresé se lo conté a Gelsi y Pérez de Nucci. Pero después pasó el tiempo y no me reincorporaban. Entonces Pérez de Nucci me dijo que seguramente Perón me había mentido.

Leonardo Iramain
Leonardo Iramain

-¿Y había mentido?
-No, antes de la finalización del año 52, el mismo en que murió Evita, llegó la orden de que me reincorporasen. Fue el rector del Colegio Nacional, Mena Aybar, quien era el encargado además de los colegios privados, el que procedió a la ceremonia de reincorporación “para enmendar la injusticia cometida por el Colegio Sagrado Corazón”. Cuando el cura le advirtió que el colegio no me había echado, Mena Aybar dio media vuelta y se fue excusando que no quería discutir.
-¿Siguió repartiendo volantes?
-Sí, pero ya no me agarraron más. No podía traicionar mi color partidario. Esa fue una conducta que mantuve siempre, como cuando iba a visitar al “tigre” Barbieri cuando estaba detenido en la Escuela de Policía. Y por esa sola actitud de amistad me amenazaron con echarme del trabajo.
-¿En dónde trabajaba?
-Era profesor justamente en la Escuela de Policía y junto con Antonio Jaldo y Hugo Fabio lo íbamos a visitar. El Jefe de Policía era el teniente coronel Carrasco, un gran nadador, que me pidió que no fuera a visitar al “reo” Barbieri. Cuando le dije que no era un reo sino un preso político, me hizo echar del cargo.

El rumor de una representación nos llega a la sala en donde se lleva a cabo la entrevista. Son las voces de los actores que le dan vida a la obra “Costra”, de su autoría, que se presenta los domingos, a las 20, en el Museo Iramain.

-¿Qué sintió en la habilitación de las mejoras en El Cristo?
-Una emoción inmensa. Vi al Cristo en todo su esplendor, con una iluminación que resaltaba y se podía ver desde la distancia. Pienso que es como se lo recordará para siempre, a través de esa obra que permanecerá en ese emblemático lugar eviternamente.

Nota edición impresa semanal Diario Cuarto Poder

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